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Una bala esquivada, faltan dos

Enith:

Cuando siento que no puedo más, ella alza la vista, camina hacia mí y temo que vaya a abofetearme, pero en lugar de eso, me abraza.

- Sé qué mi hijo te ama como tú lo amas, incluso ahora, ustedes dos cambiaron su vida y la mía, no imaginó a nadie más a su lado, esto no cambia lo mucho que las amo a las dos, y ahora a ese pequeño ser –dice suave, la abrazo con fuerza y lloramos.

- Ahora, lo siguiente que haré será hablar con ese tipo, y entre más rápido lo haga, tendré menos pendiente por mi hija ‒ella asiente de acuerdo, la abrazo de nuevo, no quería, de verdad que no quería, pero la vida de mi hija dependía de eso.

Salimos de aquella habitación, me acerco al cuarto de mi hija y tras ver que duerme, voy donde Amirov, me dejaban estar un rato, cinco o diez minutos.

- Sólo cinco minutos señora Bianchi ‒asiento a la enfermera, entro cerrando la puerta una vez que lo hago, me acerco a él, me siento a su lado y sostengo su mano.

- Querido, tengo que hacer algo que no quiero, si tan sólo abrieras los ojos y pudieras acompañarme, no me sentiría tan ansiosa ‒la alzo y beso el dorso, recargo mi mejilla en ella.

Cuando se termina el tiempo salgo de la habitación y voy hacia la de mi pequeña, entro y me siento en la silla frente a ella, acaricio suave su mano, nada importaba salvo su vida y bienestar, incluso si tenía que suplicar, lo haría.

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