"Después de año y medio voy a volver a verla. ¡Tanto tiempo! Dos años en los que di lo mejor de mí mismo y que al final ha servido para algo", pensaba un chico.También que Madison había conseguido su sueño de ser una reconocida médico especializada y él un contrato lícito con una de las compañías de modelos más cotizadas del mundo. Ahora, volverían a verse en igualdad de condiciones, como mejores amigos que eran.Se bajó del coche y observó el gran edificio que se alzaba enfrente de él. El gran hospital de Londres sí que es tan magnífico como salía en la televisión. Incluso más.Intentó entrar sin que nadie lo reconociese, ya que últimamente su fama había creado bastante expectación por todo el mundo. Sólo esperaba no tener que esperar más tiempo para poder verla al fin.Llegó milagrosamente a la recepción del hospital y llamó la atención de la enfermera que se encontraba allí.—Buenas tardes, ¿podría decirme dónde se encuentra la consulta de la doctora Madison Chapman? —preguntó ed
Ugh —hizo un gesto de asco al ver y oler lo que había en el pañal de Steve—. En serio, a veces pienso que ingerir siempre cosas líquidas no les hace bien a los bebés —dijo Carter mirando al bebé pelirrojo que se encontraba tumbado en el cambiador, agarrando todo lo que veía a su alrededor.Con una mano, dobló cuidadosamente de no mancharse el pañal, intentando que la masa líquida y medio verdosa que había dentro no se saliera. Luego, con los dedos índice y pulgar, lo agarró y con la punta de un pie abrió la papelera para tirar rápidamente el pañal. Durante todo el proceso, Carter mantuvo un gesto de asco y desagrado que hizo que Steve se riera.—Sí, sí, tú ríete, peque, que ya verás cuando tengas que cambiar pañales —dijo con cara de disgusto fingido, mientras agarraba el paquete de toallitas.Había cambiado muchos pañales ya, pero todavía no se acostumbraba. Simplemente no soportaba el olor pestilente que desprendía esa “cosa” y menos tener que limpiarla después. Ah, otro punto imp
La verdad es que a Sebastian le fastidiaba que su querida Madison tuviera algo que ver con Carter Rogers. Ese hombre había sido su motivación por superarse en su trabajo. Rogers encabezaba la lista de los hombres más sexys y guapos de todas las revistas internacionales del mundo, secundado por su hermano y su amigo, el rubio Kensington. Él estaba en cuarto lugar. Lugar que le había costado lograr sudor y lágrimas, para que después Rogers llegase y cogiese ventaja con Madison, haciendo que se tuviera que superar también en aquello.—¿Mm? ¡No te creas! ¡Steve ha sido como un pequeño regalo! —decía alegre y emocionada. Sebastian la miró sorprendido—. Tienes que venir a verle un día de estos! Te va a gustar mucho. Es tierno y alegre, aunque a veces llora por cualquier cosa… Carter y yo siempre estamos jugando con él y mimándolo; nos vamos turnando sus cuidados, para que pase tiempo con cada uno, porque ya sabes, los horarios que tenemos los dos no concuerdan a veces y no podemos estar j
Carter frunció el ceño y gruñó. Aquello no era propio del comportamiento de ella. Siempre que pasaba alguna emergencia en el trabajo o que sucedía algún retraso, ella llamaba para hacérselo saber, aunque a él no le importara a qué hora llegase al apartamento.Pero ahora era diferente. Se le ocurrían millones de razones por las que Madison no hubiera llegado pronto y por las que no hubiera llamado: una emergencia, que se hubiera quedado dormida, que le hubiera salido una guardia, que hubiera salido a cenar con unas amigas del trabajo y no se hubieran dado cuenta de la hora o… No podía ser. Aquella última razón le parecía demasiado ilógica para que pudiera ser real: que ella estuviera pasando la noche con un chico. Por alguna razón, aquello le ponía furioso, hacía que respirara con mayor pesadez y le hacía sentir mal. Muy mal. Si Madison tuviera novio, él se habría enterado. Madison y él, habían llegado a un punto en su relación de amistad en la que se contaban todo… aunque con aquel
