—¿Para la señora de la casa? —preguntó esperando que el repartidor volviera a hablar y le entregara el ramo y verle el rostro. Ella no estaba loca, tampoco se estaba imaginando cosas, ¿verdad?—Sí. —Leandro se quedó de piedra al escuchar la voz de Isabelle, su corazón latió acelerado, las manos le temblaron. ¡Estaba delante de Isabelle!—En esta casa vivimos tres mujeres —le informó ella y Leandro tragó el nudo que le subió a la garganta. No podía dejar que Isabelle lo reconociera o lo poco que había conseguido se echaría a perder.Ella podía pensar lo peor de él y no lo deseaba, por lo que carraspeó y aprovechó la ventaja de traer casco.—Son para la señora Isabelle —murmuró, tratando de cambiar el tono de su voz.—¿Quién las envía? —preguntó ella, notando el cambio en la voz del hombre.—No lo sé, señora, yo solo soy el repartidor.—Entonces, no puedo recibirlas —comentó Isabelle, haciendo que Leandro bajara las rosas que le servía como escudo. Ella no iba a reconocerlo o eso espera
Isabelle se despertó más tarde de lo habitual, aunque no iba a la oficina esa mañana, tenía que alistar a Alessandro para su cita con Leandro. Allí estaba el motivo de su desvelo.Su primer error fue haberle dado crédito a las palabras del repartidor. Leandro no sabía su ubicación el día jueves, ella había hablado con su abuela por la noche y era muy probable que el viernes por la mañana, tampoco lo supiera. Así que, lo mejor que pudo hacer fue descartar esa posibilidad, claro que cuando lo desestimó, pasaba de la media noche.La segunda razón que le quitó el sueño, fue pensar que Leandro estaría en su casa. Sabía que, a partir de hoy, no podría esconderse más, tampoco tenía por qué hacerlo. Ella no había matado a nadie.Los suaves toques a la puerta la sacaron de sus pensamientos.—Adelante —indicó, levantándose de la cama.—¡Buenos días! —la saludó Milena, traía a Alessandro en brazos.—¡Ma! —gritó el niño lanzándose sobre ella.Isabelle lo abrazó y lo besó. Su chiquito traía un pij
Leandro no meditó sus palabras a la hora de ofrecerse, pero no se echaría atrás, sin importar que, él también estaba invitado a ese baile, podría arreglárselas con Luis para no asistir. Pondría cualquier excusa, incluso, podría fingirse enfermo si era preciso, todo con tal de quedarse con su hijo.Él esperó una respuesta por parte de Isabelle; sin embargo, el silencio se extendió entre ellos, y eran únicamente los balbuceos de Alessandro los que evitaban un silencio sepulcral en la sala.—Isabelle —pronunció Leandro, ganándose una seria mirada de su parte.—Alessandro tiene quien lo cuide, Leandro, además, tú tienes que volver, ¿no?—No, no voy a irme de la ciudad y en cuánto a Alessandro ¿quién mejor para cuidarlo que su padre? —le preguntó y sin dejarle responder continúo—. Entiendo tu desconfianza y el que tengas reservas hacia mí, no he sido un buen hombre contigo y con Alessandro, pero he expresado mi arrepentimiento, Isabelle, jamás volveré a hacerle daño a mi hijo ni a ti.Isab
Isabelle sintió la intensa mirada de Leandro sobre ella, sus manos se cerraron en dos fuertes puños para evitar su temblor. Cuando se decidió por el vestido, se olvidó de que él podía estar esperando en la sala, solo se dejó llevar por un momento de entusiasmo. Era su primera fiesta como cabeza de la constructora y quiso lucir guapa. Por lo que escogió un vestido tallado que le marcaba la figura. El peso que había ganado luego del embarazo solo sirvió para que su figura dejara de ser la de una muchachita de dieciocho.La boca de Isabelle se secó en el momento que vio a Leandro levantarse del sillón y caminar en su dirección. ¿Qué era lo que pretendía al acercarse? El que le ofreciera una tregua por el bien de Alessandro no los convertía en amigos, se lo había dejado muy claro. Tal vez… se había equivocado.—Te ves hermosa —susurró él, viéndola con intensidad, conteniéndose para no subir los escalones que la separaban de ella y tomarla entre sus brazos.Isabelle se mordió el labio con
