El día del viaje al fin había llegado, nos despedimos de todos y abordamos el avión privado, Rachele estaba muy emocionada, no dejaba de hacer preguntas, Amirov me preguntaba cada tanto como estaba, seguía sintiendo náuseas y había estado cerca de vomitar, por esa razón no había probado bocado.
- Ve a descansar querida –dice Amirov mientras juega con nuestra hija, asiento porque no me creía capaz de soportar el viaje de esta manera.
Me había despertado mi pequeña para avisarme que pronto aterrizaríamos, debía decir que me sentía mejor, con ese pequeño descanso podría enfrentar todo de una mejor manera.
- Gracias mi amor –ella me había besado antes de salir corriendo de la pequeña cabina, tras arreglarme un poco, había salido. Mi hija jugaba con su nana, mi esposo hacía un par de llamadas, quizás afinando los últimos detalles, si algo le molestaba a Amirov Bianchi, era la gente incompetente, así que se aseguraba que todo saliera como él quería, y esto no sería la excepción.
Tomo asiento frente a mi esposo, él cuelga la llamada y esperamos a que aterrice, una vez que lo hace, bajamos con nuestras maletas de mano, una camioneta nos esperaba cerca, los empleados estaban subiendo algunas maletas, casi todo era de Rachele, Amirov y yo compraríamos ropa aquí, después de todo, sólo estaríamos como mucho, un año.
- ¿Todo bien cara? –pregunta suave tomando mi mano, la aprieto y le sonrío mientras asiento.
- Mejor que nunca –le guiño un ojo, él sonríe y tras subir a Rachele, me había ayudado a mí y al final, él, delante iba la señora Caruso, esa mujer había estado desde el día 1 de mi hija, y ahora era parte de la familia.
Durante el trayecto, mi pequeña no dejaba de ver todo, era bastante obvia la diferencia, así que no la culpaba por tener la cara pegada al vidrio.
- Com'è bello tutto, mamma (Que bello es todo, mami) –dice emocionada, de no ser porque su padre la tenía bien sujeta, habría brincado todo el tiempo.
- Mi niña, debes evitar hablar en italiano –digo suave, ella ríe bajito.
- Lo siento mami –dice cubriendo su boca intentando ocultar una pequeña sonrisa, niego al tiempo que suspiro.
El viaje no duró más de media hora, durante ese tiempo me limité a hablar con Maddie, no habíamos perdido el contacto y era la única que sabía dónde estaba y que era de mi vida, nadie podría dar conmigo usando mi apellido de soltera, Enith Dunne no estaba, en su lugar existía Enith Bianchi, aunque en la familia era Dunne-Bianchi. Ella se había alegrado mucho y me había pedido vernos para ponernos al día, estaba comprometida y tenía un pequeño de 3 años producto de una noche de copas. Le había dicho que fuese a mi casa, en cuanto supiera dónde y pudiera mandar la dirección, lo haría.
Evitaba que me contara sobre ellos, mi familia biológica, y sobre todo, acerca de esos 2, debía decir que él ya no me interesaba para nada, estaba muy enamorada de mi esposo, y remover el pasado nunca era bueno.
- Listo, llegamos –dice él sacándome de mi ensimismamiento, por la ventana visualizo el enorme edificio de departamentos, se veía caro y elegante, todo lo que mi marido buscaba–, nos compré el último departamento, es el más grande y espacioso, así mi princesa va a tener su propia habitación como en casa –Rachele chilla emocionada y lo abraza con fuerza, intentaba que no creciera como una niña mimada, pero mi querido Amirov se empeñaba en hacer todo lo contrario.
La camioneta había entrado al estacionamiento subterráneo, por lo que habíamos usado el elevador, según lo dicho por mi marido, este lugar era muy exclusivo, así que nadie nos molestaría, algo que agradecía, pronto sabrían que estaba aquí, casi podía escuchar todas las cosas que dirían sobre mí, que al no poder casarme con el heredero de aquí, había buscado a otro heredero, lo bueno es que esos comentarios habían dejado de molestarme.
- Es precioso –digo nada más llegar, él había abierto permitiéndonos entrar, el lugar era muy grande, tanto que tenía todo lo que se pudiese necesitar, tres cuartos, una cocina bien equipada, dos baños y un cuarto de lavado. Rachele corrió por todos lados, lo que más le gusto, y si soy sincera, a mí también; fue la preciosa vista de los ventanales. Tras ver el paisaje un momento, había corrido a buscar su cuarto, supe que lo encontró por los gritos de emoción, gritaba algo sobre muchos unicornios y osos, estaba segura que su papá la había decorado con todo lo que a ella le gustaba, no importaba cuantas veces le dijera que no fuera tan consentidor con ella, parecía que le entraba por un oído y le salía por el otro.
