Epílogo Habían pasado cuatro años desde que Isabelle y Leandro se dieron el “Sí” delante de sus familias y unieron sus vidas en matrimonio. Cuatro años en los que sucedieron muchas cosas. Unas buenas y otras mejores.Milena y Juan Carlos se casaron seis meses después, luego de que Milena atrapara el ramo en la boda de Isabelle. El empresario no había dejado pasar la oportunidad y le pidió matrimonio a la joven unas semanas después. Ahora tenían un precioso hijo llamado Félix, de apenas un año. Un niño que se había convertido en la adoración de sus padres desde el primer minuto que supieron que venía en camino. Ni hablar de Bruno Torrebiarte, el hombre fue tan feliz, que le regaló a Milena un deportivo del año cuando Félix nació. Bruno era el abuelo que el niño necesitaba, y el padre en el que Juan Carlos se apoyaba.Isabelle sonrió, se sentía muy feliz por su mejor amigo y por su prima.—¿Qué es lo que te causa gracia? —le susurró Milena en el tono más bajo que pudo. Estaban en el s
«¡Estamos embarazados!»Lía sonrió al recordar la noticia que Leandro le había dado esa misma tarde. Deseó estar a su lado, darle un fuerte abrazo y felicitarlo. Imaginaba lo feliz que se sentía al saber que iba a ser padre de nuevo. Sobre todo, porque las circunstancias eran muy distintas a la primera vez que supo que tendría un hijo con Isabelle.Esta vez tendrá la oportunidad de vivir con tranquilidad esos momentos que debían ser especiales para cada pareja, sin la intervención de terceros. Sin nadie señalando lo que estaba bien o lo que estaba mal.Lía suspiró y caminó por las calles de la Antigua. La conversación con Isabelle y Leandro la habían distraído momentáneamente, pero ahora, la soledad la devolvía a la realidad. La felicidad de su hermano y su esposa contrastaba con su propio tormento interno. Salvatore Rinaldi seguía siendo una presencia constante en sus pensamientos, una sombra que no podía sacudirse de encima.Se había enamorado de Salvatore desde que era joven, lo ha
«Nuestro hijo, Salvatore, salva a nuestro bebé».Lía se metió el puño en la boca para evitar que el sollozo abandonara sus labios. Enterarse de que Salvatore tendría un hijo, le hubiese dolido menos que saberlo en estas circunstancias. Ella ni siquiera había tocado a esa mujer; sin embargo, Paula la acusaba. ¡Estaba completamente loca!Con algo de dificultad se puso de pie, cerró la puerta con llave y se recargó contra la columna. La cabeza le dolía y la sangre humedecía su mejilla. Caminó hacia el baño para revisar la herida.Limpió la sangre de su rostro y se colocó unas mariposas para evitar que continuara sangrando. Se lavó el rostro y, por mucho que luchó para no echarse a llorar, al final se sintió abrumada por las duras palabras de Salvatore.«Si a mi hijo le pasa algo, juró que te mataré con mis propias manos.»Lía se estremeció al recordar el juramento de Salvatore, pero trató de no pensar. Ella no era culpable y tenía manera de demostrarlo. Entonces, Salvatore tendría que di
El timbre de la puerta hizo que Lía se estremeciera. Ella echó una última mirada al espejo y se levantó de la silla e ignoró deliberadamente el timbre. Recogió el desastre que había en su habitación, sin prisa y sin calma. La mano le temblaba, por lo que se obligó a relajarse.—¡Señorita Lía! ¡Señorita! Los gritos le hicieron dar un respingo. Se olvidó por completo de que los artesanos le habían prometido venir temprano para reunirse con ella.Lía se apresuró a la puerta, pero no se encontró con su gente. Si no con Victoria y su esposo Salvatore. Ella dio un paso atrás, ¿también venían a castigarla por lo que le pasó a Paula y su bebé?—Los señores la estaban buscando, señorita Lía —dijo el hombre detrás de Victoria.Lía asintió.—Gracias don Augusto. Me gustaría pedirle un favor —respondió, obligándose a mantener la calma.—Usted dirá, señorita.—¿Puede reunirse con sus compañeros y recoger la mercancía? —le preguntó, ignorando por completo a sus otras visitas. No quería hablar con
