África miró la hora en su reloj, llevaba esperando a Jr., más de tres horas. Ni siquiera había tenido un mensaje para justificar su retraso. No, Angelo O’Connor Black, no le debía ninguna explicación, su relación era falsa, pero eran amigos y lo conocía bastante bien como para saber que le llamaría en caso de no poder asistir a su cita de esa noche.Por lo que, el pensamiento de que algo le había ocurrido se acrecentó en su pecho. Tal vez, el enfrentamiento con Caleb le hizo desistir de continuar con su falsa relación. Eran tantas posibilidades y ninguna certeza que empezó a sentir cómo el pulso se le aceleraba.África tomó su móvil y lo llamó, no podía continuar con la maldita incertidumbre que le oprimía el pecho y le robaba la respiración; sin embargo, por más que llamó, no consiguió comunicarse con Jr.Ella sopesó la posibilidad de llamar a Melanie, tal vez ella supiera dónde se había metido su hermano, pero recordó que su mejor amiga estaba metida en un lío más grande con el asun
África miró a Jr. con ojos llenos de preocupación. Volvió su atención a la imagen en el teléfono y parpadeó varias veces como si no pudiera creer lo que veía. ¿Cómo? ¿Cuándo había pasado todo eso sin que ella lo notara? ¿En qué momento Connor y Yelena habían pasado de ser amigos a algo más íntimo? Por mucho que quisiera negarse a creerlo, las imágenes no mentían. Ellos se veían felices…—Angelo… —murmuró, sus ojos mostraban confusión y tristeza. Ella no podía procesar completamente aquella realidad. Le dolía, porque conocía el interés sentimental de Jr. por Yelena Katsaro.Le dolía, porque conocía el sentimiento del amor no correspondido…—Angelo… —susurró, creyendo que él no la había escuchado la primera vez.Jr. negó. Su rostro sufrió un cambio abrupto, como si la máscara con la que entró a su apartamento y enfrentó a Caleb se quebrara y en su lugar dejara una amarga resignación.—No digas nada, África —dijo. Las palabras que salieron de su boca eran el reflejo de la realidad que f
Luciano admiró la belleza de Melanie, ella dormía serena entre sus brazos. Ajena al cúmulo de emociones y sentimientos que experimentaba, ajena a la batalla campal que se liberaba entre su conciencia y su corazón.Hace apenas unas horas estaba muy dispuesto a contarle su verdad. A decirle quién era en realidad, pero ahora… ¿Por qué era tan difícil? Sencillo. Nunca esperó tener que confesarle a alguien su pasado.Cuando dejó Guatemala y decidió empezar de nuevo, no estaba pensando en el amor, creyó que no volvería a experimentar esa emoción de nuevo. Su intención era vivir y dejar vivir.Pero… Melanie lo cambió todo.Esa noche, cuando subió a su auto y confió en él para protegerla, esa misma noche quedó a su merced sin darse cuenta.No se consideraba un hombre digno de amor, pero lo que sentía por Melanie crecía a pasos agigantados y sin pedir permiso. Sin medir lo bueno o lo malo que era permitirse soñar. Quería ser valiente y renunciar a lo que sentía, como ya lo había hecho en el pa
Caleb observaba la imponente ciudad de Nueva York desde su piso, ubicado en uno de los edificios más altos de la ciudad, pero sus pensamientos no estaban allí. Había pasado tres semanas desde la última vez que buscó a África, tres semanas en las que trató de no pensar más en ella. Tres semanas en las que trató de convencerse de que su separación había sido lo mejor, pero… al final del día, siempre terminaba pensando en ella.África…Se había comportado como un verdadero imbécil con ella. Fue un cobarde al no reconocer el amor que sentía por África, se asustó tanto que terminó huyendo de su lado, lastimándola y ahora… Ahora África era de su hermano.—Has estado muy distraído en los últimos días, Caleb, ¿hay algo que pueda hacer por ti?Caleb cerró los ojos al escuchar la voz de Galilea y no pudo evitar tensarse al sentir sus manos alrededor de su cintura.—Si algo te preocupa, quiero que confíes en mí —pidió Galilea, besando su espalda desnuda.Caleb tragó el nudo que le subió a la gar
