Meg llevaba varios días destrozada. Sentía que su corazón se había hecho pedazos, y que ella vagaba sin rumbo por aquella ciudad.
Durante el día, las cosas eran más sencillas. Despertaba a Ben, y solo con ver su alegre carita, y recibir su beso de buenos días, sentía que tenía fuerzas para todo el día. Una vez lo dejaba en el colegio, se dedicaba a recorrer todos los hospitales, clínicas y centros de mayores que había en aquella ciudad, y dejaba su currículum,con la esperanza de que más tarde su teléfono sonara, y fuera una oferta de trabajo como enfermera.
Por las noches, en cambio, todo era más duro. En cuanto el niño se quedaba dormido, Meg dejaba caer la máscara de falsa alegría con la que pasaba el día, y sentía como su cuerpo y su corazón se hundían en el a
Tres semanas después del desastroso encuentro con Levy que volvió a cambiar radicalmente la vida de Meg, las cosas volvían a la normalidad, aunque esta vez ella no consideraba que fuera afortunada, como si le había ocurrido cinco años atrás cuando se había quedado con el maravilloso niño que era su hijo.Se levantó antes del amanecer, se visitió, y cargó al pequeño Ben hasta la casa de Emma, que como cada día, ya los esperaba en el quicio de la puerta, con mirada inquisitiva, pues desaprobaba la decisión que Meg había tomado.- ¡Buenos días, Emma!- dijo en un susurro apenas audible para no despertar al niño.La vecina lo cargó en sus brazos, lo llevó al cuarto de Violet, y una vez se hubo asegurado de que seguía dormido, volvió para hablar con Meg.- Sabes
Ronda estaba en el probador del lujoso taller donde habían confeccionado su vestido de novia, esperando a que se lo trajeran, para hacer la última prueba, y por primera vez desde que se había embarcado en aquella locura, sintió cierto nerviosismo.A pesar de que estaba segura de que su posición social sería envidiable una vez entrara en la familia Gordon, el desprecio con el que su suegra la trataba le daba escalofríos. Por ejemplo, ese día se había excusado a última hora para no acudir a su última prueba del vestido, y eso que todo el mundo sabía que su suegra era una de las personas más entendidas en moda de la ciudad. Además, desde hacía varias semanas, Marlon la esquivaba, y le había dejado claro que no tendría sexo con ella mientras fuera la mujer de su hermano. A pesar de que le parecía lógico que Marlon quisiera respetar los derechos de L
Aquella era la peor mañana de la vida de Meg, ni cuando dio a luz, y tuvo que aguantar un dolor sobrehumano para traer al mundo a su hijo, ni cuando de niña se rompió el brazo y se quedó sin ir de campamento con sus amigas, ni cuando su padre le retiró la palabra por quedarse embarazada, había sentido tanta humillación.El lugar que tenía que limpiar aquel día, no era otro que el inmenso salón de banquetes en el que se celebraría la boda de Levy y Meg. Ella, que no había sabido inicialmente adonde iba a limpiar esa mañana, se había sorprendido cuando Mike la había llevado a una elegante villa a varios kilómetros de la ciudad. Él le había dicho que los habían contratado para limpiar el salón y prepararlo para una celebración, pero ni en sus peores pesadillas, hubiera podido imaginar que iba a dejar impoluto el lugar en
Ronda tuvo que ir dos veces a la sede de la empresa Gordon, antes de conseguir colarse sin ser vista en el despacho de Marlon. El primer día, cuando acudió tras la fallida prueba de su vestido de novia, Marlon estaba reunido, y su sagaz secretaria nueva le impidió entrar en el despacho, o darle cita para más tarde. Así que Ronda se rindió y se fue a casa, donde pensó en un plan mejor para colarse en el despacho de Marlon cuando él no estuviera, de ese modo conseguiría la documentación necesaria sin despertar sospechas.Al día siguiente Marlon no tenía previsto acudir a su oficina, se había asegurado de ello comprobando su agenda en la casa familiar, y ella aprovechó a acudir cuando la secretaria estaba en la cafetería, tomando café y riendo con sus compañeros.Entró al despacho con rebosante confianza en si misma, caminando sin un
Unos días después, Levy estaba vistiéndose con el esmoquin que la elegante sastrería elegida por su madre había elaborado, y a medida que se colocaba las diferentes piezas de su traje, comenzó a sentir una sensación de opresión en el pecho. Era el día de su boda con Ronda, y no podía sentirse más desdichado. Trató de imaginarse como se sienten las personas que se casan enamoradas, pero fue incapaz de hacerlo, tal vez porque él no hubiera sentido nunca semejante amor. Después se acordó de Meg, y de como disfrutaban juntos, de lo rápido que pasaban las horas a su lado, y pensó que si las cosas hubieran seguido su curso, tal vez ahora, sería Meg la que caminaría hacia el altar para encontrarse con él. Levy no supo si evocar esa imagen fue bueno o malo, aunque si pensó que era extraño sentir algo tan profundo hacia alguien con quien se
Meg llevaba toda la mañana del sábado triste y desilusionada con la vida; sabía que era el día en que Levy contraería matrimonio con esa prometida elegante que le había presentado durante su breve encuentro de hacía unas semanas, y aunque trataba de no pensar en ello, era incapaz de olvidarse de la fecha. Se imaginó a si misma desfilando hacia él, vestida de novia, y con una radiante sonrisa en el rostro, y le entraron ganas de llorar, y de volver a la cama, lamentablemente no podía permitirse el lujo de hacer algo así.Escuchó el teléfono sonando al otro lado de su pequeño salón, y se apresuró a cogerlo, porque normalmente nunca recibía llamadas a esa hora de la mañana. Iba deprisa, pero Ben se le adelantó, vestido aún con su pijama de dinosaurios, y con la taza de leche con cacao aferrada con fuerza en una de sus manos.- ¿
La ceremonia había sido increíble, se había celebrado en la preciosa iglesia de piedra que Ronda siempre soñó, y todos los asistentes la habían contemplado con admiración y embeleso. Su increíble vestido, el que casi no puede utilizar por el ensanchamiento de su cuerpo, le había quedado como un guante en cuanto se enfundó un apretado corsé,que moldeaba su figura, y la ayudaba a reducir dos tallas.Su paseo por el pasillo del templo, alfombrado con una bonita tela granate, y la salida posterior del brazo de su nuevo marido, fueron coreadas por cientos de personas, que se emocionaron al verla pasar ante ellos vestida de blanco. Ese día, Ronda se sintió como una verdadera princesa de cuento, independientemente de todo lo que había necesitado hacer para llegar a este momento, el día estaba resultando precioso.Mientras se encaminaban hacia el restaurante en el que se ce
Meg daba vueltas por su pequeño apartamento como si fuera un pájaro enjaulado que buscara una apertura en su jaula. Estaba nerviosa, y llevaba dos días con un irremediable dolor de estómago, que no la dejaba comer nada, y mucho menos dormir a gusto.Mientras Jonah, Ben y ella paseaban el pasado sábado, el amable profesor había insistido en invitarla a tomar un refresco en un bar de la zona, y lo cierto es que ella, agotada por las horas que llevaba caminando, no había podido resistirse.Mientras estaban en el bar, vigilando atentamente a Ben, que jugaba en el parque que estaba justo enfrente de la cafetería a la que ellos habían acudido, una noticia llamó su atención.Salió en las noticias de la televisión que el establecimiento tenía en una esquina, y a la que casi nadie prestaba atención. Fue un