Isabelle empujó la puerta tratando de no hacer ruido y caminó lenta y silenciosamente al interior de la habitación, el corazón le zumbó al fijarse en la figura de Leandro. Él dormía con Alessandro sobre su pecho.Ella no había esperado encontrarse con una escena tan… tierna y menos sentirse emocionada. Isabelle no era de hierro y no pudo evitar sentirse conmovida al ver cómo los dedos de su hijo se cerraban sobre la camisa de Leandro, como si temiese que él lo dejara. Su corazón se estremeció y luchó para no echarse a llorar y despertarlos.Leandro se veía sereno, como pocas veces pudo verlo. No es que se quedara hasta tarde solo para verlo dormir, pero en el último mes que estuvieron juntos, solía levantarse por las noches para usar el baño. Era en esos momentos robados al tiempo que podía apreciar su belleza, en más de una ocasión se atrevió a acariciar su rostro, sintiendo la suavidad de su piel bajo la yema de sus dedos.Isabelle se mordió el labio e hizo acopio de toda su fuerza
Leandro sabía que su atrevimiento podía tener consecuencias catastróficas para su relación con Isabelle, pero no pudo contenerse. Recordar los eventos del pasado, solo hicieron que su deseo por abrazarla y besarla se intensificara. Quería sentir los húmedos labios de Isabelle una vez más.El corazón de Isabelle martilló dentro de su pecho, se sintió mareada y sobrepasada por las emociones y revelaciones de esa noche. Empujó a Leandro y salió corriendo de la cocina, agradeció estar descalza para no hacer ningún ruido y despertar a los demás. Abrió y cerró la puerta, recargándose contra la madera. Sentía que las piernas le iban a fallar de un momento a otro, mientras sentía culpa al darse cuenta de que Leandro no fue el único que falló en la relación. No hablar sobre Juan Carlos fue el detonante de todo. Eso no hacía menos culpable a Leandro, pero casi los dejaba en igualdad de condiciones.«Mientras yo discutía con ellos por ti, volviste a irte con él.»Gruesas lágrimas cayeron por su
Luis dio dos pasos hacia atrás, su pierna chocó contra el sillón impidiéndole escapar.—Tranquilo, hombre, solo estaba haciendo una observación. No se puede negar la belleza de tu mujer —dijo con prisa.Leandro lo miró con ojos asesinos y Luis entendió rápidamente que si continuaba hablando metería la pata hasta el fondo, así que levantó su mano libre en señal de rendición.—Olvida lo que dije, hermano. De verdad, no ha sido mi intención ofenderte ni ofender a la madre de tu hijo —habló con premura.Leandro no tenía ánimo para continuar con la conversación, caminó hasta la mesa donde dejó la taza de café y salió de la habitación. Necesitaba pensar, despejar la mente y prepararse para lo que pudiera venir…Mientras tanto, Isabelle no pudo dejar de pensar en las palabras de Leandro, tampoco en los recuerdos que empezaron a golpearla cada vez con más fuerza. El resto del domingo fue terrible para ella y aunque trató de distraerse jugando con Alessandro, le fue imposible apartar de su cab
Todas las terminaciones nerviosas de Isabelle cobraron vida al sentir la húmeda boca de Leandro sobre la suya. Su corazón cambió su ritmo cardiaco, su pulso vibraba a un lado de su cuello y por un momento no supo qué hacer. Estaba sucediendo de nuevo, ¡Leandro la estaba besando otra vez!Leandro se preparó para el rechazo y quizá hasta para ser golpeado cuando sintió las manos de Isabelle sobre su pecho, pero jamás para ser correspondido. Cuando Isabelle abrió los labios y le dio completo acceso a su boca, fue el paraíso para él.Isabelle enredó los dedos en los cortos cabellos de Leandro y presionó un poco hacia ella para profundizar el beso, no entendía su propio comportamiento y se negó a escuchar la vocecita en su cabeza que la llamaba a recuperar la razón.Leandro abrazó el cuerpo de Isabelle, la estrechó por la cintura y sin liberar sus labios la levantó y colocó sobre la fina y larga mesa, colocándose entre sus piernas. Haciendo que sus sexos se encontraran. Ella movió las cade