Luciano apretó los puños con fuerza mientras golpeaba al hombre debajo de su cuerpo. Quería asesinarlo, cegarle la vida con sus propias manos y salvar a Melanie, pero por mucho que intentaba llegar a ella, cada vez le resultaba más difícil acercarse. Era como si una fuerza invisible la apartara de él.—¡No puedes tocarla, tienes las manos sucias! —la rudeza en la voz que le hablaba le hizo dar un paso atrás, liberando al hombre que había golpeado.Luciano miró sus manos, las tenía llenas de sangre.—Eres culpable, nada cambiará la verdad. ¡Cometiste un crimen!—¡Por el cual ya he pagado! —gritó ante la acusación de aquella voz que se negaba a darle la cara.—¿Crees que eso borrará tu pecado?—He renunciado a todo para expiar mi culpa —sollozó, sintiendo el dolor abrirse paso por su corazón. —¡He renunciado a mi hija!Asha, su pequeña Asha a quien jamás podría llamar hija ante los demás. Ella sería eternamente su amor en silencio.—Solo la dejaste, para limpiar tu conciencia por lo que
Luciano sintió el calor inundar su cuerpo de nuevo y un nudo se le formó en la garganta al ver la sonrisa en el rostro de Melanie. Esos preciosos ojos lo miraban con un brillo y una emoción que le encogió el corazón. Ella no le tenía miedo.—¿Café? —preguntó caminando con pies descalzos hacia Luciano, se sentó a su lado y sin perder la sonrisa de su rostro, le ofreció la humeante taza.Con manos temblorosas, él tomó la taza, el olor llenó sus fosas nasales, pero no pudo disfrutarlo como otras mañanas. No podía, teniendo a Melanie medio desnuda sentada en su cama, con su camisa como única prenda sobre su cuerpo.—Está caliente —le avisó ella, invitándolo a dar un pequeño sorbo.Luciano, como si fuera un niño obediente, tomó un trago; no tenía azúcar, tal como lo prefería, pero, por alguna razón, no tuvo el mismo sabor.Un silencio casi sepulcral se adueñó de la habitación. Melanie no tenía prisa para escucharlo hablar, pues tenía miedo de que le dijera que olvidara lo que habían hecho
«¡Por qué ella es mía!»Un silencio sepulcral le siguió a aquella confesión. Caleb estaba agitado, tenía las manos apretadas en dos fuertes puños y los dientes tan apretados que sentía que iba a romperlos por la presión que ejercía. Tenía la garganta apretada y estaba a nada de gruñir como una fiera ante la falta de respuesta de su hermano.—Querías motivos —se obligó a pronunciar para romper ese silencio que golpeaba como un rayo entre los dos.—¿Y lo que has dicho crees qué es un motivo válido, Caleb? —preguntó él con el ceño fruncido.Segundos antes le había parecido divertido ver a su hermano perder los estribos, le gustaba que su plan estuviera dando frutos y verlo celoso por África era una buena señal, ahora lo que deseaba era golpearlo. ¿Cómo podía ser tan idiota?—¿No lo es?—África no es una cosa que puedas proclamar como tuya, sin serlo.Caleb apretó los puños con más fuerza hasta que sus nudillos se pusieron blancos como el papel.—Angelo…—Esperaba algo más profundo, tal v
«Hasta que te dignas a aparecer.»—Papá… —dijo, girándose para ver a Angelo O’Connor dominar el espacio de su sala y no se veía nada feliz.Melanie tragó el nudo que se le formó en la garganta y sonrió para tratar de calmar a la fiera delante de ella.—Papito —repitió al ver que él no le devolvía la sonrisa.Estaba en problemas, en grandísimos problemas…—¿Se puede saber dónde has estado? —preguntó Angelo con seriedad, levantándose del sillón.Melanie lo miró y luego miró a su alrededor tratando de adivinar si su madre estaba en casa.—Yo…, bueno… estuve fuera —respondió.—Es lo que veo.—Papá…—¿Tienes idea de lo preocupado que he estado desde que recibí la llamada de Grayson?—¿Grayson?—Sí, dijo que habías sido atacada en la salida del Inframundo y que no podía dar contigo —señaló furioso.—¿Grayson te dijo todo eso?—¡Melanie!Ella se encogió ante el grito de su padre.—Sí, es verdad que fui atacada por Ezra, pero estoy bien, papá. No me pasó nada.—¡Pudo pasarte y mucho, Melanie!