Decir que me había resignado no era del todo falso, pero a veces ya ni siquiera luchaba o le decía, él le diría que no tenía nada de malo y que con sus enseñanzas, ella crecería como una buena persona y no sería alguien mimada, luego le daba un beso apasionado y con eso lograba que se olvidara del asunto, al menos por ese momento.
- Esta demás decirte que no debes consentirla, y ahí estás, haciendo todo lo contrario –niego, él se encoge de hombros mientras me pega suave a él, me besa lento y con gusto correspondo enredando mis manos en su cuello.
- Es para que no extrañe tanto su casa en Ragusa –susurra sobre mis labios, rio bajo y niego.
- Querido mío, eso no te lo crees ni tú, pero bueno –vuelvo a besarlo, esta era una buena manera de celebrar no sólo la llegada a este lugar que una vez me hizo sufrir tanto, también que tenía el apoyo de mi esposo y de toda su familia, ahora no tenía miedo, ellos eran los que debían temer mi regreso.
Enith: Mi amado Amirov y yo esperábamos impacientes en su oficina, mis miedos se habían ido un poco tras el sexo intenso de la tarde, así que me sentía más relajada y lista para enfrentarme a todo y todos. - Señor y señora Bianchi, los inversionistas llegaron, los esperan en la sala de juntas, las esposas y acompañantes de estos, están en la pequeña terraza, les han dado tragos como lo pidió la señora –dice la asistente de mi esposo tras darle permiso de entrar. - Muy bien Clarisse, ahora vamos –digo seria, ella asiente y sale. - Hora del espectáculo cara –se pone de pie, me pega a él y me da un largo y apasionado beso, me suelta y al instante deseo que vuelva a besarme, pero sé que tenemos cosas que hacer–, estaré esperando impaciente tu entrada, cara mia –dice bajo cerca de mi oído, demonios, su acento me deja con las piernas temblando, y no sólo su acento me deja así. - También yo –muerdo mi labio juguetona, ríe antes de salir. El plan consistía en que él me presentaría como su
Enith: Había salido de la sala y dirigido a la terraza, estaba segura que no me reconocerían, así que usaría eso a mi favor. Tomo una copa de vino blanco nada más entrar, le doy un pequeño sorbo mientras observo todo, ahí estaban todas las mujeres que alguna vez me habían juzgado, las que se decían mis amigas y hablaban a mis espaldas. Camino evitando que me vean, con un poco de suerte logro colocarme detrás de la mesa de mi querida hermana, ella esta tan ensimismada hablando de todo lo que hace, se compra o viaja, que no repara en mi persona, es mejor así, quería que supiera quien era del brazo de mi amado Amirov, deseaba ver la cara que pondría. - He oído que vino con su esposa e hija, nadie sabe nada de ellas, yo creo que es porque son feas, ¿no creen? –dice una de ellas como si fuera la verdad absoluta, evito reírme, vaya sorpresa que se llevaría. - Tiene lógica, nuestros esposos nos presumen porqué somos hermosas –remata otra con orgullo, muerdo mi labio evitando reírme de sus
Adley: En otro tiempo, ella se habría derretido de amor por mí, en otro tiempo, ella se habría derretido en mis brazos, pero ahora, me quedaba claro que ese otro tiempo había pasado, ya no había y quizás, nunca más sería ese otro tiempo. Suspiro mirando al cielo, la había perdido, aceptar aquello sin duda fue un golpe muy duro, ella era el amor de mi vida, y dolía saber que yo no lo era más, era fácil darse cuenta que ella no lo dejaría, y la verdad no la culpaba, fui un idiota, la usé de muchas maneras abusando del amor que me tenía, preferí creerle a otros en lugar de a ella, así que su desinterés e incluso si me odiaba; estaba más que justificado. - La vi salir de aquí molesta, ¿pasó algo? –evito maldecir, lo último que necesitaba era verla u oírla–, seguro intento volver contigo –me abraza por la espalda–, es obvio que sólo está con él por el dinero, ella no sabe amar a nadie –dice suave, la aparto con brusquedad. - Una vez creí en tus palabras, pero eso se terminó, estoy harto
Enith: Después de la visita a la casa de mis padres, había hecho lo que le prometí a mi hija, ir de compras, Amirov y yo habíamos acordado que él pagaría todo de Rachele, al menos lo que tuviera que ver con su educación, con lo básico de su guardarropa y algunos juguetes, ya que si deseaba darle algún gusto, no tenía inconvenientes. Había insistido cuando comencé a ganar bastante bien en que me dejara ayudarle con los gastos, pero se había negado diciendo que ese dinero era mío, para comprarme lo que quisiera en todo lugar y momento, él se encargaría de vestirnos y calzarnos, además de los costosos regalos que solía darme, cosas que al inicio dudaba en usar. Poco a poco fui aceptando todo, además me di cuenta que también podía hacerle regalos caros, él no se podía negar porque a final de cuentas, había gastado mi dinero en lo que se me pego la gana, por eso había muchas cosas que Amirov no sabía que compraba, de saberlo seguro se ofrecería a pagarlo, y pues no. - Mira mami, hay juego
