Max Voelklein me llevó a su apartamento que era igual de grande que un piso del edificio del campus. Abrió la puerta con desesperación, conmigo en brazos con mis piernas rodeándole la cintura, buscando el picaporte con sus manos y logró hacerlo.
Aunque él me sonreía, alegre y con la punta de su nariz pegada a la mía. Yo fingía que todo estaba bien y que no se me partía el corazón verlo de aquella forma. Tenía mis manos acunando su rostro perfecto, sosteniéndolo a cada lado de su mejilla. Mientras tanto él, buscaba mis labios con desesperación. Recorría sus manos en mi espalda y me llevaba algún sitio de la casa. Besaba mi rostro, devoraba mi cuello, provocándome un inexplica
Miré a Max, perpleja. Palidecí y titubeé varias veces, no siendo capaz de formular palabra por más que lo intentara. Intentaba buscar las palabras correctas, las palabras exactas para aquel momento, pero no era posible.Max, sin embargo, esperaba oír una respuesta que escapara de mis labios sonrosados. Ambos estábamos en las penumbras y la luz de emergencia azulada se había encendido de golpe, creando un ambiente algo apagado que no nos importó en absoluto ya que estábamos en nuestro propio mundo.El agua de la ducha seguía corriendo, ruidosa y tibia sobre nuestros cuerpos. Max se apartó y pegó su espalda contra la pared, con el cuerpo desnudo, mirándome, esperando una respuesta. Tuve que concentrarme fuertemente en su rostro y no desviar la mirada hacia sus partes íntimas. Parecía no importarle estar desnudo frente a mí. Tragué saliva.&nbs
Capítulo 27.Éramos dos personas adultas encerradas en una habitación sólo porque a una se le había ocurrido. Max estaba mirándome fijo, cómo si tratara de leerme los pensamientos. Ja, ojalá pudiera hacerlo así terminábamos con todo aquello de una maldita vez. Sabía perfectamente que aquel intento de relación cambiaría para siempre si le decía la verdad. Yo creo que solía saber quién era él, de quién se trataba, pero dependíaúnicamentede que me lo confirmará o no.—¡¿Vas a quedarte ahí sin darme explicaciones?!—me gritó, furioso.—¡Me bajas el maldita tono,Max! —le gritéaúnmás fuerte, abriendo uno de sus cajones para buscar una de sus remeras negras que me llegaban hasta las rodillas—&iex
Estaba lavando los platos en la cocina. Era una noche de sábado agitada y estábamos repleto de clientes. Dios, eso era lo malo de que el restaurante estuviera ubicado en pleno centro de New York. Las personas ingresaban, comían y se marchaban, para que luego otros ocuparan el mismo asiento. Había intercambiado con mi compañera April los roles, ahora ella estaba atendiendo las mesas mientras yo lavaba los platos y los cubiertos.Walter andaba merodeando por el lugar. Cada vez que podía caía de sorpresa en el restaurante y observaba si todo marchaba bien. Eso me tenía inquieta, ya que su presencia era lo más grotesco que podía vivir. Apenas me enteraba que Walter ya estaba aquí, sabía que un mal día se presentaría y que en aquellas veinticuatro horas podría ocurrir cualquier cosa que pudiera herirme.No faltaba demasiado para cerrar, as&iacut
(Max)Lo único que hacía para soportar el dolor de perderla, era beber, beber y fumar cómo un maniático sin control. Cómo si un estado de ebriedad pudiera evadir mis ganas de ir a buscarla y hacerla mía otra vez. Carajo.Tres meses sin ella, sin sus labios rosados, delicados y sus preciosos ojos grises que me hacían temblar cada vez que me los clavaba. Mis manos extrañaban el contacto con su cuerpo, con su rostro de porcelana y que quizás, les faltaban días de sol.Pero lo que tenía cómo favorito eran sus enormes ojos intensos y enmarcados por las pestanas más largas y naturales que podía poseer una mujer sin maquillaje. Me sentía descolocado cada vez que la veía, cada vez que besaba su cuerpo y ella se estremecía bajo mi contacto. Aún sigue vigente tu rostro en mi cabeza. Ada Gray tenía una belleza que ahora sí, tenía explic
Fue extraño ingresar al local de ropa del centro comercial y que sonara la canción de Becky G “Mayores”.Me sentí extraña, aunque ya la había oído y la declaraba una de mis favoritas. Aunque Max y yo nos llevábamos más de diez años, no lo consideraba como una persona bastante grande para mí. Sólo que salía del rango de edad con los que solía estar. Yo y mi maldita costumbre de acordarme de él o intentar relacionarlo con cualquier canción que escuchara. Que conste que me estabatorturándomeamímisma.Mientras buscaba algún vestido colgado que me llamara la atención para la fiesta de aquella noche, miré por alguna extraña razón hacia mi derecha y vi a la persona que menos esperaba encontrarme.—¿Miranda?Apenas pregunt&eacut
En la mitología griega, Atenea era una diosa guerrera, se lo conferían los dones de la estrategia, ciencias y la habilidad. Nacida de Zeus, las historias sobre su nacimiento señalan que surgió de la cabeza de este, ya adulta y completamente armada. La historia principal cuenta que Zeus se tragó a su madre y luego Hefesto abriría su cabeza de la cual brotó Atenea.Atenea es una de las deidades más respetadas y adoradas de la antigua Grecia ya que representaba las causas justas y la sabiduría. Todo lo contrario, a su hermano Ares, quien representaba la violencia y la barbarie. Jamás se casó o tuvo amoríos en ninguna ocasión, manteniendo así una virginidad perpetua.Esta condición le confirió un papel importante de ser la encargada de hacer cumplir la modestia sexual.Por lo que yo sabía, hubo un conflicto entre Atenea y mi madre que desconoc&iacut
(Max)Verla a la distancia me provocó emociones que quizás, no estaba acostumbrado cuando veía a otras mujeres. Otra vez, Ada Gray me demostraba que era única e inigualable. Tenía esa autenticidad tan majestuosa que brillaba por si sola en una fiesta de caridad universitaria a la que estaba acostumbrado a asistir.Verla allí, parada en las escaleras, mirándome como si eso le rompiera el corazón, me hizo trisas. Que hermoso le quedaba el cabello suelto y largo por detrás de los hombros. Dios, como le había crecido el cabello. Seguro así sería más fácil de agarrarlo y enredándolo en mi mano si tuviéramos sexo otra vez.—Oh, veo que ha encontrado a la distancia a su amiga—me dijo la señora Beatriz Coleman, con v
Si morir significaba alejarme de él, yo ya estaba muerta desde que lo conocí. Me fue sorpresivoencontrármelode nuevo y no hubiera imaginado nunca, luego de alejarnos, que terminaríamos así; bailando bajo guirnaldas y decoración navideña en una casa gigante ubicada en un barrio privado.El dinero estaba por doquier, vestidos, trajes caros, relojes y celular caros. Me era imposible entender cómo había llegado allí luego de estar días sin comer y horas sin dormir.Mesentíaafortunada.—¿Cómo has estado?—me pregunta Max, con tono tranquilo mientras la música nos lleva a un vals inesperado—. Tapeaste la ventana de tu habitación. Así que, no sé sinceramente cómo has estado—carraspeó, como si lo hubiera recordado.Mi rostro se acaloró