Capítulo 21.
—¡Por favor, no puedes echarme sin darme una explicación! —lloriqueé, mientras Miranda me empujaba hacia la puerta, enfurecida.
—¡No voy a meterme, ese secreto no me corresponde revelarte lo a ti!
—¡Por favor! —le supliqué, desesperada antes de que abra la puerta de la entrada—¡Dime quién es Max!
Adam logró abrir la puerta y ambos dimos saltitos de victoria con palmadas incluidas. Que momento tan hermoso. Aunque el dolor en mi pecho seguía teniendo un nombre y era el de Max. Adam encendió la luz del dormitorio y lo primero que hizo fue arrojarse a su cama boca abajo y soltando un gran quejido.—No volveré a beber cerveza en mi vida —me dijo él, asqueado —. Pero tu cumpleaños lo vale.—¿Estás culpando a mi fecha de nacimiento por tu borrachera? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama con la intención de sacarme los zapatos que me estaban mata
Capítulo 22Me observé en el espejo. Me recogí el cabello en un moño flojo que caía con bucles en las puntas sobre mi hombro. Opté por un vestido color pastel que compré en una tienda que no estaba demasiado lejos del campus. La universidad no estaba tan lejos del centro de New York, y eso era favorable porque cada vez que necesitaba algo para una ocasión, las tiendas estaban abiertas a la mañana.Por lo que calculaba, Max pasaría a recogerme a la una de la tarde, así que sólo me quedaba una hora para alistarme. Si lograba hacerlo, marcaria mi propio récord
Una 4x4 oscura estacionó frente a mí y bajó la ventanilla de la parte del conductor. El auto era tan negro y alto que me sorprendió por su monstruosidad. Tan reluciente e impecable...—¿Subes o te vas a quedar mirando el coche? —se burló Max, mostrándome su encantadora sonrisa.—Es extraño no verte con chofer —le dije.—Quiero ser digno de llevarte yo esta vez—coqueteó, tras darme un guiño de ojo
Capítulo 23Una enorme carpa blanca estaba en el medio de un jardín impresionante. La fiesta era en un enorme salón al aire libre y habían elegido como sitio el alrededor de las plantas, árboles y flores de colores que pronto estarían por morir por el comienzo del otoño.Había un montón de globos con tonos claros en la entrada del jardín, mesas redondas de vidrio con decoración floral en el centro. Había muchos camareros que se movían de aquí a allá, con sus vestimentas de pingüino. En el centro del jardín había una gran alfombra
Max Voelklein me llevó a su apartamento que era igual de grande que un piso del edificio del campus. Abrió la puerta con desesperación, conmigo en brazos con mis piernas rodeándole la cintura, buscando el picaporte con sus manos y logró hacerlo.Aunque él me sonreía, alegre y con la punta de su nariz pegada a la mía. Yo fingía que todo estaba bien y que no se me partía el corazón verlo de aquella forma. Tenía mis manos acunando su rostro perfecto, sosteniéndolo a cada lado de su mejilla. Mientras tanto él, buscaba mis labios con desesperación. Recorría sus manos en mi espalda y me llevaba algún sitio de la casa. Besaba mi rostro, devoraba mi cuello, provocándome un inexplica
Miré a Max, perpleja. Palidecí y titubeé varias veces, no siendo capaz de formular palabra por más que lo intentara. Intentaba buscar las palabras correctas, las palabras exactas para aquel momento, pero no era posible.Max, sin embargo, esperaba oír una respuesta que escapara de mis labios sonrosados. Ambos estábamos en las penumbras y la luz de emergencia azulada se había encendido de golpe, creando un ambiente algo apagado que no nos importó en absoluto ya que estábamos en nuestro propio mundo.El agua de la ducha seguía corriendo, ruidosa y tibia sobre nuestros cuerpos. Max se apartó y pegó su espalda contra la pared, con el cuerpo desnudo, mirándome, esperando una respuesta. Tuve que concentrarme fuertemente en su rostro y no desviar la mirada hacia sus partes íntimas. Parecía no importarle estar desnudo frente a mí. Tragué saliva.&nbs
Capítulo 27.Éramos dos personas adultas encerradas en una habitación sólo porque a una se le había ocurrido. Max estaba mirándome fijo, cómo si tratara de leerme los pensamientos. Ja, ojalá pudiera hacerlo así terminábamos con todo aquello de una maldita vez. Sabía perfectamente que aquel intento de relación cambiaría para siempre si le decía la verdad. Yo creo que solía saber quién era él, de quién se trataba, pero dependíaúnicamentede que me lo confirmará o no.—¡¿Vas a quedarte ahí sin darme explicaciones?!—me gritó, furioso.—¡Me bajas el maldita tono,Max! —le gritéaúnmás fuerte, abriendo uno de sus cajones para buscar una de sus remeras negras que me llegaban hasta las rodillas—&iex
Estaba lavando los platos en la cocina. Era una noche de sábado agitada y estábamos repleto de clientes. Dios, eso era lo malo de que el restaurante estuviera ubicado en pleno centro de New York. Las personas ingresaban, comían y se marchaban, para que luego otros ocuparan el mismo asiento. Había intercambiado con mi compañera April los roles, ahora ella estaba atendiendo las mesas mientras yo lavaba los platos y los cubiertos.Walter andaba merodeando por el lugar. Cada vez que podía caía de sorpresa en el restaurante y observaba si todo marchaba bien. Eso me tenía inquieta, ya que su presencia era lo más grotesco que podía vivir. Apenas me enteraba que Walter ya estaba aquí, sabía que un mal día se presentaría y que en aquellas veinticuatro horas podría ocurrir cualquier cosa que pudiera herirme.No faltaba demasiado para cerrar, as&iacut