Allen tuvo que arrastrarlo fuera de la iglesia, por una de las puertas laterales, porque Jacob parecía a punto de explotar. Lo llevó hacia una banca alejada lo hizo sentarse casi con la cabeza entre las rodillas para que pasara aquello que estaba entre la sorpresa y el ataque de pánico.
—¿Quieres…? ¿Quieres decir que mat-mataron a mi padre…? ¿¡Mataron al viejo!? —exclamó mesándose los cabellos con desesperación.
—Lo lamento, de verdad. Pero esto hace que todo sea diferente —le dijo Allen—. Pedí el caso al Departamento de Policía de Nueva York. Yo voy a ser el detective a cargo y te garantizo que voy a mantener esto fuera de la prensa hasta descubrir la verdad, tienes mi palabra.
Pero en ese justo momento la prensa era lo que menos le importaba a Jacob. Cerró las manos en puños y el policía pudo ver las lágrima
Los ojos de Nina se abrieron y toda su expresión se desencajó cuando escuchó aquellas palabras, pero más cuando sintió al policía sujetar sus manos tras su espalda y ponerle las esposas.—¿Ho-homicidio? ¿C-cómo…? ¿Theo…? ¿Mataron a Theo…? —Pero Jacob solo se quedó en silencio, desesperándola—. ¡Contéstame! ¡¿Mataron a Theo?!—Supongo que estamos a punto de averiguarlo —siseó él en respuesta y luego el detective Cage tiró de ella para llevarla fuera del edificio.—Tiene derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal judicial. Tiene derecho a contar con un abogado. Si no puede pagar un abogado, el tribunal le asignará uno…Nina ni siquiera escuchaba mientras las lágrimas empezaban a corr
¿A quién se suponía que podía llamar?Nina estaba delante de aquel teléfono para hacer la única llamada a la que tenía derecho, pero tenía el corazón tan estrujado que era como si los dedos no le respondieran.Finalmente, ante la mirada insistente del oficial que estaba frente a ella, terminó marcando uno de los pocos números telefónicos que se había encargado de memorizar.Pero aunque del otro lado la persona respondió inmediatamente, Nina no sintió ni siquiera un poco de alivio.Sabía que Jake estaba del otro lado de aquel cristal. ¿De verdad él le había dicho al detective que ella podía estar acostándose con su padre?Se negó a decir una sola palabra más y simplemente bajó la cabeza, poniendo la frente sobre sus antebrazos en aquella mesa fría de metal. Tenía n&aacut
—Tienes que calmarte… ¡Nina, por favor, tienes que calmarte! —el abogado había salido, junto con el detective Allen, para dejarlos hablar a solas. Y aunque Tyler sabía que quizás hubiera alguien detrás de la ventana de cristal, no se iba a detener para preguntar lo que debía.—¡Pero es que yo no lo hice! —exclamó Nina, angustiada—. ¡Lo están tergiversando todo! ¡Theo estaba enfermo, tú lo viste! ¿Cómo van a decir que no tenía nada? ¿Qué tan estúpido tiene que ser ese forense…? Para no darse cuenta…—Nina por favor…Tyler intentó abrazarla para que se calmara, pero ella parecía totalmente descontrolada.—¡No…! ¡Es que nadie me cree! ¿Cómo crees que le voy a meter una sobredosis de morfina…? ¡Dios, si yo adora
«Veinte años…», aquellas dos palabras se repetían sin cesar en la cabeza de Nina, como si no fuera capaz de pensar en otra cosa ni responder a eso.—Yo no… yo no lo maté… —murmuró cerrando los ojos mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.—Señorita Smith, la evidencia que tenemos en su contra es significativa —declaró el fiscal de distrito¬¬—. Puede firmar su confesión ahora, aceptar veinte años y quizás por buen comportamiento pueda salir antes… o puede arriesgarse en un juicio que perfectamente puede terminar en el doble de ese tiempo.Nina miró al abogado como si esperara algún milagro de él, pero Maiser solo suspiró.—Si fueras cualquier otro cliente te recomendaría aceptar el trato… pero tratándose del señor Wilson, si decides pel
—Lo siento, no creo que esté en condiciones de recibir visitas.Aquellas palabras de una de las guardias encargadas de las visitas en el correccional hicieron que Jake arrugara el entrecejo.—¿Qué quiere decir? —gruñó con incomodidad.—Ha estado entrando y saliendo de la enfermería desde hace dos semanas —dijo la mujer y solo en ese momento Jake se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado—. Se ha negado a recibir cualquier visita…—Dígale que soy yo. No creo que se niegue a verme —gruñó él y la mujer tomó su identificación para anunciarlo.Pasaron largos minutos, porque las guardias no tenían ninguna prisa por arreglarle la vida a las presas, pero finalmente una de ellas golpeó contra la reja de la celda de Nina.—Oye, morenita, tienes visita.Nina la miró s
Intentar describir la forma en que la vida Jacob Lieberman cambió después de ese día sería imposible. Treinta y seis horas pasaron en que no dijo una palabra, pero se quedó en aquella oficina, con el alma en un hilo mientras esperaba a que Nina y el bebé salieran del peligro.Connor iba y venía desde el correccional, arriesgándose a más puñetazos de Tyler, que parecía sin sombra vagando por aquel estacionamiento. Pero finalmente casi al atardecer del segundo día Connor se había plantado frente a él.—Están fuera de peligro, al menos por ahora —declaró y Jake cerró los ojos, pasando saliva mientras veía el oscuro futuro que se cernía frente a él.Después de eso, simplemente se convirtió en una versión mucho más agresiva de lo que era antes de conocer a Nina. Por varias semanas Connor tr
Nina cerró el documento y lo miró por un segundo, y si hubiera escuchado lo acelerado que estaba el corazón de Jake en ese momento quizás hubiera sentido un poco de pena por él. Pero en lugar de eso solo sostuvo los papeles con fuerza mientras gritaba:—¡Guardia!La mujer entró, liberándola de la mesa, y Nina lanzó el documento sobre la mesa antes de que la sacaran de la habitación.Jake tardó un minuto antes de atreverse a abrirlo. ¿De verdad lo había firmado? ¿Aquella pesadilla había terminado por fin? Levantó las páginas hasta llegar a la última, y cerró los ojos con un gruñido de rabia cuando vio lo que había en aquella hoja.Sobre la línea no había una firma, sino una simple frase:«Yo no maté a tu padre».Jake rompió los
No había palabras, en ningún idioma, que pudieran usarse para describir exactamente lo que una mujer sentía en el momento de dar a luz. Y si a eso le sumaba el horror que era tener a un bebé en una cárcel, entonces todo era mucho peor.Desde el instante en que rompió fuente, hasta que las contracciones fueron lo suficientemente seguidas como para empezar a pujar, pasaron más de doce horas. Medio día en el que por suerte Beri estuvo a su lado y la doctora no la abandonó en ningún momento.Pero el dolor físico era una cosa, y el dolor emocional de tener que recibir a su hija en medio de aquel caos, de aquel abandono y de aquella indefensión tan profunda, quizás fue lo que más afectó a Nina. Y aunque ver nacer a su hija y que se la pusieran en los brazos era el más hermoso de los milagros, tanto la doctora Heines como Beri sabían que lo que rodaba por las