Un guapo castaño aparcó delante de un restaurante parecido a un pub inglés. Salió del auto y se puso su abrigo de pana gris. Bloqueó las puertas y se dirigió con largos pasos a la entrada del local.En ese momento pasaba por allí un chico de pelo negro y semblante alegre, que llevaba un brazo vendado. Estaba tan concentrado pensando en sus cosas, que hasta que no estuvo delante de Carter, no se dio cuenta de su presencia.Se le quedó mirando unos instantes, reconociendo al chico que tenía en frente y que no le estaba haciendo caso por el móvil que tenía en sus manos.—¿Carter? —preguntó finalmente.Este levantó los ojos al escuchar su nombre. Puso cara de sorpresa al reconocer a la persona que le había llamado.—¡Johnny! —exclamó el castaño, acercándose a él.—¡Cuánto tiempo, amigo! —respondió sonriente, mientras que le daba un amistoso abrazo a Carter.—¡Varios meses diría yo! —contestó Carter, separándose sonriente—. Pero, ¿qué te ha pasado? —preguntó, al ver el brazo vendado de su
—¿En serio, Madison? ¿Willy Wonka? ¿En serio? —repetía Carter sin creérselo.—Muy en serio, Carter, como yo que voy vestida de bailarina de Cabaret —contestó ella, vestida con su despampanante corset negro—. Además, no te queda para nada mal… —dijo atrevida, mirándole de arriba-abajo—. Seguro que te escogerían para el papel de buenorro Willy Wonka —dijo burlona, mientras le guiñaba un ojo.—JA JA JA —rió Carter sin gracia.Madison sonrió y salió de la habitación. El castaño suspiró con ensoñación al verla mover sus caderas al andar. No sabía si había sido buena idea o no haber elegido aquel disfraz para ella. Por una parte, disfrutaba viéndola vestida así; por otra parte, le entraban ganas de hacerle el amor toda la noche… Volvió a suspirar, echándose un vistazo en el espejo: se colocó bien el abrigo rojo y largo de terciopelo, se puso el sombrero a juego y por último cogió el bastón de caramelo que se encontraba apoyado en el armario. Qué irónico… A él, a quien no le gustan los dul
¿Nunca han visto alguna serie de esas típicas americanas en la que una pareja va a un parque de atracciones y de repente, se van añadiendo al grupo pretendientes de la chica? Pues eso es exactamente lo que le había pasado a Carter.Cuando compró la entrada para la montaña rusa, se encontró con que cada vagón tenía sólo tres espacios. Por supuesto, Sebastian, Johnny y Madison habían ocupado uno entero, dejando a la pelinegra en el medio de los dos. En el vagón siguiente estaban Chris (emocionado como un niño) y Mildred (mirando enfurruñada el vagón delantero). No tuvo más remedio que sentarse al lado de Chris y poner la misma cara que Mildred, mientras miraba el trío feliz que tenía delante.No disfrutó para nada el viaje. Mientras que Chris y los tres de delante gritaban eufóricos, Carter se aferraba con toda su fuerza a la barandilla y al sombrero para que no se le volase y Mildred no despegaba sus brazos cruzados de su cuerpo, todavía medio molesta.Cuando bajaron, el trío siguió a
El otro grupo restante se había dado cuenta de lo que había pasado y se miraron todos un tanto preocupados. Se fijaron en que Madison y los otros dos se acercaban a ellos.—¿Qué tal? ¿Nos montamos otra vez en la montaña rusa? —preguntó Sebastian a Andrew y los demás.—Hum, había pensado en entrar todos en la casa de los espejos, ¿les parece? —propuso inocentemente el castaño.Lo que nadie sabía es que tenía un plan en mente.—Sí, por qué no —dijo Johnny. Madison se encogió de hombros, todavía un poco molesta.—Está bien, voy a preguntar a Carter y Mildred —dijo Andrew, a lo que Madison respondió con un bufido—. Vayan yendo para allá.Mientras todos se iban, él preguntó a la pareja y sin tardar mucho dijeron que sí. Cuando se pusieron en marcha, ya habían perdido de vista a los demás, lo que fue una suerte para el plan de Andrew. Él sabía que había dos entradas a la casa y tenía pensado que Carter entrara por una y Madison por otra, y así finalmente encontrarse sin moscardones por en
