—Tienes que calmarte… ¡Nina, por favor, tienes que calmarte! —el abogado había salido, junto con el detective Allen, para dejarlos hablar a solas. Y aunque Tyler sabía que quizás hubiera alguien detrás de la ventana de cristal, no se iba a detener para preguntar lo que debía.
—¡Pero es que yo no lo hice! —exclamó Nina, angustiada—. ¡Lo están tergiversando todo! ¡Theo estaba enfermo, tú lo viste! ¿Cómo van a decir que no tenía nada? ¿Qué tan estúpido tiene que ser ese forense…? Para no darse cuenta…
—Nina por favor…
Tyler intentó abrazarla para que se calmara, pero ella parecía totalmente descontrolada.
—¡No…! ¡Es que nadie me cree! ¿Cómo crees que le voy a meter una sobredosis de morfina…? ¡Dios, si yo adora
«Veinte años…», aquellas dos palabras se repetían sin cesar en la cabeza de Nina, como si no fuera capaz de pensar en otra cosa ni responder a eso.—Yo no… yo no lo maté… —murmuró cerrando los ojos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.—Señorita Smith, la evidencia que tenemos en su contra es significativa —declaró el fiscal de distrito¬¬—. Puede firmar su confesión ahora, aceptar veinte años y quizás por buen comportamiento pueda salir antes… o puede arriesgarse en un juicio que perfectamente puede terminar en el doble de ese tiempo.Nina miró al abogado como si esperara algún milagro de él, pero Maiser solo suspiró.—Si fueras cualquier otro cliente te recomendaría aceptar el trato… pero tratándose del señor Wilson, si decides pel
—Lo siento, no creo que esté en condiciones de recibir visitas.Aquellas palabras de una de las guardias encargadas de las visitas en el correccional hicieron que Jake arrugara el entrecejo.—¿Qué quiere decir? —gruñó con incomodidad.—Ha estado entrando y saliendo de la enfermería desde hace dos semanas —dijo la mujer y solo en ese momento Jake se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado—. Se ha negado a recibir cualquier visita…—Dígale que soy yo. No creo que se niegue a verme —gruñó él y la mujer tomó su identificación para anunciarlo.Pasaron largos minutos, porque las guardias no tenían ninguna prisa por arreglarle la vida a las presas, pero finalmente una de ellas golpeó contra la reja de la celda de Nina.—Oye, morenita, tienes visita.Nina la miró s
Intentar describir la forma en que la vida Jacob Lieberman cambió después de ese día sería imposible. Treinta y seis horas pasaron en que no dijo una palabra, pero se quedó en aquella oficina, con el alma en un hilo mientras esperaba a que Nina y el bebé salieran del peligro.Connor iba y venía desde el correccional, arriesgándose a más puñetazos de Tyler, que parecía sin sombra vagando por aquel estacionamiento. Pero finalmente casi al atardecer del segundo día Connor se había plantado frente a él.—Están fuera de peligro, al menos por ahora —declaró y Jake cerró los ojos, pasando saliva mientras veía el oscuro futuro que se cernía frente a él.Después de eso, simplemente se convirtió en una versión mucho más agresiva de lo que era antes de conocer a Nina. Por varias semanas Connor tr
Nina cerró el documento y lo miró por un segundo, y si hubiera escuchado lo acelerado que estaba el corazón de Jake en ese momento quizás hubiera sentido un poco de pena por él. Pero en lugar de eso solo sostuvo los papeles con fuerza mientras gritaba:—¡Guardia!La mujer entró, liberándola de la mesa, y Nina lanzó el documento sobre la mesa antes de que la sacaran de la habitación.Jake tardó un minuto antes de atreverse a abrirlo. ¿De verdad lo había firmado? ¿Aquella pesadilla había terminado por fin? Levantó las páginas hasta llegar a la última, y cerró los ojos con un gruñido de rabia cuando vio lo que había en aquella hoja.Sobre la línea no había una firma, sino una simple frase:«Yo no maté a tu padre».Jake rompió los
No había palabras, en ningún idioma, que pudieran usarse para describir exactamente lo que una mujer sentía en el momento de dar a luz. Y si a eso le sumaba el horror que era tener a un bebé en una cárcel, entonces todo era mucho peor.Desde el instante en que rompió fuente, hasta que las contracciones fueron lo suficientemente seguidas como para empezar a pujar, pasaron más de doce horas. Medio día en el que por suerte Beri estuvo a su lado y la doctora no la abandonó en ningún momento.Pero el dolor físico era una cosa, y el dolor emocional de tener que recibir a su hija en medio de aquel caos, de aquel abandono y de aquella indefensión tan profunda, quizás fue lo que más afectó a Nina. Y aunque ver nacer a su hija y que se la pusieran en los brazos era el más hermoso de los milagros, tanto la doctora Heines como Beri sabían que lo que rodaba por las
Odessa, Ucrania. La chica del servicio casi derramó la jarra de líquido caliente cuando vio la expresión de aquellos hombres. Era como si hubieran tomado a un dios nórdico y le hubieran hecho tres copias exactas… y las tres estaban muy enojadas. —¿Pero te volviste loco, Kolya? ¡¿Cómo se te ocurrió meter el ADN de mamá en un sistema mundial?! Tanto él como Yuri se habían quedado de piedra cuando el más pequeño de los tres les había contado la estupidez que había hecho. —¿Y qué querías que hiciera? ¡Ya había agotado todos mis recursos! —replicó Kolya. —¡Pero es que la expusiste al mundo! —le gruñó Yuri. —¡¿Y de verdad crees que soy tan estúpido como para hackear el Sistema Mundial de Trasplantes y no ponerla en él con un alias?! —preguntó Kolya levantando una ceja condescendiente—. ¡Sé que esto fue una última patada de ahogado, pero no se me ocurría nada más para encontrar a ese bebé! —¡Maldición! —exclamó Aleksei lanzan
Fue un acto reflejo, Nina soltó su mano y retrocedió, como si acabara de impactarla una bala.—¿Qué…? ¿De qué…? ¿Tú…? —No sabía si balbuceaba, tartamudeaba o trataba de respirar.Se dio la vuelta como si quisiera alcanzar la puerta, una pared, cualquier cosa que hubiera del otro lado, pero las manos de Aleksei la tomaron por los hombros y la inmovilizaron.—OK, OK, cálmate. Cálmate, sé que es una noticia pesada, pero cálmate —insistió.Se movió despacio, como si temiera asustarla más, y la sentó en la cama. Tiró de la única silla que había en la habitación y se sentó frente a ella, tomando sus dos manos.—Listo, tranquilízate —dijo sintiendo cómo las manos le temblaban.—¿Tú…? ¿Eres&hell
Nadie que veía por primera vez a aquella mujer de casi cincuenta años, con el cabello de un rubio cenizo y una sonrisa de infinita dulzura, era capaz de imaginar que debajo de aquel aspecto amable se escondía una criatura tan letal. «Despiadada» era quizás la descripción correcta para ella, pero para sus tres hijos, que entendían el origen de su carácter, era imposible verla de esa manera.Así que cuando Aleksei, Kolya y Yury le pidieron que regresara a Odessa de inmediato, Katerina Orlenko no dudó ni un segundo en tomar un avión para ver qué necesitaban sus muchachos.Sentarla y contarle todo sobre lo que Kolya había hecho y descubierto no la hizo pestañear ni por un segundo. Que su hijo menor hubiera metido su ADN en una base de datos mundial mucho menos, sabía que igual que lo había puesto allí, era capaz de desaparecerlo sin dejar rastro&helli