CAPÍTULO 70

NICOLÁS

Salimos del hotel, con mis pasos cargados de una sensación de urgencia que se ha convertido en mi compañera constante estos últimos días. El aire previo al amanecer es fresco contra mi piel mientras nos desplegamos, comenzando nuestra búsqueda de las áreas a las que la bruja la siguió antes de que el rastro desapareciera.

Hago una pausa, cierro los ojos y respiro profundamente por la nariz, esperando contra toda esperanza captar incluso el más mínimo rastro del dulce y embriagador aroma de Amelia en la brisa. Ese aroma que nunca deja de calmar la agitación de mi alma, un bálsamo contra las preocupaciones siempre presentes que me atormentan.

Inconscientemente, mi mente evoca su imagen tan vívidamente que casi puedo extender la mano y tocarla. La veo parada frente a mí con ese vestido de verano de color amarillo pálido que abraza s

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