Salvatore golpeó el espejo con su puño hasta hacerlo añicos. Sabía muy bien que no debía beber; sin embargo, lo había hecho sin importarle nada más. Se sentía furioso por la pérdida del bebé, sobre todo, porque pudo haberlo evitado. Desde el momento que decidió apartar a Lía de su vida, también tuvo que alejarse él.Y, sin embargo, siguió buscándola en secreto, vigilándola todas las noches sin poder evitarlo. Sentía amor y odio al mismo tiempo por Lía que le robó la paz desde que se convirtió en una hermosa mujer.Desde que puso sus ojos en ella y la deseó para él… —¡Maldición! —gruñó. Tenía una lucha consigo mismo desde hacía años.Desde el momento que el matrimonio de Sophia se vio alterado por el intercambio de novios. Intentó ser parcial, trató por todos los medios de controlarse y no entrometerse. Era lo mismo que esperaba de Lía; sin embargo, ella no pudo quedarse al margen y terminó involucrándose en favor de Leandro, hasta el punto que terminó causándole daño a Matteo en su a
Salvatore salió de la pequeña sala donde le curaron las heridas, luego de agradecer a la enfermera se apresuró a la habitación de Paula. No sabía como darle la noticia, desde hace algún tiempo las cosas entre ellos no estaban bien, razón por la que decidió terminar con su relación, lo que nunca hubiese contemplado era la posibilidad de dejarla embarazada. Cuando ella le dio la noticia, las cosas cambiaron y le puso fecha a su matrimonio. Sin el bebé, ¿aún deseaba casarse con ella sin amarla? Ni siquiera debería pensar en dejarla.Respiró profundo varias veces antes de girar el pomo y abrir la puerta. Entró con sigilo para no despertarla, Paula se veía pálida, sus labios estaban resecos y había ojeras bajo sus ojos, sin embargo, la enfermera le había asegurado que durmió desde que salió de la sala.—¿Por qué llegas hasta ahora?Salvatore giró el rostro para encontrarse con la madre de Paula, la mujer estaba sentada en el sillón, en una esquina de la habitación.—Tuve algo que hacer —re
El silencio que le siguió a la confesión de Lía fue sepulcral, hasta pensó que Marco no la había escuchado y si era el caso, quizá era mejor así. Tal vez, era mejor dejarlo fuera de sus problemas con Salvatore.—¿Qué? —preguntó estupefacto ante la noticia.—No quiero hablar más sobre eso, Marco, por favor —le pidió.—No quiero abrumarte, Lía, pero quiero saber qué fue lo que sucedió para que esa bestia te hiciera daño.Lía respiró profundo, ahora que le había dicho a Marco el nombre de su atacante, tenía que terminar de contarle las cosas, por lo menos las que le dieron origen. Por lo que, le contó lo sucedido con Paula.—No puedo creer que Salvatore sea tan estúpido para creerle. Te conoce casi de toda la vida, ¿en qué mierda estaba pensando para no creerte?—Paula es su prometida y van a casarse.—¿Y qué? Eso no la convierte en una santa. A esa mujer, claramente, ¡le falta un maldito tornillo! —gritó enojado.Marco bajó del auto, sentía que iba a asfixiarse de continuar sentado en e
Lía necesitaba poner tierra de por medio entre Salvatore y ella, no confiaba en que él dejara las cosas así. Salvatore nunca tenía suficiente. Se pasó los últimos tres años atormentándola y culpándola por la muerte de Matteo que, inevitablemente, las acusaciones se arraigaron no solo en su mente, sino también en su corazón. Aceptando sin discutir sus humillaciones y palabras hirientes.Ahora se trataba de su hijo, estaba segura de que no iba a dejarla en paz. Salvatore era muy capaz de atormentarla hasta el final de sus días si no conseguía demostrar su inocencia.—¿En qué piensas? —preguntó Marco cuando entraron al centro de la ciudad. Lía aprovechó para traer las cajas que don Augusto recogió de los artesanos, pero no pensaba dejarlas en la tienda. Las dejaría en casa de sus padres, ahora mismo no consideraba ni su casa un lugar seguro.—En Leandro e Isabelle. ¿Sabes que están embarazados de nuevo? —preguntó con una ligera sonrisa.—Leandro se ha vuelto loco, no hay persona en la co