Isabelle se levantó de la silla, sentía las piernas entumecidas por el tiempo que llevaba sentada y por la actividad fogosa de la noche anterior con Leandro. Solo recordar todo lo que habían hecho encendía su cuerpo y le hacía desear perderse de nuevo entre las mieles del amor y olvidarse hasta de su nombre; sin embargo, eso tendría que esperar. No iba a desviarse de sus objetivos y cada momento tenía su tiempo.—¿Puedo pasar?Isabelle miró a Marco en el umbral de la puerta, traía dos tazas de café en la mano.—Pasa.—¿Cansada? —preguntó, sentándose en la silla.—He estado revisando el contrato que se enviará a Mazatenango. El ingeniero Mendoza espera tenerlos a más tardar mañana antes del mediodía.—¿Te hace falta mucho?—No. Ya los he firmado. ¿Quieres echarle un ojo?—Confío en ti, Isabelle —dijo—. Voy a reunirme con el jefe de cuadrilla. Le pediré que prepare a los muchachos. También hablaré con Ismael para que nos tenga preparado el presupuesto de viáticos.—Gracias, Marco.—No t
Un silencio sepulcral se adueñó de la sala. Ni Isabelle ni Leandro dieron un paso más, mirando cómo Allegra se ponía de pie al verlos. Ella se veía sorprendida, por lo que ninguno de los dos podía pensar que fueron traídos con engaños.—Leandro, Isabelle —susurró Allegra dando un paso hacia ellos. Haciendo que el cuerpo entero de la joven temblara y que por instinto diera un paso atrás.—No te acerques más, mamá —pidió Leandro, entregándole el niño a Isabelle e interponiéndose entre ellas, bloqueando la visión que Allegra tenía de Isabelle y el niño.La mujer se llevó una mano al pecho y los ojos se le inundaron de lágrimas.—Lo siento, hijo, no tenía idea de que tu madre vendría —se disculpó Alessia. La gemela estaba tensa como una cuerda de violín.Leandro le dedicó una mirada de compresión a Alessia, pero la mujer no pudo relajarse. Sus manos se aferraban a los brazos de la silla de ruedas.—Es verdad, he llegado de improvisto —musitó Allegra con voz ahogada—. Viene a buscarlos, Le
—De verdad, no puedo creer que le dijeras a Lía que podía venir hasta el lunes —comentó Isabelle. Habían regresado a casa.—¿Hice mal? —preguntó desconcertado.Leandro podía jurar que Isabelle no tenía rencor hacia su hermana, Lía, pero tal vez y solo tal vez…—Sí, de hecho, se escuchó muy feo. Va a pensar que no queremos recibirla en casa —argumentó, caminando detrás de él, subiendo a la habitación del niño.—¿Quieres decir que estás molesta porque le dije que viniera hasta el lunes y no porque acepté recibirla sin preguntarte? —cuestionó, acostando Alessandro en la cuna. El niño seguía dormido.—Sí.—¡Solo fui sincero! No eché a Carolina el fin de semana y hasta me faltó poco para mandarla con gastos pagados para tener a Lía en casa —se defendió.Isabelle casi sonrió.—Pero Lía, no es Caro.—Lo sé muy bien, Isabelle. Sé muy bien cuanto le debo a mi hermana, pero quiero un día a solas contigo y con nuestro hijo —se quejó, caminando hacia Isabelle. Ella se cruzó de brazos—. Voy a disc
Verónica se sentó en la silla más cercana al sentir que sus piernas le fallaban.—¿Cómo es posible? —susurró más para ella que para Alessandro.Él se acercó a ella y la tomó de la mano.—Espero que la aparición de Milena en la vida de Isabelle sea una mera casualidad, Vero, no quiero pensar que todo esto ha sido fríamente calculado por ella.Verónica bajó la mirada de nuevo a los papeles y continuó leyendo. No existía posibilidad alguna de que Valeria pudiera envenenar a Milena en contra de Isabelle o su familia. Según el informe, su hermana llevaba varios años fallecida.Un nudo se le formó en la garganta, había pasado mucho tiempo desde la última vez que supo de ella. Valeria nunca más volvió a buscarla, ni a molestarla. Se convirtieron en dos desconocidas que llevaban la misma sangre.—¿Verónica?—Está muerta, lleva muchos años fallecida —murmuró, arrugando los papeles, apretándolos entre sus dedos con fuerza.Verónica nunca pensó que iba a sentirse de aquella manera al saber a su
