«Voy a conquistarte.»Isabelle miró a Leandro, sentado sobre la alfombra mientras jugaba con Alessandro. Se mordió el labio al darse cuenta de lo mucho que disfrutaba de verlos juntos, compartiendo como padre e hijo. Sobre todo, de lo feliz que Alessandro se mostraba cada vez que estaba con él.En algún momento, llegó a pensar que Alessandro iba a sentir rechazo por su padre, pero se alegraba de que no fuera el caso.—¿Es en serio? —preguntó Milena, parándose a su lado.—¿De qué hablas?—De él —dijo, señalando en dirección de Leandro—. Pensé que solo vería a Alessandro los fines de semana. La impresión que tuve cuando viajamos a la ciudad era que no querías verlo, ni que te viera —comentó la muchacha.—Han pasado algunas cosas desde entonces, Milena —respondió ella con un ligero suspiro.—Supongo que cosas buenas —meditó la joven.Isabelle asintió.—Hemos aclarado algunas cosas del pasado que de alguna manera me han ayudado a entender donde fallamos como pareja.—Todos nos equivocamos
Isabelle cerró la puerta y se recargó contra la madera, el corazón le zumbaba tanto que, pensó que se le saldría del pecho. Sus manos estaban sudando y la boca se le había secado. ¿En qué diablos estaba pensando para robarle un beso a Leandro? ¡Él estaba dormido! Pero verlo así, tan calmado y sereno durmiendo con su hijo, era demasiado para su corazón.—¿Isabelle? Ella miró a Carolina acercándose por el pasillo, se sonrojó ligeramente como si la joven pudiera adivinar lo que había hecho dentro de la habitación.—Pensé que estabas dormida —musitó, bajando la mirada para encontrar la camisa de Leandro en las manos de Carolina. Una punzada de celos le atravesó el corazón.—Oh, no, me dispuse a limpiar la sala. Pero antes, el señor Leandro me había pedido que le lavara la camisa. Me ocupé y me olvidé de que la dejé en la secadora.Isabelle se preguntó porque Leandro se había quitado la camisa. ¿Qué era lo que estaba haciendo para necesitar lavarla?—Estaba cambiando a Alessandro y parece
Leandro detuvo sus pasos al sentir la distancia que Isabelle estaba dejando entre los dos. Por un momento temió que se arrepintiera de venir con él, pero recordó que era mejor no hacer conclusiones precipitadas. En el pasado ese fue su gran error.—¿Por qué te quedas atrás? —le preguntó, estaban frente a la puerta de la casa de sus tíos.—Bueno, me siento un poco nerviosa. No sé cuánto sepan nuestros tíos sobre lo que sucedió entre nosotros.Leandro se acercó a ella, le tomó la mano y enredó sus dedos. Era un acto simple, pero que causó una sensación agradable a los dos.Isabelle miró sus dedos entrelazados con los de Leandro y luego levantó el rostro para perderse unos pocos segundos en sus ojos.—Es probable que estén al tanto de todo lo que pasó, Isa —musitó—. De todas maneras, ¿no estamos dejando el pasado atrás? —le cuestionó con suavidad.Isabelle se mordió el labio con fuerza, era verdad, si querían empezar algo, tenían que dejar el pasado atrás.—Vamos, Isa —la animó con una l
«“¿Romance entre los nuevos herederos?”»Leandro leyó el titular dos veces más, superó la amargura que le subió por la garganta y le provocó una opresión fuerte en el pecho. Él se concentró en la foto. Si fuera el hombre inmaduro e inseguro del pasado, se habría tragado y atorado con ese tipo de titular, pero podía ver claramente la distancia que había entre ellos y no, no hablaba de la distancia corporal, sino de esa barrera que había en sus miradas. Había respeto, cariño, pero no amor…Los suaves pasos de Isabelle le hicieron cerrar la revista y dejarla en el mismo lugar de donde la tomó, se acomodó en el sillón y la vio aparecer por las escaleras.—Lamento la demora, pero escuché a Alessandro balbucear —le explicó.—¿Se despertó? —cuestionó él, viéndola con atención. Fijándose en cada curva que el vestido abrazaba y del cual sí se sentía celoso.—No, pero creo que estaba soñando —dijo, dejando una pequeña caja delante de él—. Esto es para ti —añadió.Leandro enarcó una ceja.—¿Para
Leandro sintió un escalofrío recorrer su espalda, sus piernas casi perdieron su fuerza al sentir la pequeña y cálida mano de Isabelle sobre su duro pene. El grito que abandonó su garganta fue sorprendente incluso para él.—Isabelle —musitó luego de haber gritado su nombre.Ella sonrió, dejó la pequeña maceta sobre lo primero que encontró y volvió una de sus manos al cuello de Leandro mientras la otra acariciaba su entrepierna sin vergüenza.—No quiero pensar —musitó ella, estirándose sobre la punta de sus pies para tomar los labios de Leandro entre los suyos. Sintiendo cómo una ráfaga cálida, le atravesaba el cuerpo de pies a cabeza. Era placer. Un delicioso y maravilloso placer que le hizo apartar el grito de la razón que venía de algún lado de su cabeza.Isabelle no quería pensar, ahora mismo no necesitaba razonar sobre sus actos, todo lo que quería era dejarse consumir por el fuego voraz que nacía desde lo más profundo de sus entrañas. Sentía que, de no hacerlo, iba a incinerarse.