Enith: La semana había transcurrido sin más incidentes, gracias al cielo, la noticia del intento de secuestro había salido en todos los noticieros, muchas amigas me habían hablado para saber como estaba, otras me habían detenido en la escuela para preguntarme si necesitaba algo, o si Rachele estaba bien y una sarta de tonterías. A Carlo y Leonard se les habían unido James y Preston, el primero estaba con Rachele, se paraba en la puerta hasta que mi pequeña saliera. Preston iba a todos lados conmigo, había decidido tomar algunos trabajos aquí, más que nada para no morir de aburrimiento. - Hola Maddie –digo tras responder el móvil, Preston me ayuda sosteniéndolo mientras cargo rollos de papel tapiz, en su mano llevaba algunas cosas, y se había colocado 2 rollos bajo la axila para poderme ayudar–, claro que sí, ¿te parece en media hora? –digo tras escuchar su invitación a comer–, muy bien, ahí nos vemos –sonrío antes de que Preston lo retire y cuelgue, le pido lo deje en la mesa en lo q
Enith: - Señora Bianchi –la voz de Carlo me saco de mi aturdimiento, tenía un cabestrillo y una venda en la cabeza. - ¿Qué pasó? –mi voz sale temblorosa, las lágrimas caían silenciosas. - Íbamos en camino al zoológico cuando un camión se quedó sin frenos e impactó del lado del señor y la señorita, él la abrazo para protegerla –siento mis piernas doblarse, Preston evita que caiga al suelo–, la señorita se desmayó pero el señor –baja la vista, mi labio inferior tiembla por el llanto, pronto mi cuerpo se sacude. - No, no –niego mientras siento el dolor recorrer todo mi cuerpo–, no, él no –grito con desesperación, de no ser por Preston seguro estaría removiéndome como una loca. - ¿Familiares de Rachele Bianchi? –dice una mujer, como puedo me pongo de pie y camino hacia ella. - Soy su madre –mi voz sale temblorosa–, ¿qué ocurre, cómo está? –poco me faltaba para sacudirla. - Esta bien, sigue inconsciente pero el doctor Solon quiere hacerle algunos estudios complementarios –muerdo mi l
Enith: No supe cuánto tiempo estuve inconsciente, al despertar estaba en un sofá largo, la señora Caruso me observaba con alivio, me siento con cuidado y noto que estoy en un cuarto de hospital, entonces veo a mi pequeña, me pongo de pie y me apresuro hacia ella para verla mejor. - ¿Mami? –dice suave tras abrir sus ojitos, acaricio su cabello. - Mami está aquí –susurro suave, ella asiente y se queda dormida, beso su frente y giro para ver a la señora Caruso. - Dorme da più di 4 ore, ho detto al dottore che è meglio portarla qui (Ha estado durmiendo por más de 4 horas, le dije al doctor que era mejor traerla aquí) –asiento, era mejor así, creo que habría sido peor para mi salud mental si despertaba en una habitación vacía. - Grazie signora Caruso, sa se il dottore è ancora in servizio? (Gracias señora Caruso, ¿sabe si el doctor sigue de guardia?) –ella asiente, salgo para buscarlo, necesitaba saber que procedería ahora que no era donante, Dios mío, estaba embarazada y él no estaba–
Adley: Todo aquello había caído como un balde de agua helada, era el padre de una preciosa niña de ocho años, y encima, tenía que donarle médula ósea. - ¿Por qué nunca me dijiste? –pregunto entre enojado, confundido y feliz. - Por favor Adley, ¿no recuerdas lo que me dijiste ese último día juntos? Pues yo sí, te las recuerdo: “la amo de verdad, y a partir de mañana, seré un hombre diferente, entregado a ella y a la familia que formemos, ¿verdad qué entiendes?” –cierro los ojos, podía recordar con claridad ese fatídico día–. ¿Pues qué crees? Que lo entendí perfecto, te dejé en paz como prometí hacerlo, porque ahora ese era mi problema, ¿a qué iba a volver, ah? –alza las manos molesta–, ¿a qué me llamaran zorra, la sucia amante?, ¿a qué mi hija le dijeran bastarda?, ¿qué la despreciaran como me despreciaban a mí? –ríe de manera ácida–. Pues no, podía soportar cualquier m****a que me echaran encima, pero no a mi bebé –sentencia con dureza, tenía razón, pero aun así–, y en mis planes no