CAPÍTULO 34

NICOLÁS

*Cuelgo del techo con los brazos abiertos. Mis muñecas gritan cuando las cadenas, mezcladas con veneno de roble, me queman hasta los huesos. Mi espalda apenas tiene sensibilidad. Respiraciones cortas escapan de mi boca mientras mi cabeza se agacha. Este es un día normal para mí, pero hoy es peor. No reacciono. No lloro, no hago una mueca ni grito de dolor, y ella está enojada. Mi espalda lleva la peor parte. Solía llorar cuando tenía 10 años, pero hoy, al cumplir 12, me prometí que ya no le daría la satisfacción de verme derramar lágrimas. No puedo defenderme, ya que ella se aseguró de que siempre fuera débil. Este es mi camino.*

*Fuerzo mis ojos a través de la sangre que gotea de mi muñeca para verla. S

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