CAPÍTULO 7
Capítulo siete.
Demonios, no sabía si me encontraba con la pinta correcta. El día anterior me había comprado una falda a cuadros amarillos y negros, con una camiseta blanca y unas converse. Era una combinación casual, cómoda. Como para salir a pasear por la ciudad.
Activé la cámara delantera del celular para lograr obtener una imagen actual mía y usarlo como espejo. Puse varios mechones rebeldes por detrás de mi oreja y retoqué mi labial rosa.
Quizás si él llegaba, hablaríamos acerca de su inesperada propuesta. No sabía si aceptar o no ser su sugar baby. Sentía nervios, muchos.
Pasaron treinta minutos cuando lo vi subir las escaleras, con una bandeja en sus manos con un desayuno.
Me miró. Lo miré. Una sonrisa floreció de sus labios y eso fue contagioso, haciendo que yo sonría también. Fue cómo si la situación de la noche anterior no hubiese pasado jamás y volviéramos a estar cómo antes.
Había conocido a Max con ropa que solo la gente solía usar en su casa, cómoda y fresca, pero ahora debía verlo con una apariencia que involucraba trajes costosos y que le quedaban tan bien. Dios mío, que guapo era. Lo que más me atraía era su cabello pelirrojo y su rostro salpicado de pecas.
Se acercó a mi mesa, dejando la bandeja sobre ella.
—Salí un momento de mi trabajo para desayunar contigo —fue lo primero que dijo, sentándose —. Te sienta muy bien los labiales rosas.
—Gracias —murmuré, algo vergonzosa por su comentario.
—No tengo demasiado tiempo, así que iré al grano—dijo, poniéndose serio—. Tengo la ventaja de estar frente a frente contigo en vez de las personas que se han interesado también en ti. Así que seré claro, Ada. Te propongo que seas mi sugar baby.
Se me fue el apetito al ver sus intensos ojos color caramelo mirando a los míos, se inclinó sobre la mesa apoyando sus preciosos labios contra su puño cerrado, esperando a que diga algo.
—Toda buena propuesta tiene sus lados malos…¿cuáles son los tuyos, Max?
Se aclaró la garganta, apartando la mirada.
—La exclusividad de tu compañía.
—¿Tú tendrás exclusividad conmigo?
—¿Perdona?
—Tengo el mismo derecho que tú a follar con quién se me antoje ¿no crees?
La situación se había puesto más tensa de lo que parecía, ahora se trataba de una negociación que dependía de mi futuro.
—No creí que fueras tan imposible ante estos términos—se sinceró, ocultando su sorpresa—. Mi respuesta es no.
—Veré otras ofertas entonces, gracias. Me sorprende que elijas este estilo de vida sólo porque tus padres lo han elegido.
Tomé mi bolso con la intención de marcharme. Pero en cuanto apoyé la mano en la mesa en un descuido, Max la tomó con delicadeza, haciendo que cada parte de mi cuerpo se sintiera cómo gelatina.
—Pídeme otra cosa, porque no sé si seré capaz de controlar mi estado sentimental. Soy soltero, tengo la suerte de tener a las chicas que yo quiera y tú me lo estás siendo muy difícil, Gray —espetó, disgustado —. Con respecto a las elecciones familiares, no pretendo que profundicemos sobre ello, yo puedo hacer lo que quiera, cuando quiera y sin darles explicaciones a nadie.
—Me parece perfecto, Max. Aunque hay algo que sí tengo en claro, es que yo también soy capaz de tener en la palma de mi mano a cualquier hombre que desee—le dije, con una arrogancia que no era propia de mí.
Se le tensó la mandíbula y me fulminó con la mirada.
—Bien—masculló—. Nada de exclusividad, pero debo tener el tiempo que yo desee con relación a tu compañía.
Sonreí con malicia. Nos estábamos entendiendo. Si Max podía acostarse con las mujeres que él desee, yo también.
Había leído por internet que algunas sugar baby podían tener más de un sugar daddy.
—Eres mi primera sugar baby, así que eres prácticamente un conejillo de indias para mí—me dijo, con desdén.
—Eres mi primer sugar daddy, así que algo tenemos en común —le dije, haciendo el mismo gesto que él con la mano.
—¿Realmente te interesa meterte en este mundo, Ada?—se escandalizó.
—Cuando se trata de mi futuro y de poder seguir adelante, siempre me interesara—le dije—. Busco que alguien costee una universidad para mí, ya que sólo quiero hacer eso, estudiar y salir adelante como una profesional.
