Leandro sintió un escalofrío recorrer su espalda, sus piernas casi perdieron su fuerza al sentir la pequeña y cálida mano de Isabelle sobre su duro pene. El grito que abandonó su garganta fue sorprendente incluso para él.—Isabelle —musitó luego de haber gritado su nombre.Ella sonrió, dejó la pequeña maceta sobre lo primero que encontró y volvió una de sus manos al cuello de Leandro mientras la otra acariciaba su entrepierna sin vergüenza.—No quiero pensar —musitó ella, estirándose sobre la punta de sus pies para tomar los labios de Leandro entre los suyos. Sintiendo cómo una ráfaga cálida, le atravesaba el cuerpo de pies a cabeza. Era placer. Un delicioso y maravilloso placer que le hizo apartar el grito de la razón que venía de algún lado de su cabeza.Isabelle no quería pensar, ahora mismo no necesitaba razonar sobre sus actos, todo lo que quería era dejarse consumir por el fuego voraz que nacía desde lo más profundo de sus entrañas. Sentía que, de no hacerlo, iba a incinerarse.
«Creo que esto no debió pasar.»Isabelle recargó el cuerpo contra la puerta del baño, su corazón estaba latiendo a mil por hora mientras ella temblaba de pies a cabeza como una hoja mecida por el viento. ¿Qué le había sucedido? ¿Por qué se dejó llevar de esa manera? ¿Arruinaría esto el acuerdo que ya tenía con Leandro?Gruesas lágrimas se derramaron de los ojos de Isabelle, ella quería ir paso a paso y no volver a lanzarse de cabeza como ya lo había hecho una vez, ¿por qué no era capaz de aprender del pasado?«Por qué en el fondo de tu corazón sabes que lo amas y tienes miedo de volver a sufrir.»Aquel pensamiento la sacudió de pies a cabeza cuando la realidad la golpeó con violencia. Estaba enamorada. ¡Estaba enamorada de Leandro! La revelación de sus sentimientos fue como un golpe en la boca del estómago que la dejó sin aire y un gemido salió de sus labios.¿Tenía miedo?Sí.Tenía mucho miedo de volver a sufrir, era algo que no podía evitar con todo lo que había vivido en los últim
Leandro e Isabelle volvieron a casa, tuvieron que hacerlo por separado, ya que él había venido en su propio auto. Sin embargo, eran conscientes que esa distancia no era solo física, sino también emocional.—¿Estás bien? —le preguntó Milena, cuando ya estaban por bajarse del auto. Isabelle no tuvo tiempo de responder, pues Leandro se acercó y abrió la puerta de Milena.—Voy a llevar a Alessandro a su habitación —dijo, viendo a Isabelle y luego tomando al niño en brazos.Milena no se negó, le entregó a Alessandro que sería dormido, tomó la pañalera, pero no salió del auto.—Isabelle… —Milena no sabía si era correcto preguntar lo que sucedía entre ellos, era evidente que algo pasó. La actitud sería de Leandro y el rostro afligido de Isabelle hablaban por sí solo.—Estoy bien, Milena —le susurró.—Te ves muy afligida, ya el doctor dijo que Alessandro está bien y que se pondrá mejor en pocos días.—Lo sé y no sabes la tranquilidad que me ha dado.—¿Entonces?—Hay algo que tengo que hacer,
Isabelle miró a sus padres, su madre dio un paso adelante y ella por instinto dio un paso atrás mientras sus manos se aferraron al cuerpo pequeño de Alessandro, ajeno al cúmulo de emociones que Isabelle experimentaba.Él balbuceó rompiendo el silencio sepulcral que llenó la sala, se movió inquieto y se giró para ver a su padre.—Pa-pá —pronunció, haciendo que Leandro se girara.Él caminó hasta donde Isabelle estaba parada como si fuera una estatua, sus ojos estaban abiertos, dejando claro que no esperaba encontrarse con sus padres. Él tampoco esperaba que llegaran, pero no podía correrlos, en primer lugar, porque no era su casa.—¿Alessandro? —susurró Anabella dando un paso hacia el frente, sintiendo el peso de la culpa presionar su corazón.—Sí —respondió Isabelle al tiempo que Alessandro estiraba los brazos para que su padre lo abrazara. El pequeño se aferró al cuello de Leandro y escondió su rostro, para él, ellos eran extraños.—Es tan bello —dijo.Isabelle sintió un nudo subirle
