Necesitaba refrescarse. Jake necesitaba refrescarse hasta los pensamientos o de lo contrario le daría algo.
Nunca.
Jamás.
No había habido mujer, ni siquiera la neurótica de su madre, que lograra sacar a Jake de sus casillas hasta el punto en que Nina Smith lo conseguía.
Metió la cabeza bajo la ducha y dejó que el agua le cayera sobre los hombros. Intentó relajarse, no pensar en ella, pero parecía como una gripe que no se le pasaba. No había forma de quitarse su olor de la nariz, su sabor de los labios, sus estúpidas palabras de los oídos.
—¡Si es que yo la matara! —gruñó con frustración, porque no veía forma de sacársela de la cabeza.
Pero no pudo seguir pensando, porque alguien golpeó en la puerta de su habitación. Rezongó durante tres minutos y luego se envolvió en una toalla,
Jake debía decir algo… ¡sabía que debía decir algo, pero en cierto punto ni siquiera era capaz de pensar! La imagen de Nina delante de él, con aquel juego de lencería que era una m*****a obra de arte de Valeria… ¡Se los iba a quemar todos… no iba a dejar ni uno que otro hombre pudiera verle encima…! Y de repente aquella idea le provocó la peor de todas las emociones, porque supo que no lo toleraría. El primer paso que dio hacia ella fue también el único, y mientras sus brazos se cerraban con posesividad alrededor de Nina, mientras su boca la encontraba y su lengua exploraba un infinito de gemidos, entendió por fin que no podría tolerarlo: ¡Nadie que no fuera él, nunca, jamás, podía poner su boca sobre aquella piel! —¡M@ldición, Nina…! —susurró sobre sus labios con un tono tan necesitado que la muchacha simplemente se desarmó. Aquella era su noche, la única. Así que simplemente cerró los ojos y se dejó arrastrar en aquella vorágine de deseo. Sabía que
Gritó.No era como si tuviera otra opción.Gritó porque en el mismo segundo en que aquel hombre dejó de controlarse, Nina sintió como si la hubiera embestido un huracán. Sintió cada centímetro de Jake invadiéndola, cada gemido, cada gruñido sordo mientras se abría paso dentro de ella. Caliente, recio, poderoso.Y él se bebió aquellos gritos, uno a uno, aunque en el frenesí del momento lo tenía sin cuidado quién pudiera escucharlos. La levantó contra su pecho, y Nina apoyó las manos en el borde la mesa mientras soportaba una tras otra las embestidas de Jake. Sintió sus brazos cerrándose a su alrededor, estrechándola, acariciando cada centímetro de su cuerpo mientras jadeaba ferozmente contra su oído.Era apretada, tenía la piel brillante de sudor y cada músculo tenso. Le estaba dolien
Llevaba un pantalón de hilo en color gris claro y una camisita blanca que se le ajustaba a la cintura y las caderas de una forma que a Jake le pareció adorable. ¿Cómo algo tan simple podía gustarle tanto?Estaba al final del muelle, mirando al lago con la taza de café colgando de una mano, así que ya debía estar vacía.Jake alcanzó una de las mantas que había sobre los sillones de la terraza y la llevó consigo mientras caminaba hasta el final del muelle.—¿Nina?La muchacha se sobresaltó un poco en cuanto escuchó su voz, pero cuando se dio la vuelta él parecía estar tanto o más incómodo que ella.—¿Café? —preguntó tendiéndole el recipiente y ella asintió, dejando su taza sobre uno de los pilotes.—Gracias —respondió tomándola, intent