Me miró, impactado y luego de un rato, asintió con lentitud.
—Te propongo una cosa—su semblante se puso serio nuevamente, esperando a que lo soltara de una vez.
—Soy toda oídos.
—Costearé la universidad que tú escojas. La que sea, pero tú deberás darme la exclusividad que yo decida durante un año. No follaras con nadie.
Lo miré, pensativa.
—Lo que sea con total de ser alguien en la vida—acepté finalmente.
Una sonrisa pícara floreció de sus labios y me guiñó un ojo, satisfecho.
—¿Qué pasaría si yo follo con alguien? —me atreví a preguntar.
Su felicidad duró poco, ya que su gesto se volvió a oscurecer.
—Se romperá todo tipo de vinculo—soltó, fríamente.
Me gustaba hacer parecer que era una chica deseada por otros hombres con total de verle la cara de enfado. Debía admitir que ni las moscas se atrevían a tocarme, pero eso sólo lo dejaría para mí.
—La exclusividad sólo contará para ti y no para mí—recalcó.
—Me importa un bledo tu vida sexual, Max—puse los ojos en blanco.
—Por algo planteaste que querías que cortará toda relación con mujeres—soltó, mordaz.
Lo miré con mala cara.
—Prefiero la igualdad, no tu estupidez. Pero si es por un año lo soportaré. Mejor dicho, te soportaré.
MAX VOELKLEIN.
Por supuesto que era capaz de dejar de mirar a cualquier mujer si la vida me daba la posibilidad de verla solo a ella. Su autenticidad, la forma en la que me desafía. Dios, esta chica me volverá loco. Me encanta. Pero debo mantenerme sereno, podría asustarla.
Si fuera por mí me hubiese arrodillado ante ella desde el primer día para proponerle casamiento. Tenía que mantenerme desinteresado, firme. Como si controlara la situación.
Pero incluso la imagen que le estaba dando de mí mismo me resultaba patética. Tenía que mejorar.
ADA GRAY
Max se inclina sobre la mesa, acercando sus labios a mi oreja y provocando que un fuerte escalofrío recorra mi cuello. Y sin que lo esperara, me susurra:
—Voy a ocuparme de que no pienses en ningún otro hombre que no sea yo.
CAPÍTULO 8Capítulo ocho.Era tan sencillo caer en las tentadoras propuestas de Max y tan difícil salir de ellas.Lo único en lo que pensaba era que aquello me podría catapultar al éxito en cualquier universidad que eligiera, él tenía mi futuro en sus manos y yo me ocuparía de utilizarlas a mi favor.—No pretendo ningún tipo de relación personal y no pretendo tampoco llegar a sentimientos profundos. Si eso ocurre, te desearía buena vida, Ada—me dijo él, revolviendo su café y asi llevárselo a la boca, sosteniendomé la mirada.—Creí que éramos amigos—le recordé, extrañada.—Pasamos a un nivel más alto que eso Ada ¿no crees?Asentí con lentitud, en silencio.—Este tipo de relación…¿implicará follar?Por
CAPÍTULO 9MAX VOELKLEIN.Bueno, acabo de presenciar como una hija de Atenea perdida en el mundo podía resultar tan confianzuda cuando se le daba la mano. Literalmente me había tomado el codo.Rose tuvo la insistencia de venir conmigo a mi apartamento ya que tenía muchas ganas de platicar sobre el nuevo trabajo como mi secretaria. Insistí en que la reunión podría ser mañana en mi oficina, pero se negó ya que no podría dormir sin saber qué le esperaría en su nuevo empleo.—¿Te estás comiendo mis galletas? —pongo los ojos en blanco al ver como abre el frasco de galletas con chocolate y se sienta en la barra como una niña malcriada.—Sé un buen anfitrión, Voelklein y charla conmigo mientras como ¿mi sueldo será alto? —se encoje de hombros mientras cruza las piernas.—Sí, claro
—Es la primera y última vez que te preguntaré esto ¿te follaste a mi hermanastra? —le pregunté, de hito en hito.Max cerró la puerta y me miró con una ceja arqueada.—Una sugar baby no tiene el derecho de saber con qué otras mujeres se acuestan su sugar daddy. Digo, por si eso exactamente no lo encontraste en Google.Sus palabras fueron como una bofetada, paso al lado mío y fue directo a la barra a servir dos copas de vino. Parecía de mal humor, tajante.—Siéntate, Gray—me dijo, autoritario y dándole un gesto al sofá con la cabeza.Solté el aliento e hice lo que me pidió. Llegó con una copa para mí y con otra en mano. La tomé con delicadeza entre mis manos y la observé un instante.—Si te propuse que seas mí sugar baby fue porque te vi demasiado madura para tu edad. Estar con
