—Son para la señora de la casa —dijo el repartidor, dando un paso en dirección de Isabelle. Ella dio un paso atrás, hasta que recordó que estaba en su casa y se detuvo.—La última vez que vino, le pedí que no regresara —respondió ella sin tomar las flores que el hombre extendía delante de ella.—¿De verdad? —preguntó él e Isabelle pudo jurar que escuchó una pequeña risita siendo sofocada por el casco.—Por favor, váyase —insistió, pensando en que Leandro volvería en cualquier momento.—No puedo volver…—No voy a recibirlas, esta vez no creeré que tenga que pagarlo de su sueldo y si es el caso, lo lamento por usted —espetó, para darse la vuelta y cerrarle la puerta en las narices.—Me dijiste que podía venir y quedarme hoy.Isabelle abrió los ojos de par en par y lentamente, se giró para quedar de nuevo delante del repartidor.—¿Qué? —preguntó casi ahogándose con su propia saliva.Leandro se quitó el casco con la mano libre y le sonrió.—¿Eras tú? —le cuestionó, tenía los ojos muy muy
Leandro miró a su padre y fue como si lo viera por primera vez.—¿Cómo que has dejado a mi madre? —preguntó sin esconder su sorpresa.—Todo lo que hemos hecho los últimos meses ha sido discutir, no puedo llegar a un acuerdo con ella, hijo, yo… necesito hablar contigo —dijo Luca, viendo con detenimiento a Leandro.Él miró la hora en su reloj. Isabelle lo esperaba en el restaurante y no pensaba dejarla plantada.—Hablaremos todo lo que quieras, papá, pero no será ahora.—Leandro…—Supongo que estás quedándote en uno de los apartamentos que tienes en la ciudad.—Sí.—Te buscaré ahí esta noche, ahora si me disculpas, tengo una cita a la que únicamente muerto podría faltar —dijo, tocando el hombro de Luca.Si Luca se vio sorprendido por la actitud de su hijo o por sus palabras, no tuvo tiempo de manifestarlo, Leandro se marchó sin mirar atrás. Y el sin sabor que le dejó a Luca su actitud fue horrible. Indiferencia.¿Era así como su hijo se había sentido todos esos meses…? Luca no quería co
Leandro estaba sin palabras, de todo lo que podía esperar en ese momento no era precisamente una disculpa de su padre y menos esperaba verlo llorar. Desde que tenía memoria, no podía recordar haber visto a su padre así, en ese estado tan lamentable, pero que le resultaba muy familiar.—Lo siento, en verdad, lo lamento. Me cegué y cedí a la petición de Alejandro, nunca imaginé que las cosas iban a salirse de control. Discutí con tu madre esa primera vez, quizá debí escucharla, pero me dejé llevar por mi orgullo.Leandro se alejó de su padre, caminó hasta pararse detrás del sillón, como si necesitara un escudo, era ilógico, pero real.—¿Y estás seguro de que no estás haciendo lo mismo ahora, papá? —le cuestionó sin apartar la mirada.Luca se mesó el cabello.—Hay cosas que no se pueden cambiar, pero no termines con un matrimonio de tantos años, por mí —dijo.—Te he dicho que no ha sido por ti, hijo.—Sabes que es la verdad, papá. Si no fuera por mi situación, ustedes no estarían separán
Isabelle se mordió el labio y un ligero cosquilleo le recorrió el cuerpo cuando cayó sobre la suave cama, las frescas sábanas no ayudaron a apaciguar el calor que sentía. La mirada de Leandro era ardiente como el fuego y todo en ella saltó a la vida. Su corazón latía agitado y su entrepierna se contrajo, sabía de lo que Leandro era capaz y estaba deseándolo más que a nada en el mundo.—Te he extrañado tanto —le dijo con voz ronca. Un tono que provocó que la piel de Isabelle se erizaba.—Te deseo tanto como el aire que respiro —respondió ella, viendo cómo la mirada de Leandro cambiaba. Ahora, era lo más cercano a un animal en plena caza y ella estaba más que dispuesta a convertirse en su presa. Lo necesitaba.Leandro se despojó de su ropa con rapidez e Isabelle tuvo que contener la respiración al verlo.Isabelle se levantó de la cama y se sentó a la orilla para tener una mejor visión del cuerpo de Leandro.—Tan perfecto —musitó ella, sacando la punta de su lengua y humedeciéndose los l