El rostro de Isabelle perdió todo color, miró a sus abuelos y se lamió los labios que de pronto estuvieron secos. ¿Cómo se había olvidado de contarle a sus abuelos que ella y Leandro eran pareja? ¿En qué estaba pensando para olvidarse de algo tan importante? Obviamente, no estaba pensando en nada ni en nadie que no fuera Leandro y el idilio de amor que estaban viviendo.Ella se mordió el interior de la mejilla, tenía que hablar con ellos, tenía que explicarles todo lo que había sucedido desde que no se veían y lo más importante, defender su amor por Leandro si llegaba a ser necesario. Aunque, sus abuelos no eran dictadores…—¿Y bien? —Cuestionó Sandro con voz severa.Isabelle tragó el nudo que se le formó en la garganta, se lamió de nuevo los labios, signo evidente de su nerviosismo.—Pasen —murmuró Isabelle, haciéndose a un lado y halando el brazo de Leandro para apartarlo del camino.Él pudo sentir el temblor en la mano de Isabelle al tomarlo del brazo y el deseo de protegerla se ad
Un silencio sepulcral le siguió a la confesión repentina de Verónica. Una confesión que dejó a las dos jóvenes con la boca abierta.Milena miró a Isabelle, pero se veía tan o más impactada que ella. No, Isabelle no sabía nada de esto y ella, no quería creer que tuviese una relación sanguínea con Verónica Santoro, era simplemente… imposible.—¿Está bromeando? —preguntó cuando estuvo segura de que su voz sonaría firme.—No, no estoy bromeando, Milena.—¿Cómo puede estar tan segura? Hay muchas personas que no solo comparten el mismo nombre, sino también el mismo apellido. Mi abuela y usted no pueden ser familia.—¿Por qué no? —cuestionó Verónica, levantándose del sillón y acercándose a ella.—Porque son como el día y la noche —dijo, pese a no conocerla jamás. Milena no tenía otra explicación para no haberla conocido.Mientras Verónica protegía y amaba a Isabelle, a ella la dejaron a su suerte. No conoció más amor que el de su padre y el de su abuela paterna. Fue un amor profundo, pero am
«Isabelle Santoro, ¿aceptas ser mi compañera por el resto de mi vida? ¿Quieres ser mi amada esposa, amiga y amante?» ¿Cuánto tiempo había pasado desde que Leandro se arrodilló delante de ella en pleno cumpleaños de Alessandro y le propuso matrimonio? Podía pensar que eran días, cuando en realidad había pasado un año desde aquella inesperada propuesta.Casarse no era algo que le preocupaba a Isabelle, pero al verlo, no pudo negarse y aceptó el anillo que Leandro le colocó en el dedo. Comprometiéndose a convertirse en su esposa.—Te ves hermosa, Isabelle —susurró Milena con una sonrisa de oreja a oreja.Isabelle se mordió el labio y con lentitud se giró para ver su imagen en el espejo. El vestido no era un típico corte de princesa. Se había decantado por un modelo con corte de sirena y de encaje. El velo era corto para que el estilo del vestido no se perdiera.—¿Puedo colocarte la tiara y el velo? —preguntó Anabella acercándose a ella.Isabelle la miró y asintió. Durante el último año
Epílogo Habían pasado cuatro años desde que Isabelle y Leandro se dieron el “Sí” delante de sus familias y unieron sus vidas en matrimonio. Cuatro años en los que sucedieron muchas cosas. Unas buenas y otras mejores.Milena y Juan Carlos se casaron seis meses después, luego de que Milena atrapara el ramo en la boda de Isabelle. El empresario no había dejado pasar la oportunidad y le pidió matrimonio a la joven unas semanas después. Ahora tenían un precioso hijo llamado Félix, de apenas un año. Un niño que se había convertido en la adoración de sus padres desde el primer minuto que supieron que venía en camino. Ni hablar de Bruno Torrebiarte, el hombre fue tan feliz, que le regaló a Milena un deportivo del año cuando Félix nació. Bruno era el abuelo que el niño necesitaba, y el padre en el que Juan Carlos se apoyaba.Isabelle sonrió, se sentía muy feliz por su mejor amigo y por su prima.—¿Qué es lo que te causa gracia? —le susurró Milena en el tono más bajo que pudo. Estaban en el s