CAPÍTULO 10Mi corazón latía de una forma desembocada que tenía miedo de que él lo sintiera también. Su cuerpo irradiaba un calor anormal pero excitante que no tardó en pegarse al mío al instante.Sus dedos enredados en mi cabello, besándome todo el rostro y yo lo imitaba, tratando de satisfacer la sed del otro. Era un momento que deseaba que durara para siempre. Sus labios me estaban lanzando a un trance del que seguro no saldría nunca mientras la música era lejana pero fiel compañera.Mi vista se nubló, sólo me dejaba llevar por los sentidos. Cuando me di cuenta, me había llevado a su habitación y lanzada cuidadosamente sobre su cama de finas sabanas que no tardaron en erizarme la piel.Lo vi, al pie de la cama, desabrochando su camisa de una forma eterna. Cada segundo era una eternidad, lo único que deseaba era tenerlo adentro mí
El cuerpo me ardió de una forma inexplicable, de una forma que no fue capaz de describir. Los espasmos se fueron dividiendo, entre lo más bajo a lo más alto, placenteros bajo el cuerpo de Max, quien no dejaba de tocarme y penetrarme.Llegué al orgasmo tras lanzar un gemido que había florecido de lo más profundo de mi garganta, cerrando mis ojos con fuerza.Mi cuerpo, en su máxima debilidad, seguía siendo penetrado por Max, quien intentaba llegar al clímax con sus propios movimientos, mientras que yo aún me encontraba en la calma de mi propio orgasmo.Se derrumbó finalmente encima de mi cuerpo, sudado. Me abrazó, cosa que me sorprendió. Se dio la vuelta y me tumbó contra su cuerpo, recostándome contra su pecho.El silencio era interrumpido por nuestras respiraciones agitadas que trataban de tranquilizarse. Pero mi boca no tardó en soltar:
CAPÍTULO 11Capítulo 11.Max tenía contactos que estaban relacionados a la administración de la universidad más prestigiosa de New York, es por eso que instalarme fue tan sencillo como chasquear los dedos.El dinero no era lo más importante del mundo, pero si podías hacer cosas maravillosas con él. Sabía que pedirle a Max que costeara la universidad sería algo descarado de mi parte, pero necesitaba avanzar y él era el último escalón que necesitaba para llegar a mi sueño.Le estaría agradecida toda la vida, eso no se discutiría jamás.Llenar papeleos, mudarme e instalarme y comprar algunos libros para empezar a estudiar antes de tener mi primer día me llevó exactamente dos semanas y el comienzo de una tercera.Las citas con el psicólogo me ayudaban y me vio bastante entusiasmada, eso era alentador tanto p
MAX VOELKLEIN.Regresar de Argentina y dejar instalado allí a mi padre fue lo más aliviador que había sentido por años. Lo tomaba como unas pequeñas vacaciones en donde él no me respiraría la nuca por un largo tiempo. No le había gustado el hotel en que había conseguido hospedarlo. Me reprochó que carecía de elegancia y que toda decoración eran baratijas que se conseguían por un dólar en el mercado negro.Escupió su desayuno en mis zapatos, se limpió la boca con una servilleta ignorando mi presencia y yo solo me limite a que me humillara frente a sus empleados. Di un paso atrás y me fui furioso al baño. Le di un puñetazo a la pared y contuve las ganas de llorar para no darle el gusto.No sé por qué siempre buscaba su aprobación por más que lo odiara con mi vida entera. Es como si realmente me esforzara p
Capítulo 12—¿Vas a atender o te vas a quedar mirando la pantalla?La pregunta de Max me sacó de aquel transe en el que estaba sometida. No sabía que hacer, el pánico aumentaba a grandes pasos y yo lo único que quería era que me dejara en paz.No la tenía agendada, pero algo me decía que era ella. Nadie me llamaba, no tenía amigos, solo hoy había agendado a Amanda, mi vecino Hardi y a Max.Sabía que era ella, sabía que era mi madre. Le tenía miedo, porque desobedecerla era lo peor que podía hacerle.Apreté el botón táctil rojo para cancelar la llamada. No quería atenderla, aunque la culpa me iba a torturar de por vida.—Veo que tú y tu madre no se llevan bien—comentó Max, y luego apretó los labios.—No. Ella no debe ser dónde estoy. La perra de Rose le