Nina estaba tan concentrada en lo que estaba viendo, que hizo malabares con su celular del susto cuando este empezó a sonar en sus manos.
—¡¿Qué?! —medio preguntó y medio exclamó contestando la llamada y al otro lado le llegó la voz perspicaz de Jake.
—Estás haciendo algo malo.
Nina dejó escapar una risa pequeña mientras le daba marcha atrás al auto y regresaba por el mismo camino por el que había llegado.
—Un poquito. Pero solo un poquito malo —respondió.
—¿Estás fuera de la casa? —preguntó Jake, sintiendo que ya el que se estaba poniendo como Meredith era él.
—Sí, salí a reabastecer la maleta médica en el hospital, con tu admirador número uno —bromeó ella.
—¡Muy graciosa! ¿Y se puede saber qué es lo malo
Jake casi derrapó frente a las puertas de los dos ascensores y vio en la pequeña pantalla digital cómo uno de ellos descendía rápidamente. Se metió al otro y presionó el botón del estacionamiento mientras caminaba en círculos dentro del pequeño aparato.«Que camine despacio, que camine despacio…», era todo lo que podía pensar mientras se desesperaba frente a la puerta del ascensor, y en cuanto esta se abrió bajo la luz artificial del estacionamiento, Jake ni siquiera lo pensó antes de gritar.—¡Nina! ¡Nina!Su voz hizo eco en el silencio del estacionamiento y la muchacha detuvo la mano sobre la manija de la puerta del auto.—¿Jake…?—¡Nina! —volvió a gritar él hasta que la vio asomarse detrás de uno de los coches y sintió que el alma le regresaba al cuerpo.
Pasear por la ciudad de la mano era tierno, era lindo, pero los dos tenían cara de conejos espantados.—¿Nina? ¿Estás bien? —preguntó Jake mientras caminaban en la tranquilidad del Balcony Bridge, uno de los puentes más icónicos de Central Park.—Sí, solo es extraño —murmuró ella un poco tensa.—¿Qué? ¿Qué es extraño? ¿Nosotros?—Bueno sí… un poco ¿no? Digo, acabas de anunciar que soy tu novia. ¿Eso no se siente raro?Jake entrelazó los dedos con los suyos y la rodeó, apoyándose tras ella en la baranda.—Pues sí, pero te confieso que solo se me salió —casi se rio—. No te enojes, pero de todo ese papel solo leí «Tyler» y fue como si se me dispararan todos los malos instintos.—¡Au
—¿Es una broma? —Nina no sabía cómo tomarse aquello, pero definitivamente no podía ser una broma porque Jake estaba bastante serio.—No, para nada. Yo también tuve uno —le explicó él—. De niño me enfermaba mucho de los oídos, hasta que mi pediatra, pero por cierto era muy agradable, me explicó la causa, y es que me subieron a un avión a los dos días de nacido.Nina tomó su vaso de agua y arrastró a Jake al sofá, acomodándose y mirándolo con curiosidad.—¿Entonces no naciste aquí?—No, nací en Rusia —le sonrió Jake.—¡¿En Rusia?! ¡¿Eres ruso?! —exclamó Nina, sorprendida.—Bueno, no tanto, precisamente por eso me subieron a un avión —respondió Jake, acariciando sus piernas con suavi
Nunca, ni en sus peores pesadillas, Meredith Lieberman había imaginado que vería a su único hijo enredado con aquella mujer. Incluso le había asegurado a Danielle que se equivocaba al decir que ellos dos tenían algo, pero llegar al departamento de Jake y verla allí, mientras su hijo decía que si se quedaban no podría salir de encima de ella… ¡simplemente era más de lo que podía soportar!Nina esperó cualquier clase de reacción contra ella, pero en cambio la mano de Meredith surcó el rostro de su hijo con una bofetada y la muchacha se quedó en shock.—¿¡Te volviste loco!? ¿¡Con esta!? —gritó entrando como una tromba, pero antes de que pudiera llegar hasta Nina, Jake fue el que tuvo que salirse al paso a la muchacha.—¡Esta tiene nombre! ¡Y tócalo de nuevo si te atreves, que te juro que
«Está enojada».«No quiere hablar conmigo».«Realmente tiene que pensar en esto».«Ya se convenció de que no entiendo la mierd@ que escribe y se dignó a teclear una oración completa».Todo eso pudo haber pensado Jacob, pero después de todo un día de no conseguir hablar con ella, que le respondiera precisamente eso… No, algo no lo convencía. Aquel presentimiento de que algo estaba terriblemente mal lo aguijoneó.Marcó el número de la casa del lago y una de las muchachas del servicio le contestó con tono cansado.—Residencia Liberman. ¿Con quién tengo el gusto?—Soy Jacob.—Joven… —murmuró la muchacha, pero Jake no la dejó seguir.—¿Nina llegó? —escuchó el tono titubeante del otro lado y la apremi&oacut
—¡Mateo! ¡Necesito un favor, urgente! —La voz de Jake sonaba tan desesperada que Mateo de Navia se aguantó las ganas de preguntarle si algún día lo dejaría coger en paz.—¿Qué pasó?—¡Se llevaron a mi mujer! —respondió Jacob y solo escuchó un par de maldiciones al otro lado mientras el hombre se lanzaba de la cama.—Dame un segundo… —murmuró mientras se sentaba delante de la computadora y su esposo cerraba los brazos alrededor de él, envolviéndolo en una manta y dándole un beso en la mejilla antes de dejarlo solo—. Ya estoy listo.—Tengo su número de teléfono para rastrear —dijo Jake.—Escúpelo.Jake le pasó el número de teléfono y esperó mientras miraba alrededor. La casa se había convertido en un hervidero
El detective le regaló una mirada de sorpresa y de esperanza y Jake le hizo un gesto para que entrara a la casa.El primer pensamiento que había cruzado la cabeza de Jake cuando la voz había llamado a Nina «la zorra de los Lieberman», y los había mencionado tanto a su padre como a él, era que Meredith tenía algo que ver con aquello.Así que tomó el brazo del detective y lo guio hacia una de las habitaciones vacías de la casa, asegurándose de que nadie pudiera escucharlos.—¿De qué habla? ¿De verdad sabe quién la tiene? —lo interrogó el detective.—Cuando el secuestrador dijo que Nina era la zorra de los Lieberman… Mi madre es la única que está encaprichada en decir que Nina es la amante de mi padre —le explicó Jake y el rostro del detective se volvió de piedra—. Y ayer en la m
Si algún momento existía para que la adrenalina se apoderara de su cuerpo era aquel. Si algún momento había para defenderse, para odiar, para pelear, era aquel. Y no había droga, dolor o miedo que pudiera detener aquel instinto desesperado por sobrevivir.El mar de gritos de alguna forma traspasó la mordaza y fue lo primero que golpeó a Jake en el mismo segundo en que abrió la puerta del auto.No supo exactamente qué sintió o qué pensó, solo que aquella desesperación que había sentido desde hacía horas se convertía en rabia. Una raba ciega que nacía de la impotencia y del dolor, porque la estaban lastimando, estaban lastimando a Nina y él no… él no…Jake había visto muchos horrores en su vida desde que era abogado, pero ninguno jamás le había llegado tan hondo como empujar aquella puerta y ver a N