Gritó.
No era como si tuviera otra opción.
Gritó porque en el mismo segundo en que aquel hombre dejó de controlarse, Nina sintió como si la hubiera embestido un huracán. Sintió cada centímetro de Jake invadiéndola, cada gemido, cada gruñido sordo mientras se abría paso dentro de ella. Caliente, recio, poderoso.
Y él se bebió aquellos gritos, uno a uno, aunque en el frenesí del momento lo tenía sin cuidado quién pudiera escucharlos. La levantó contra su pecho, y Nina apoyó las manos en el borde la mesa mientras soportaba una tras otra las embestidas de Jake. Sintió sus brazos cerrándose a su alrededor, estrechándola, acariciando cada centímetro de su cuerpo mientras jadeaba ferozmente contra su oído.
Era apretada, tenía la piel brillante de sudor y cada músculo tenso. Le estaba dolien
Llevaba un pantalón de hilo en color gris claro y una camisita blanca que se le ajustaba a la cintura y las caderas de una forma que a Jake le pareció adorable. ¿Cómo algo tan simple podía gustarle tanto?Estaba al final del muelle, mirando al lago con la taza de café colgando de una mano, así que ya debía estar vacía.Jake alcanzó una de las mantas que había sobre los sillones de la terraza y la llevó consigo mientras caminaba hasta el final del muelle.—¿Nina?La muchacha se sobresaltó un poco en cuanto escuchó su voz, pero cuando se dio la vuelta él parecía estar tanto o más incómodo que ella.—¿Café? —preguntó tendiéndole el recipiente y ella asintió, dejando su taza sobre uno de los pilotes.—Gracias —respondió tomándola, intent
No podía pensar. Su cerebro estaba embotado, aturdido, como si le hubieran dado una bofetada metal. Sentía un dolor extraño en todo el cuerpo, quizás si Nina le hubiera dado una paliza real no le habría dolido tanto como escucharla decir todo aquello.Él y Connor habían trabajado con muchos niños huérfanos a lo largo de su carrera, y había vivido de primera mano a los pocos padres adoptivos que luchaban, y a los muchísimos otros que se rendían, pero siempre hablaban con los adultos, jamás había tenido una perspectiva tan clara de lo que significaba para un niño ser devuelto por una familia.—Nina… —empezó a decir, pero no podía hilvanar una idea completa, porque aquel nudo en su garganta apenas si le permitía respirar.—Por favor, Jake —suplicó Ella y nunca, nunca en la vida, el abogado tuvo conscienc
—¿Tú estás enamorada de mí? Nina sintió como si le hubieran echado un balde de agua fría directamente del lago. —¿Eh? —¿¡Puedes dejar de decir «eh» y decirme de una condenada vez lo que tú sientes por…!? —Jake estaba desesperado, pero el azoro en los ojos de Nina lo devolvió a la realidad—. ¡Tú tampoco sabes! —exclamó poniendo un dedo acusador frente a su nariz y Nina se lo agarró, bajándolo de un tirón. —¡Pues no, no sé! ¿Y qué? ¡Bienvenido al escaño de los emocionalmente atrofiados! —le gruñó. Jake se puso serio por un segundo, luego le quitó la taza de café caliente de la mano antes de provocarla lo suficiente como para que se lo volcara en la cabeza, y se plantó frente a ella en el intento más tierno del mundo de mantener la cabeza fría. —A ver, si no sabemos lo que sí queremos, ¿qué tal si empezamos por lo que no queremos? —propuso y Nina titubeó—. Yo empiezo: No quiero que tengas nada con Tyler Wilson. Ahora tú. Aquello p
«Preocupado» era una palabra suave para describir el estado de Jacob en aquel momento.Tenía que regresar a Nueva York, al final también él tenía una responsabilidad con el despacho y Baby, la esposa de Connor, estaba a punto de dar a luz a su bebé. Así que le gustara o no, tenía que hacerse cargo del despacho de Nueva York completamente.Por suerte, si se organizaba bien, solo debería estar la mitad de la semana, y el resto del tiempo podía viajar a la casa del lago, pero aun así no se sentía tranquilo.Las cosas con Nina iban bien, pero Jake tenía aquella ansiedad permanente anclada en el cuerpo, como si todo pudiera echarse a perder en un solo segundo, por cualquier tontería.—¡Hey! ¿Dónde tienes la cabeza? —preguntó Nina asomándose a la puerta de su habitación—. Llevo rato tocando.&md
Nina estaba tan concentrada en lo que estaba viendo, que hizo malabares con su celular del susto cuando este empezó a sonar en sus manos.—¡¿Qué?! —medio preguntó y medio exclamó contestando la llamada y al otro lado le llegó la voz perspicaz de Jake.—Estás haciendo algo malo.Nina dejó escapar una risa pequeña mientras le daba marcha atrás al auto y regresaba por el mismo camino por el que había llegado.—Un poquito. Pero solo un poquito malo —respondió.—¿Estás fuera de la casa? —preguntó Jake, sintiendo que ya el que se estaba poniendo como Meredith era él.—Sí, salí a reabastecer la maleta médica en el hospital, con tu admirador número uno —bromeó ella.—¡Muy graciosa! ¿Y se puede saber qué es lo malo
Jake casi derrapó frente a las puertas de los dos ascensores y vio en la pequeña pantalla digital cómo uno de ellos descendía rápidamente. Se metió al otro y presionó el botón del estacionamiento mientras caminaba en círculos dentro del pequeño aparato.«Que camine despacio, que camine despacio…», era todo lo que podía pensar mientras se desesperaba frente a la puerta del ascensor, y en cuanto esta se abrió bajo la luz artificial del estacionamiento, Jake ni siquiera lo pensó antes de gritar.—¡Nina! ¡Nina!Su voz hizo eco en el silencio del estacionamiento y la muchacha detuvo la mano sobre la manija de la puerta del auto.—¿Jake…?—¡Nina! —volvió a gritar él hasta que la vio asomarse detrás de uno de los coches y sintió que el alma le regresaba al cuerpo.
Pasear por la ciudad de la mano era tierno, era lindo, pero los dos tenían cara de conejos espantados.—¿Nina? ¿Estás bien? —preguntó Jake mientras caminaban en la tranquilidad del Balcony Bridge, uno de los puentes más icónicos de Central Park.—Sí, solo es extraño —murmuró ella un poco tensa.—¿Qué? ¿Qué es extraño? ¿Nosotros?—Bueno sí… un poco ¿no? Digo, acabas de anunciar que soy tu novia. ¿Eso no se siente raro?Jake entrelazó los dedos con los suyos y la rodeó, apoyándose tras ella en la baranda.—Pues sí, pero te confieso que solo se me salió —casi se rio—. No te enojes, pero de todo ese papel solo leí «Tyler» y fue como si se me dispararan todos los malos instintos.—¡Au
—¿Es una broma? —Nina no sabía cómo tomarse aquello, pero definitivamente no podía ser una broma porque Jake estaba bastante serio.—No, para nada. Yo también tuve uno —le explicó él—. De niño me enfermaba mucho de los oídos, hasta que mi pediatra, pero por cierto era muy agradable, me explicó la causa, y es que me subieron a un avión a los dos días de nacido.Nina tomó su vaso de agua y arrastró a Jake al sofá, acomodándose y mirándolo con curiosidad.—¿Entonces no naciste aquí?—No, nací en Rusia —le sonrió Jake.—¡¿En Rusia?! ¡¿Eres ruso?! —exclamó Nina, sorprendida.—Bueno, no tanto, precisamente por eso me subieron a un avión —respondió Jake, acariciando sus piernas con suavi