CAPÍTULO 92

Entro a mi oficina después de otro día agotador en el tribunal. Esas viejas brujas parecen tener una habilidad especial para hacer mi vida más estresante de lo necesario.

Mi mirada se posa en Amelia, acurrucada en el sillón marrón junto a la ventana, completamente absorta en un libro que descansa sobre su regazo. Los suaves rayos dorados del sol poniente se filtran a través del cristal, bañándola en un cálido resplandor que acentúa las delicadas curvas de su rostro. Ni siquiera se ha dado cuenta de mi llegada, tan perdida está en las palabras que tiene delante.

Con la curiosidad despertada, me acerco en silencio y miro por encima de su hombro para vislumbrar qué es lo que la tiene tan embelesada. Mis ojos se abren cuando leo las primeras líneas. No s

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