«Sí, yo estoy… saliendo con él.»¿De todas las cosas que podía responder, tenía que decir precisamente aquellas palabras? ¿Cómo había sido tan descuidada? Ella y Luciano no tenían una relación o, más bien, su relación no tenía una etiqueta porque ella misma lo había sugerido así.Melanie se dejó caer sobre la cama, estaba en su antigua habitación, en casa de sus padres.—¡Aah! —gimió con frustración.Su padre se había enojado tanto, se puso rojo como un tomate y ella temió que fuera a darle un infarto allí mismo. Fue por esa razón que su madre la había enviado a su habitación mientras trataba de controlar a Angelo.Le preocupaba la salud de su padre, pero también le preocupaba la situación en la que Luciano podía verse envuelto si Ezra Kelly se le ocurría demandarlo. Tenía que convencer a su padre de no demandar al idiota de Ezra. Lo peor era que no era negociable, conocía muy bien a su padre. Angelo O’Connor era el diablo cuando se trataba de su familia y estaba bien, era genial; sin
Melanie caminaba con pasos sigilosos por el largo pasillo de la casa. Cada crujido del piso bajo sus pies la hacía contener el aliento, temiendo que sus padres la descubrieran en su escapada. Tenía una misión, una misión que no podía posponer: llegar a las escaleras sin ser vista, salir de casa y encontrarse con Luciano. La incertidumbre de saber si había recibido o no su nota la tenía al borde de la desesperación. Escapar a esta hora, sin permiso, era provocar la furia del Diablo.Melanie estaba consciente de todos los riesgos. Sabía que, si sus padres la sorprendían, el castigo sería severo. Pero más le preocupaba que Luciano pensara que todo esto era un juego para ella, una aventura sin sentido. No lo era. Desde la primera vez que se había mirado en esos ojos oscuros y profundos, había quedado atrapada y a su merced. Sentía que su vida había cambiado en ese instante, como si hubiera encontrado algo que había estado buscando sin siquiera saberlo.Al llegar al pie de las escaleras,
África miró la hora en su reloj, llevaba esperando a Jr., más de tres horas. Ni siquiera había tenido un mensaje para justificar su retraso. No, Angelo O’Connor Black, no le debía ninguna explicación, su relación era falsa, pero eran amigos y lo conocía bastante bien como para saber que le llamaría en caso de no poder asistir a su cita de esa noche.Por lo que, el pensamiento de que algo le había ocurrido se acrecentó en su pecho. Tal vez, el enfrentamiento con Caleb le hizo desistir de continuar con su falsa relación. Eran tantas posibilidades y ninguna certeza que empezó a sentir cómo el pulso se le aceleraba.África tomó su móvil y lo llamó, no podía continuar con la maldita incertidumbre que le oprimía el pecho y le robaba la respiración; sin embargo, por más que llamó, no consiguió comunicarse con Jr.Ella sopesó la posibilidad de llamar a Melanie, tal vez ella supiera dónde se había metido su hermano, pero recordó que su mejor amiga estaba metida en un lío más grande con el asun
África miró a Jr. con ojos llenos de preocupación. Volvió su atención a la imagen en el teléfono y parpadeó varias veces como si no pudiera creer lo que veía. ¿Cómo? ¿Cuándo había pasado todo eso sin que ella lo notara? ¿En qué momento Connor y Yelena habían pasado de ser amigos a algo más íntimo? Por mucho que quisiera negarse a creerlo, las imágenes no mentían. Ellos se veían felices…—Angelo… —murmuró, sus ojos mostraban confusión y tristeza. Ella no podía procesar completamente aquella realidad. Le dolía, porque conocía el interés sentimental de Jr. por Yelena Katsaro.Le dolía, porque conocía el sentimiento del amor no correspondido…—Angelo… —susurró, creyendo que él no la había escuchado la primera vez.Jr. negó. Su rostro sufrió un cambio abrupto, como si la máscara con la que entró a su apartamento y enfrentó a Caleb se quebrara y en su lugar dejara una amarga resignación.—No digas nada, África —dijo. Las palabras que salieron de su boca eran el reflejo de la realidad que f