CAPÍTULO 78

Mis ojos se abren y me encuentro firmemente acunada en los brazos de Nicolás mientras él camina por el imponente vestíbulo de entrada del castillo. Parpadeo como un búho, observando lo que me rodea con una mezcla de confusión y cansancio persistente.

—Estás despierta— retumba Nicolás, su voz profunda vibra contra mí de una manera que hace que el calor florezca en mi vientre.

—Sí— murmuro, haciendo un intento poco entusiasta de liberarme de su agarre. Pero Nicolás simplemente aprieta más su agarre, su brazo como una banda inflexible sobre mi espalda.

—No te desperté cuando llegamos— explica, su tono no admite discusión mientras comienza a subir las escaleras. —Quería cargarte.

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