No podía pensar. Su cerebro estaba embotado, aturdido, como si le hubieran dado una bofetada metal. Sentía un dolor extraño en todo el cuerpo, quizás si Nina le hubiera dado una paliza real no le habría dolido tanto como escucharla decir todo aquello.Él y Connor habían trabajado con muchos niños huérfanos a lo largo de su carrera, y había vivido de primera mano a los pocos padres adoptivos que luchaban, y a los muchísimos otros que se rendían, pero siempre hablaban con los adultos, jamás había tenido una perspectiva tan clara de lo que significaba para un niño ser devuelto por una familia.—Nina… —empezó a decir, pero no podía hilvanar una idea completa, porque aquel nudo en su garganta apenas si le permitía respirar.—Por favor, Jake —suplicó Ella y nunca, nunca en la vida, el abogado tuvo conscienc
—¿Tú estás enamorada de mí? Nina sintió como si le hubieran echado un balde de agua fría directamente del lago. —¿Eh? —¿¡Puedes dejar de decir «eh» y decirme de una condenada vez lo que tú sientes por…!? —Jake estaba desesperado, pero el azoro en los ojos de Nina lo devolvió a la realidad—. ¡Tú tampoco sabes! —exclamó poniendo un dedo acusador frente a su nariz y Nina se lo agarró, bajándolo de un tirón. —¡Pues no, no sé! ¿Y qué? ¡Bienvenido al escaño de los emocionalmente atrofiados! —le gruñó. Jake se puso serio por un segundo, luego le quitó la taza de café caliente de la mano antes de provocarla lo suficiente como para que se lo volcara en la cabeza, y se plantó frente a ella en el intento más tierno del mundo de mantener la cabeza fría. —A ver, si no sabemos lo que sí queremos, ¿qué tal si empezamos por lo que no queremos? —propuso y Nina titubeó—. Yo empiezo: No quiero que tengas nada con Tyler Wilson. Ahora tú. Aquello p
«Preocupado» era una palabra suave para describir el estado de Jacob en aquel momento.Tenía que regresar a Nueva York, al final también él tenía una responsabilidad con el despacho y Baby, la esposa de Connor, estaba a punto de dar a luz a su bebé. Así que le gustara o no, tenía que hacerse cargo del despacho de Nueva York completamente.Por suerte, si se organizaba bien, solo debería estar la mitad de la semana, y el resto del tiempo podía viajar a la casa del lago, pero aun así no se sentía tranquilo.Las cosas con Nina iban bien, pero Jake tenía aquella ansiedad permanente anclada en el cuerpo, como si todo pudiera echarse a perder en un solo segundo, por cualquier tontería.—¡Hey! ¿Dónde tienes la cabeza? —preguntó Nina asomándose a la puerta de su habitación—. Llevo rato tocando.&md
Nina estaba tan concentrada en lo que estaba viendo, que hizo malabares con su celular del susto cuando este empezó a sonar en sus manos.—¡¿Qué?! —medio preguntó y medio exclamó contestando la llamada y al otro lado le llegó la voz perspicaz de Jake.—Estás haciendo algo malo.Nina dejó escapar una risa pequeña mientras le daba marcha atrás al auto y regresaba por el mismo camino por el que había llegado.—Un poquito. Pero solo un poquito malo —respondió.—¿Estás fuera de la casa? —preguntó Jake, sintiendo que ya el que se estaba poniendo como Meredith era él.—Sí, salí a reabastecer la maleta médica en el hospital, con tu admirador número uno —bromeó ella.—¡Muy graciosa! ¿Y se puede saber qué es lo malo
Jake casi derrapó frente a las puertas de los dos ascensores y vio en la pequeña pantalla digital cómo uno de ellos descendía rápidamente. Se metió al otro y presionó el botón del estacionamiento mientras caminaba en círculos dentro del pequeño aparato.«Que camine despacio, que camine despacio…», era todo lo que podía pensar mientras se desesperaba frente a la puerta del ascensor, y en cuanto esta se abrió bajo la luz artificial del estacionamiento, Jake ni siquiera lo pensó antes de gritar.—¡Nina! ¡Nina!Su voz hizo eco en el silencio del estacionamiento y la muchacha detuvo la mano sobre la manija de la puerta del auto.—¿Jake…?—¡Nina! —volvió a gritar él hasta que la vio asomarse detrás de uno de los coches y sintió que el alma le regresaba al cuerpo.