—Mm… —murmuró Chris mientras se llevaba la mano a la barbilla, en una pose pensativa—. Mejores amigos… Qué quieres que te diga, a mí me da mala espina.—A mí también —respondió Carter sentado en su sillón, organizando unos papeles sin ganas.Carter le había contado a su mejor amigo lo que pasó la otra noche con Madison y la implicación de su mejor amigo, Sebastian. Chris había escuchado atentamente lo que le decía su amigo, y mucho más por la forma en que lo estaba narrando. Carter se veía molesto y algunas veces con gesto desolado y angustiado, a medida que le contaba sus preocupaciones sobre Madison y aquel chico. El castaño pensaba que él no se daría cuenta; pensaba que para su amigo Kensington, iba a pasar desapercibido, demostrando indiferencia, pero sus cambiantes tonos de voz le delataban.Chris se encontraba de pie delante del gran escritorio de Carter, observando minuciosamente sus reacciones. Éste suspiraba y resoplaba cada dos por tres, organizando y firmando papeles sin p
—Yo… No sé, estoy confuso, Chris —admitió Carter relajando los músculos con rendición. Chris suavizó su semblante—. Sí, me molesta que Madison tenga a alguien más que la haga feliz, y que la conozca mejor que yo… Me incomoda toda esta situación, eso es todo —dijo con tono impotente.—Ay, amigo, esto no te estaría ocurriendo si te hubieras enamorado antes —dijo en suspiro Chris, dándole unas palmaditas de ánimo en la espalda.—¿A qué te refieres? —preguntó Carter, entrecerrando los ojos.—A nada —dijo sonriendo enigmáticamente. Sabía que Chris quería decirle algo con aquella frase—. Por cierto, ya que estamos hablando sobre problemas amorosos… —dijo apoyando la mano en el escritorio, e impulsándose, se encaramó encima de la mesa, cruzando las piernas. Carter puso los ojos en blanco, pensando que su amigo era bastante insistente con el tema—. Estoy pensando en proponerle matrimonio a Amelia –dijo en un tono más serio.A Carter le cogió desprevenido la noticia. Se acercó con los ojos bie
Madison estaba completamente cabreada, no podía controlarse.—¡Pero es que no entiendo por qué tiene ella que estar aquí todos los días! —reclamó exasperada.—¡Igual que yo no entiendo por qué tienes que salir todos los días con él! —contestó del mismo modo Carter.Ambos se encontraban discutiendo en el cuarto del castaño. No podían hacerlo en el salón porque Susan se encontraba allí, y claramente, estaban discutiendo sobre ella. Aunque a Madison le hubiera importado tres cominos hacerlo delante de la “zorra de lentes”. Aquella mañana, Madison se había levantado con el pie izquierdo y su humor no mejoró cuando vio a la pelirroja a la que, por desgracia, había estado viendo todos los días. La gota que colmó el vaso fue Carter. Entró en el salón, pulcramente vestido con su traje para trabajar, y haciendo caso omiso del pésimo humor de Madison. Saludó cordialmente a Susan, quien se le echó al cuello inmediatamente, mandándole una sonrisa triunfal a Madison. Carter lo permitió, sin ni
Se miraron los dos con una sonrisa, contentos de haber solucionado aquel entretejido que los había ido separando poco a poco.Aquel ambiente encantado y agradable se rompió por los fuertes chillidos histéricos de Susan. Estaba al otro lado de la puerta, exigiendo explicaciones de por qué estaban tardando tanto, que le abrieran la puerta.Carter y Madison se miraron y pusieron los ojos en blanco, compartiendo el mismo pensamiento hacia la pelirroja.“Menos mal que he echado el cerrojo”, pensó socarrona Madison. Vio que él suspiraba cansado, mientras iba hacia la puerta.—¡Carter, espera! —el castaño se dio la vuelta expectante—. ¿Podría hacer algo antes de que le abras la puerta a la energúmena de ahí fuera? —preguntó tímida, volviendo a acercarse a él. —Pues claro, ¿qué…? —fue interrumpido por los labios de Madison.Carter la miraba con los ojos abiertos de par en par, mientras ella acariciaba su cara con una mano y la otra la colocaba en su hombro. Toda la sangre de su cuerpo se ap