Se miraron los dos con una sonrisa, contentos de haber solucionado aquel entretejido que los había ido separando poco a poco.Aquel ambiente encantado y agradable se rompió por los fuertes chillidos histéricos de Susan. Estaba al otro lado de la puerta, exigiendo explicaciones de por qué estaban tardando tanto, que le abrieran la puerta.Carter y Madison se miraron y pusieron los ojos en blanco, compartiendo el mismo pensamiento hacia la pelirroja.“Menos mal que he echado el cerrojo”, pensó socarrona Madison. Vio que él suspiraba cansado, mientras iba hacia la puerta.—¡Carter, espera! —el castaño se dio la vuelta expectante—. ¿Podría hacer algo antes de que le abras la puerta a la energúmena de ahí fuera? —preguntó tímida, volviendo a acercarse a él. —Pues claro, ¿qué…? —fue interrumpido por los labios de Madison.Carter la miraba con los ojos abiertos de par en par, mientras ella acariciaba su cara con una mano y la otra la colocaba en su hombro. Toda la sangre de su cuerpo se ap
—Y eso fue todo… Toma —dijo Susan en un suspiro. Le tendió la taza de café a Pablo y se sentó a su lado en el sofá.—¿Qué vas a hacer entonces? ¿Seguirás yendo detrás de Carter? —preguntó Pablo mirándola de reojo. Le dio un sorbo al café y se inclinó para dejar la taza en la pequeña mesa que había delante del sofá.Susan se quedó mirando el líquido oscuro de su taza, pensativa.Después de que se fuera del apartamento de Carter, lo único que hacía era pensar en las alternativas que tenía o que había tenido. Ella siempre se había visto al lado de su amado castaño, pero ahora que aquella realidad había cambiado, se sentía vacía por dentro.Pablo, su mejor amigo, se había dado cuenta de que le pasaba algo y luego de convencer a Susan de que se lo contara, ella le invitó a su piso para pasar la tarde juntos.Susan le contó lo extraño que había estado Carter últimamente, lo arisco y brusco de su humor y sus inminentes invitaciones a su apartamento. Para ella, aquel tramo de la historia est
Un coche aparcó cerca del gran parque de cerezos, a las afueras de la ajetreada ciudad de Inglaterra. Del auto bajaron una pareja: el hombre caminó hacia la parte trasera del bólido, abriendo el maletero; la mujer abrió una de las puertas traseras y, después de haber desatado al bebé de su silla, lo cargó en brazos y lo colocó en la sillita de paseo que el castaño había sacado del maletero.La pelinegra agarró una pequeña bolsa que colgó en la sillita, y después comenzaron a caminar.Madison guiaba la sillita, en la que Steve observaba con los ojos bien abiertos los numerosos cerezos que habían perdido sus flores y solo quedaban pequeñas hojas verdes, marrones, naranjas y amarillas. El otoño se acercaba y Carter sonreía divertido ante la reacción sorprendida de Steve.Pasearon durante media hora hasta que llegaron a un pequeño parque infantil, donde pararon para descansar y dejar jugar a Steve.Carter acompañó a Steve cuando lo montó encima de un caballito que se movía adelante y at
—¡Ah! Gagagagaga, ¡ahhh! ¡Gaaa! —gritaba Steve con gesto afligido, mientras extendía sus bracitos hacia Carter.—Buf, tómalo Carter —dijo Madison extendiéndole el bebé a los brazos del castaño.—Eh, ¿qué pasa pequeño? ¿No quieres conocer a Sebastian? —preguntaba Carter a Steve, quien al estar en sus brazos, su gesto se volvió feliz.Cuando le preguntó, el pequeño frunció un poco el ceño y abrazó a Carter por el cuello, ocultándose.—¡Ga! —fue la respuesta de Steve, que movió levemente pero muy rápido la cabecita, a modo de negación.Los tres rieron ante aquella respuesta tan rotunda y decidida de Steve.—Lo siento, Sebastian. Steve lleva unos días de “papitis aguda”. Tiene fijación con Carter —explicó Madison, mientras le acariciaba suavemente la cabecita. Steve seguía sin soltarse del castaño.—Bah, no te preocupes, no se me han dado bien los niños nunca —dijo Sebastian—. Es un bebé muy inteligente; parece que te entiende y te escucha en todo momento —dijo sorprendido.—Sí, la verda