—¡Mi-mia! —dijo Steve, señalando a un pequeño bulto al lado de un banco.—¿Qué es, pequeño? —preguntó Carter acercándose con la sillita.Ambos se quedaron mirando aquel bulto gris y pequeño. Si Madison estuviera allí, seguramente ya lo habría movido o agarrado. La verdad es que no podía llamarle al hospital (por muchas ganas que tuviera) y preguntarle qué hacer. Sonrió. Era la primera vez que Steve y él iban al parque sin ella, pero no pudo ser de otra manera, ya que a Madison le había surgido un imprevisto y se tuvo que marchar a trabajar, dejando al pequeño a cargo de Carter en su día libre. Fue un golpe de mala suerte, en realidad, querría haber pasado su día libre con ella…El caso es que, en el tiempo en el que Carter estaba pensando en ello, un par de ojos grises azulados se posaron sobre Steve y él. ¡El bulto se había convertido en un precioso cachorro de Dogo alemán!El castaño se sorprendió al ver una raza de perro tan poco común en Inglaterra, mientras que a Steve se le il
—Ya está —dijo Carter, terminando de abrochar el collar azul alrededor del cuello del cachorro.Steve aplaudió contento. Carter dejó al perro en el suelo y lo miró. Ya lo consideraba suyo, aunque no estuviera decidido todavía. Tomó entre sus dedos el pequeño colgante en forma de huella de perro que colgaba del collar. Dentro se debía poner el nombre del perro, el cual todavía no sabía.De repente, la puerta de entrada se abrió, dejando entrar a la pelinegra cargando con bastante papeleo y algunas bolsas del supermercado. Carter se levantó en seguida del sofá y le cargó las bolsas para quitarle peso de encima.—Gracias y hola —saludó Madison cariñosamente, al ver al castaño.—Buenas noches —respondió sonriente, acercando su cara a la suya para darle un beso.—¡Guau! —ladró el cachorro al lado de Carter.Madison giró inmediatamente la cabeza hasta dar con la pequeña masa gris que se encontraba moviéndose en el suelo. Carter cerró los ojos, esperando la peor de las reacciones…—¡Perito!
La casa era preciosa. Grande y con ventanales para poder observar el precioso paisaje nevado del exterior. Tenía una mezcla de estilos y acabados de ornamentos occidentales, que le daba un toque rústico y moderno a la vez.Cuando Carter y Madison llegaron, Chris y Amelia los estaban esperando en la puerta para recibirlos. Ya estaban allí los padres de Madison y de Amelia, y puesto que los padres de Carter venían con ellos, ya no faltaba nadie.Andrew y Keyla no habían ido aquella vez porque ese año les tocaba pasar las Navidades con los padres de ella. El año pasado las pasaron aquí e incluso William y Markus, los padres de Keyla, vinieron con ellos. Patrick e Isabel, también invitados (por motivos obvios), llegarían el 25 de diciembre, es decir, la mañana siguiente.Karen, amablemente, les enseñó sus habitaciones y después les dejó a cargo a su esposo y a su hijo que le enseñaran la casa a Madison (Carter había ido allí más veces de pequeño). ¡Era enorme! Había habitaciones por doq
—Carter… espera… Están mis padres… —susurraba Madison tumbada en el suelo, mientras él le besaba el cuello.—Hmp —gruñó divertido, a la vez que le daba un pequeño mordisco.Madison no podía creer que estuvieran a punto de hacer el amor en la misma habitación donde se encontraban sus padres. Estaban todavía en el salón y justo cuando la cosa se había puesto caliente entre ellos dos, los padres de la pelinegra entraron en la sala para dejar sus regalos. Antes de que los vieran, Carter la empujó contra el suelo y se situó encima de ella. Afortunadamente, el fuego de la chimenea no duró mucho más y se apagó.—Bueno, esto ya está —dijo en voz baja el padre de Madison.—De acuerdo, vámonos antes de que venga alguien más —terminó por decir su madre.Se oyó el sonido de la puerta al cerrarse y todo se quedó en silencio…—¡Ah! ¡Carter, ¿qué haces?! —preguntó Madison sin poder controlar su tono de voz. Carter la había cargado entre sus brazos contra su pecho, alzándola en el aire.—Shh, ¿quie