«Creo que esto no debió pasar.»Isabelle recargó el cuerpo contra la puerta del baño, su corazón estaba latiendo a mil por hora mientras ella temblaba de pies a cabeza como una hoja mecida por el viento. ¿Qué le había sucedido? ¿Por qué se dejó llevar de esa manera? ¿Arruinaría esto el acuerdo que ya tenía con Leandro?Gruesas lágrimas se derramaron de los ojos de Isabelle, ella quería ir paso a paso y no volver a lanzarse de cabeza como ya lo había hecho una vez, ¿por qué no era capaz de aprender del pasado?«Por qué en el fondo de tu corazón sabes que lo amas y tienes miedo de volver a sufrir.»Aquel pensamiento la sacudió de pies a cabeza cuando la realidad la golpeó con violencia. Estaba enamorada. ¡Estaba enamorada de Leandro! La revelación de sus sentimientos fue como un golpe en la boca del estómago que la dejó sin aire y un gemido salió de sus labios.¿Tenía miedo?Sí.Tenía mucho miedo de volver a sufrir, era algo que no podía evitar con todo lo que había vivido en los últim
Leandro e Isabelle volvieron a casa, tuvieron que hacerlo por separado, ya que él había venido en su propio auto. Sin embargo, eran conscientes que esa distancia no era solo física, sino también emocional.—¿Estás bien? —le preguntó Milena, cuando ya estaban por bajarse del auto. Isabelle no tuvo tiempo de responder, pues Leandro se acercó y abrió la puerta de Milena.—Voy a llevar a Alessandro a su habitación —dijo, viendo a Isabelle y luego tomando al niño en brazos.Milena no se negó, le entregó a Alessandro que sería dormido, tomó la pañalera, pero no salió del auto.—Isabelle… —Milena no sabía si era correcto preguntar lo que sucedía entre ellos, era evidente que algo pasó. La actitud sería de Leandro y el rostro afligido de Isabelle hablaban por sí solo.—Estoy bien, Milena —le susurró.—Te ves muy afligida, ya el doctor dijo que Alessandro está bien y que se pondrá mejor en pocos días.—Lo sé y no sabes la tranquilidad que me ha dado.—¿Entonces?—Hay algo que tengo que hacer,
Isabelle miró a sus padres, su madre dio un paso adelante y ella por instinto dio un paso atrás mientras sus manos se aferraron al cuerpo pequeño de Alessandro, ajeno al cúmulo de emociones que Isabelle experimentaba.Él balbuceó rompiendo el silencio sepulcral que llenó la sala, se movió inquieto y se giró para ver a su padre.—Pa-pá —pronunció, haciendo que Leandro se girara.Él caminó hasta donde Isabelle estaba parada como si fuera una estatua, sus ojos estaban abiertos, dejando claro que no esperaba encontrarse con sus padres. Él tampoco esperaba que llegaran, pero no podía correrlos, en primer lugar, porque no era su casa.—¿Alessandro? —susurró Anabella dando un paso hacia el frente, sintiendo el peso de la culpa presionar su corazón.—Sí —respondió Isabelle al tiempo que Alessandro estiraba los brazos para que su padre lo abrazara. El pequeño se aferró al cuello de Leandro y escondió su rostro, para él, ellos eran extraños.—Es tan bello —dijo.Isabelle sintió un nudo subirle