Isabelle se levantó de la silla, sentía las piernas entumecidas por el tiempo que llevaba sentada y por la actividad fogosa de la noche anterior con Leandro. Solo recordar todo lo que habían hecho encendía su cuerpo y le hacía desear perderse de nuevo entre las mieles del amor y olvidarse hasta de su nombre; sin embargo, eso tendría que esperar. No iba a desviarse de sus objetivos y cada momento tenía su tiempo.—¿Puedo pasar?Isabelle miró a Marco en el umbral de la puerta, traía dos tazas de café en la mano.—Pasa.—¿Cansada? —preguntó, sentándose en la silla.—He estado revisando el contrato que se enviará a Mazatenango. El ingeniero Mendoza espera tenerlos a más tardar mañana antes del mediodía.—¿Te hace falta mucho?—No. Ya los he firmado. ¿Quieres echarle un ojo?—Confío en ti, Isabelle —dijo—. Voy a reunirme con el jefe de cuadrilla. Le pediré que prepare a los muchachos. También hablaré con Ismael para que nos tenga preparado el presupuesto de viáticos.—Gracias, Marco.—No t
Un silencio sepulcral se adueñó de la sala. Ni Isabelle ni Leandro dieron un paso más, mirando cómo Allegra se ponía de pie al verlos. Ella se veía sorprendida, por lo que ninguno de los dos podía pensar que fueron traídos con engaños.—Leandro, Isabelle —susurró Allegra dando un paso hacia ellos. Haciendo que el cuerpo entero de la joven temblara y que por instinto diera un paso atrás.—No te acerques más, mamá —pidió Leandro, entregándole el niño a Isabelle e interponiéndose entre ellas, bloqueando la visión que Allegra tenía de Isabelle y el niño.La mujer se llevó una mano al pecho y los ojos se le inundaron de lágrimas.—Lo siento, hijo, no tenía idea de que tu madre vendría —se disculpó Alessia. La gemela estaba tensa como una cuerda de violín.Leandro le dedicó una mirada de compresión a Alessia, pero la mujer no pudo relajarse. Sus manos se aferraban a los brazos de la silla de ruedas.—Es verdad, he llegado de improvisto —musitó Allegra con voz ahogada—. Viene a buscarlos, Le
—De verdad, no puedo creer que le dijeras a Lía que podía venir hasta el lunes —comentó Isabelle. Habían regresado a casa.—¿Hice mal? —preguntó desconcertado.Leandro podía jurar que Isabelle no tenía rencor hacia su hermana, Lía, pero tal vez y solo tal vez…—Sí, de hecho, se escuchó muy feo. Va a pensar que no queremos recibirla en casa —argumentó, caminando detrás de él, subiendo a la habitación del niño.—¿Quieres decir que estás molesta porque le dije que viniera hasta el lunes y no porque acepté recibirla sin preguntarte? —cuestionó, acostando Alessandro en la cuna. El niño seguía dormido.—Sí.—¡Solo fui sincero! No eché a Carolina el fin de semana y hasta me faltó poco para mandarla con gastos pagados para tener a Lía en casa —se defendió.Isabelle casi sonrió.—Pero Lía, no es Caro.—Lo sé muy bien, Isabelle. Sé muy bien cuanto le debo a mi hermana, pero quiero un día a solas contigo y con nuestro hijo —se quejó, caminando hacia Isabelle. Ella se cruzó de brazos—. Voy a disc
Verónica se sentó en la silla más cercana al sentir que sus piernas le fallaban.—¿Cómo es posible? —susurró más para ella que para Alessandro.Él se acercó a ella y la tomó de la mano.—Espero que la aparición de Milena en la vida de Isabelle sea una mera casualidad, Vero, no quiero pensar que todo esto ha sido fríamente calculado por ella.Verónica bajó la mirada de nuevo a los papeles y continuó leyendo. No existía posibilidad alguna de que Valeria pudiera envenenar a Milena en contra de Isabelle o su familia. Según el informe, su hermana llevaba varios años fallecida.Un nudo se le formó en la garganta, había pasado mucho tiempo desde la última vez que supo de ella. Valeria nunca más volvió a buscarla, ni a molestarla. Se convirtieron en dos desconocidas que llevaban la misma sangre.—¿Verónica?—Está muerta, lleva muchos años fallecida —murmuró, arrugando los papeles, apretándolos entre sus dedos con fuerza.Verónica nunca pensó que iba a sentirse de aquella manera al saber a su