Luciano comprendió que este era el momento para hablar. Sin importar las consecuencias, tenía que ser sincero, no solo con Melanie, sino también con sus padres. Era un hombre marcado por su pasado, y no importaba qué tan lejos corriera, al final, siempre iba a ser alcanzado y devorado.¿Qué sentido tenía entonces de continuar callando? Ninguno. Claro que pensarlo, saberlo y decirlo eran tres cosas totalmente distintas.—Señor O’Connor —dijo, sintiendo que la garganta se le secaba. No sabía por dónde empezar. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo iba a confesar su crimen sin sentir que iba a perder a Melanie en el acto?—Basta, papá, creo que ya es suficiente con las preguntas —intervino Melanie con tono firme—. No traje a Luciano para que lo acribillaras de esa manera. ¿Creí que lo entendías?Angelo la miró con seriedad.—Lo siento, cariño, pero tienes que entender que, como padre, es mi deber asegurarme de que estás con alguien confiable. Eres mi única hija, Melanie, y no quiero sentir jamás el
«Me he enamorado de ti. Te amo, Melanie»Ella estaba sorprendida con la confesión, tanto que no creía haber escuchado bien. ¿Era real o solo estaba soñando?—Repite eso que acabas de decir —pidió Melanie, sus ojos se llenaron de lágrimas.—Dije que me he enamorado de ti. Te amo.—¡Aah! ¡Yo también te amo, Luciano! —gritó ella. Su voz estaba cargada de emoción. Sentía que su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho, y supo que, en ese momento, todo había cambiado para ellos y para siempre.Luciano la sostuvo con más firmeza, como si temiera que en cualquier momento Melanie podría desaparecer. Su rostro se relajó en una sonrisa cálida, una sonrisa que Melanie pocas veces había visto, una que le hizo sentir que, por fin, Luciano había dejado atrás todos sus miedos y dudas.—Gracias por amarme, Melanie. Te prometo que me esforzaré cada día para ser un hombre digno de ti y de tu amor —respondió con voz temblorosa. Melanie notó la vulnerabilidad en sus palabras, Lucian
El avión aterrizó en el aeropuerto de Filadelfia a las ocho y treinta de la mañana del día sábado. Melanie, estaba emocionada por conocer a la tía de Luciano, Virginia. Desde el momento en que Luciano le extendió la invitación, ella no había dudado ni por un segundo en aceptarla. Nada le haría más feliz que conocer a parientes cercanos del hombre que amaba. Estaba ansiosa por explorar esta nueva faceta en su relación.Cabe mencionar que antes de partir de Nueva York. Luciano le había puesto al tanto de la vida de su tía Virginia para que no la tomara por sorpresa el hecho de que tenía una esposa. Sin embargo, la orientación sexual de Virginia no era un problema para ella. Melanie respetaba a cada persona y la valoraba por su esencia. Jamás juzgaría a nadie, porque no quería que alguien la juzgara a ella y menos sin conocerla.—Ver a mi tía Virginia es casi lo mismo que ver a mi madre —comentó Luciano, cuando ya se dirigían a casa de Virginia.—¿Se parecen mucho? —preguntó Melanie. Ella
«Caleb.»África se mostró sorprendida mientras Caleb la observaba con detenimiento. Tenía el pelo mojado, envuelto en una toalla, una bata de baño y los pies descalzos. Él tragó saliva al comprender por qué se habían demorado tanto en abrir la puerta. Los había interrumpido. Seguramente África y Jr. estaban haciendo el amor.El dolor que atravesó su corazón casi le hizo caer de rodillas, tuvo que hacer un esfuerzo titánico para controlarse y no lanzarse sobre África para reclamarle. No tenía derecho a nada, él mismo la empujó a los brazos de su hermano con su falta de valentía para reconocer sus sentimientos hacia ella.Claro que eso no hacía que el dolor fuera menos, sentía que su corazón se partía en dos y que el aire le faltaba.—¿Quién es? —preguntó Jr. detrás de África. Verlo en el mismo estado que la joven fue un nuevo golpe para Caleb.—¿Caleb? —Jr. se apresuró a la puerta—. ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendido.Caleb se recompuso tanto como pudo e hizo aún lado los pedazos d