—Mm… —murmuró Chris mientras se llevaba la mano a la barbilla, en una pose pensativa—. Mejores amigos… Qué quieres que te diga, a mí me da mala espina.—A mí también —respondió Carter sentado en su sillón, organizando unos papeles sin ganas.Carter le había contado a su mejor amigo lo que pasó la otra noche con Madison y la implicación de su mejor amigo, Sebastian. Chris había escuchado atentamente lo que le decía su amigo, y mucho más por la forma en que lo estaba narrando. Carter se veía molesto y algunas veces con gesto desolado y angustiado, a medida que le contaba sus preocupaciones sobre Madison y aquel chico. El castaño pensaba que él no se daría cuenta; pensaba que para su amigo Kensington, iba a pasar desapercibido, demostrando indiferencia, pero sus cambiantes tonos de voz le delataban.Chris se encontraba de pie delante del gran escritorio de Carter, observando minuciosamente sus reacciones. Éste suspiraba y resoplaba cada dos por tres, organizando y firmando papeles sin p
—Yo… No sé, estoy confuso, Chris —admitió Carter relajando los músculos con rendición. Chris suavizó su semblante—. Sí, me molesta que Madison tenga a alguien más que la haga feliz, y que la conozca mejor que yo… Me incomoda toda esta situación, eso es todo —dijo con tono impotente.—Ay, amigo, esto no te estaría ocurriendo si te hubieras enamorado antes —dijo en suspiro Chris, dándole unas palmaditas de ánimo en la espalda.—¿A qué te refieres? —preguntó Carter, entrecerrando los ojos.—A nada —dijo sonriendo enigmáticamente. Sabía que Chris quería decirle algo con aquella frase—. Por cierto, ya que estamos hablando sobre problemas amorosos… —dijo apoyando la mano en el escritorio, e impulsándose, se encaramó encima de la mesa, cruzando las piernas. Carter puso los ojos en blanco, pensando que su amigo era bastante insistente con el tema—. Estoy pensando en proponerle matrimonio a Amelia –dijo en un tono más serio.A Carter le cogió desprevenido la noticia. Se acercó con los ojos bie
Madison estaba completamente cabreada, no podía controlarse.—¡Pero es que no entiendo por qué tiene ella que estar aquí todos los días! —reclamó exasperada.—¡Igual que yo no entiendo por qué tienes que salir todos los días con él! —contestó del mismo modo Carter.Ambos se encontraban discutiendo en el cuarto del castaño. No podían hacerlo en el salón porque Susan se encontraba allí, y claramente, estaban discutiendo sobre ella. Aunque a Madison le hubiera importado tres cominos hacerlo delante de la “zorra de lentes”. Aquella mañana, Madison se había levantado con el pie izquierdo y su humor no mejoró cuando vio a la pelirroja a la que, por desgracia, había estado viendo todos los días. La gota que colmó el vaso fue Carter. Entró en el salón, pulcramente vestido con su traje para trabajar, y haciendo caso omiso del pésimo humor de Madison. Saludó cordialmente a Susan, quien se le echó al cuello inmediatamente, mandándole una sonrisa triunfal a Madison. Carter lo permitió, sin ni
Se miraron los dos con una sonrisa, contentos de haber solucionado aquel entretejido que los había ido separando poco a poco.Aquel ambiente encantado y agradable se rompió por los fuertes chillidos histéricos de Susan. Estaba al otro lado de la puerta, exigiendo explicaciones de por qué estaban tardando tanto, que le abrieran la puerta.Carter y Madison se miraron y pusieron los ojos en blanco, compartiendo el mismo pensamiento hacia la pelirroja.“Menos mal que he echado el cerrojo”, pensó socarrona Madison. Vio que él suspiraba cansado, mientras iba hacia la puerta.—¡Carter, espera! —el castaño se dio la vuelta expectante—. ¿Podría hacer algo antes de que le abras la puerta a la energúmena de ahí fuera? —preguntó tímida, volviendo a acercarse a él. —Pues claro, ¿qué…? —fue interrumpido por los labios de Madison.Carter la miraba con los ojos abiertos de par en par, mientras ella acariciaba su cara con una mano y la otra la colocaba en su hombro. Toda la sangre de su cuerpo se ap