Sus orejas estaban adornadas por unos bonitos aretes de plata largos que, junto con el perfecto recogido de su pelo y los detalles negros y plateados del maquillaje que rodeaba sus enormes orbes esmeraldas, hacían que los perfiles de su perfecta cara fueran más felinos. Vestía con un estilo casual y elegante, con un punto de rebeldía que tanto les gustaba a los hombres.—De… nada —respondieron los dos a la vez, un poco idos y embobados.Los dos se volvieron a mirar, molestos por haber contestado lo mismo. Vieron que Madison se había dado la vuelta para agarrar su bolso que estaba colgado de una percha. Madison se volvió un poco y los miró con una ceja levantada, no creyendo que no estuvieran hablando de nada. Sebastian le sonrió.—Bueno, sí… Estábamos hablando del último libro que se está leyendo Carter, ¿verdad? —dijo el pelirrojo con amabilidad, pero con claro enojo en su mirada.Carter asintió, mirando de reojo a Sebastian con desconfianza.—Ah, sí; bueno, se me ha hecho ver que
Ahí estaban. Los cinco sentados en una mesa, conversando alegremente…Mentira.Uno no hablaba alegremente, por no decir que no hablaba casi nada. Este individuo se dedicaba a mandar miradas furtivas de mal talante a un pelirrojo que se sentaba a su lado y que no paraba de sonreír estúpidamente a los demás comensales, sobre todo a una pelinegra que se encontraba al otro lado de éste…La noche comenzó de la siguente manera:Primero, llevaron a Steve a casa de los padres de Carter. Iba a pasar la noche allí, así que Madison preparó un bolso donde llevaba el pijama, un cambio de ropa, pañales, la papilla en un bote, el biberón, un peluche, unos cuantos jueguetes y, por supuesto, el chupete.Se despidieron de él con besitos y caricias; después, de Sophie y Brandon, quienes preguntaron a qué venía la cara amargada de Carter. Luego se fueron y Carter les dijo por lo bajo antes de irse que ya se lo explicaría mañana u otro día. Si no hubiera hecho eso, su madre no le hubiera dejado ir a la ce
Amelia se encontraba sentada en el suelo, apoyada en el sofá. Se veía mucho más hermosa a la luz de las velas. Respiró profundamente y se acercó a ella. Esta levantó la vista y le sonrió dulcemente. Chris se sentó a su lado y comenzó a abrir la botella. Sirvió las dos copas y los dos las chocaron para después beber de ellas.Amelia se recargó en el hombro de Chris y él le abrazó por los hombros. Los dos estaban sumidos en un pequeño letargo producido por la tenue luz de las velas, causando un silencio relajante y cómodo.—Esta noche ha sido fantástica, todo esto ha sido fantástico —dijo Amelia, mirando emocionada a su alrededor—. Gracias por darme una sorpresa así de bonita.—Te mereces esto y más, pequeña —contestó, regresándole la mirada.Dejó la copa a un lado en el suelo y besó a Amelia. Ella sonrió al notar las manos del rubio escabullirse por su camiseta. Dejó su copa a un lado también y comenzó a corresponderle.No supo muy bien el porqué, pero le pareció que Chris estaba un p
Chris y Amelia se acercaron a ellos bailando e intercambiaron algunas palabras. Chris se giró a mirar a Carter con ojos de advertencia, señalándole con unos rápidos y breves movimientos de cabeza que se uniera a ellos.Carter frunció el ceño. Sabía que Chris estaba haciendo aquello para entretener a Sebastian y Madison para que no pasasen mucho tiempo juntos y Carter tuviera una oportunidad, pero para ello tendría que bailar y no quería hacer el ridículo. Se levantó del asiento, decidido a que bajaría a la pista y se sentaría en unos de los sillines de la barra y pediría algo. Mientras, podría mantener vigilados al pelirrojo y a la pelirrosa. Pero no bailaría, no. Fue bajando las escaleras y cuando llegó al barullo de gente, pudo divisar que Chris le miraba con una sonrisa. Poco le duró cuando vio que se sentaba en la barra. Tenía toda la pinta de no moverse de allí en todo lo que quedaba de noche. Le miró con reproche y se acercó a él, excusándose un momento a los demás. Sintió la