Leandro acarició la mano de Isabelle y entrelazó sus dedos, diciéndole silenciosamente que estaba allí y que no iba a irse a ningún lado. Ella le dedicó una mirada de agradecimiento antes de volver su atención hacia su madre y su hijo.Anabella besó al pequeño Alessandro, quien se movió un poco agitado por los cariñitos que le estaban dando y porque no conocía a la mujer que lo abrazaba.—Mira Alex, es tan hermoso. Es nuestro nieto —dijo con voz ahogada, mirando los ojos llenos de lágrimas de su marido.Alejandro acarició la pequeña cabeza de Alessandro y le alborotó los cabellos mientras el sentimiento de culpa fue haciéndose más y más grande. Sintiendo que en cualquier momento iba a sofocarse por la presión que sentía en el pecho. Se había equivocado terriblemente al exponer la vida de su hija y de su nieto. Como padre, había fallado, pero no quería hacerlo como abuelo.—Es muy hermoso —musitó con la voz ahogada por las lágrimas y la culpa. Si pudiera volver al pasado y cambiar las
Lía escuchó discutir a sus padres por tercera vez de lo que iba de la tarde. Desde que Leandro se marchó, no había día que no sucediera. Discutían por una u otra cosa. Aunque ella había creído que el enojo de su padre era por la ausencia de Leandro, quien era su brazo derecho en los hoteles. Hoy le quedaba claro que no.—No puedes continuar reprochándome nada, Luca —escuchó a su madre rebatir a algo que su padre dijo y no alcanzó a oír.—Claro que puedo, Allegra.—¡No! ¡No puedes! Tú menos que nadie, Luca. Fuiste tú quien se empeñó a que Leandro se casara con Isabelle, has sido tú quien lo metió en todo esto.—Te dejé claro los motivos en ese momento y pensé que lo habías entendido, Allegra. Te dije claramente que ningún nieto mío iba a nacer fuera del matrimonio y desprotegido.—Y lo único que conseguiste con todo eso fue que nuestro hijo se accidentara en su noche de bodas —le recordó Allegra y Lía se estremeció desde donde escuchaba.—No, no fue mi culpa que Leandro tomara una deci
—Son para la señora de la casa —dijo el repartidor, dando un paso en dirección de Isabelle. Ella dio un paso atrás, hasta que recordó que estaba en su casa y se detuvo.—La última vez que vino, le pedí que no regresara —respondió ella sin tomar las flores que el hombre extendía delante de ella.—¿De verdad? —preguntó él e Isabelle pudo jurar que escuchó una pequeña risita siendo sofocada por el casco.—Por favor, váyase —insistió, pensando en que Leandro volvería en cualquier momento.—No puedo volver…—No voy a recibirlas, esta vez no creeré que tenga que pagarlo de su sueldo y si es el caso, lo lamento por usted —espetó, para darse la vuelta y cerrarle la puerta en las narices.—Me dijiste que podía venir y quedarme hoy.Isabelle abrió los ojos de par en par y lentamente, se giró para quedar de nuevo delante del repartidor.—¿Qué? —preguntó casi ahogándose con su propia saliva.Leandro se quitó el casco con la mano libre y le sonrió.—¿Eras tú? —le cuestionó, tenía los ojos muy muy
Leandro miró a su padre y fue como si lo viera por primera vez.—¿Cómo que has dejado a mi madre? —preguntó sin esconder su sorpresa.—Todo lo que hemos hecho los últimos meses ha sido discutir, no puedo llegar a un acuerdo con ella, hijo, yo… necesito hablar contigo —dijo Luca, viendo con detenimiento a Leandro.Él miró la hora en su reloj. Isabelle lo esperaba en el restaurante y no pensaba dejarla plantada.—Hablaremos todo lo que quieras, papá, pero no será ahora.—Leandro…—Supongo que estás quedándote en uno de los apartamentos que tienes en la ciudad.—Sí.—Te buscaré ahí esta noche, ahora si me disculpas, tengo una cita a la que únicamente muerto podría faltar —dijo, tocando el hombro de Luca.Si Luca se vio sorprendido por la actitud de su hijo o por sus palabras, no tuvo tiempo de manifestarlo, Leandro se marchó sin mirar atrás. Y el sin sabor que le dejó a Luca su actitud fue horrible. Indiferencia.¿Era así como su hijo se había sentido todos esos meses…? Luca no quería co