—Y eso fue todo… Toma —dijo Susan en un suspiro. Le tendió la taza de café a Pablo y se sentó a su lado en el sofá.—¿Qué vas a hacer entonces? ¿Seguirás yendo detrás de Carter? —preguntó Pablo mirándola de reojo. Le dio un sorbo al café y se inclinó para dejar la taza en la pequeña mesa que había delante del sofá.Susan se quedó mirando el líquido oscuro de su taza, pensativa.Después de que se fuera del apartamento de Carter, lo único que hacía era pensar en las alternativas que tenía o que había tenido. Ella siempre se había visto al lado de su amado castaño, pero ahora que aquella realidad había cambiado, se sentía vacía por dentro.Pablo, su mejor amigo, se había dado cuenta de que le pasaba algo y luego de convencer a Susan de que se lo contara, ella le invitó a su piso para pasar la tarde juntos.Susan le contó lo extraño que había estado Carter últimamente, lo arisco y brusco de su humor y sus inminentes invitaciones a su apartamento. Para ella, aquel tramo de la historia est
Un coche aparcó cerca del gran parque de cerezos, a las afueras de la ajetreada ciudad de Inglaterra. Del auto bajaron una pareja: el hombre caminó hacia la parte trasera del bólido, abriendo el maletero; la mujer abrió una de las puertas traseras y, después de haber desatado al bebé de su silla, lo cargó en brazos y lo colocó en la sillita de paseo que el castaño había sacado del maletero.La pelinegra agarró una pequeña bolsa que colgó en la sillita, y después comenzaron a caminar.Madison guiaba la sillita, en la que Steve observaba con los ojos bien abiertos los numerosos cerezos que habían perdido sus flores y solo quedaban pequeñas hojas verdes, marrones, naranjas y amarillas. El otoño se acercaba y Carter sonreía divertido ante la reacción sorprendida de Steve.Pasearon durante media hora hasta que llegaron a un pequeño parque infantil, donde pararon para descansar y dejar jugar a Steve.Carter acompañó a Steve cuando lo montó encima de un caballito que se movía adelante y at
—¡Ah! Gagagagaga, ¡ahhh! ¡Gaaa! —gritaba Steve con gesto afligido, mientras extendía sus bracitos hacia Carter.—Buf, tómalo Carter —dijo Madison extendiéndole el bebé a los brazos del castaño.—Eh, ¿qué pasa pequeño? ¿No quieres conocer a Sebastian? —preguntaba Carter a Steve, quien al estar en sus brazos, su gesto se volvió feliz.Cuando le preguntó, el pequeño frunció un poco el ceño y abrazó a Carter por el cuello, ocultándose.—¡Ga! —fue la respuesta de Steve, que movió levemente pero muy rápido la cabecita, a modo de negación.Los tres rieron ante aquella respuesta tan rotunda y decidida de Steve.—Lo siento, Sebastian. Steve lleva unos días de “papitis aguda”. Tiene fijación con Carter —explicó Madison, mientras le acariciaba suavemente la cabecita. Steve seguía sin soltarse del castaño.—Bah, no te preocupes, no se me han dado bien los niños nunca —dijo Sebastian—. Es un bebé muy inteligente; parece que te entiende y te escucha en todo momento —dijo sorprendido.—Sí, la verda
Sus orejas estaban adornadas por unos bonitos aretes de plata largos que, junto con el perfecto recogido de su pelo y los detalles negros y plateados del maquillaje que rodeaba sus enormes orbes esmeraldas, hacían que los perfiles de su perfecta cara fueran más felinos. Vestía con un estilo casual y elegante, con un punto de rebeldía que tanto les gustaba a los hombres.—De… nada —respondieron los dos a la vez, un poco idos y embobados.Los dos se volvieron a mirar, molestos por haber contestado lo mismo. Vieron que Madison se había dado la vuelta para agarrar su bolso que estaba colgado de una percha. Madison se volvió un poco y los miró con una ceja levantada, no creyendo que no estuvieran hablando de nada. Sebastian le sonrió.—Bueno, sí… Estábamos hablando del último libro que se está leyendo Carter, ¿verdad? —dijo el pelirrojo con amabilidad, pero con claro enojo en su mirada.Carter asintió, mirando de reojo a Sebastian con desconfianza.—Ah, sí; bueno, se me ha hecho ver que