************LEONARDO************—En serio que estás bien enamorado de Norka —vuelvo a escuchar la voz de mi amigo; y, ante ello, yo me giro a verlo—. Te has quedado callado después de mi consejo.—No es una decisión tan fácil para mí, Max...—Y yo lo sé, Leonardo; créeme —manifiesta serio—. Sin embargo, tú me pediste un consejo y te lo di pensando en tu bienestar y en el de tus hijos.—¿Qué hay de Norka?—También beneficia a Norka —señala con mucha seguridad—. No creo que ella también esté feliz de vivir con una discusión diferente cada día.—¿No crees que deba intentarlo otra vez?—Creo que ya lo has hecho muchas veces —señala firme—. ¿Qué cambiaría ahora?—Vamos a cumplir diecinueve años de casos, Max...—Los años que sea, Leonardo —contesta serio—. ¿No me digas que, por diecinueve años de casados, vas a sacrificarte en vivir en un matrimonio que, evidentemente, no te hace feliz?—También hemos tenido momentos buenos...—Señala el último que recuerdes —solicita con mucha seriedad—.
************LEONARDO************—Oye, Leo...—Dime, te escucho...—¿Qué hay de Lorey? —cuestiona de forma repentina y, cuando la nombra, no puedo evitar sentirme como un completo imbécil y exhalar de forma muy pesada—. Vaya, vaya, también conozco eso —señala algo divertido al mirarme de la misma manera.—¿Qué gesto?—El gesto en tu rostro es el mismo de siempre...—¿Cómo el mismo de siempre?—El mismo que pones cada vez que has arruinado o has hecho algo que no debiste hacer —menciona con mucha seguridad—. Dime, ¿qué pasó?—Una cosa stupida... Io fatto una cosa stupida —repito decepcionado al recordar lo que sucedió con Lorey hace menos de dos horas.—¿Qué hiciste? —interroga con mucha curiosidad y, en ese instante, me quedo callado, ya que... no sabía qué decirle a Max, puesto que contarle la verdad, tendría que incluir el hecho de decirle que había pasado una noche con Lorey y que, hace menos de dos horas, la misma me está pidiendo otra más y sin compromiso alguno.Y debo admitir c
************LEONARDO************—Es complicado, Max...—Lo siento, Leo —menciona mi amigo—, pero yo creo que aquí, lo único complicado eres tú —señala firme.—Me he de estar viendo como un adolescente sin saber qué hacer, ¿cierto?—Peor que un adolescente —puntualiza mi amigo, un poco divertido—. Leo, hazme caso, como amigo, quédate aquí y piensa bien lo que vas a hacer —aconseja—. Si extrañas a tus hijos, yo podría traerlos cada fin de semana, pero necesitas estar solo para poder relajarte y tomar la mejor decisión —indica—. No te apresures en hacerlo; porque nada, a prisa, resulta bien —concluye con mucha seguridad—. Por tu bien, Leo. Por el cariño que te tengo como un hermano más que como un amigo... —me mira fijamente a los ojos—, quédate en Ibiza y piensa bien las cosas —precisa—. Si luego de los tres meses, que tú mismo pactaste quedarte en este lugar, crees que lo mejor es no divorciarte y darte otra oportunidad con Norka, está bien... TE APOYARÉ —pronuncia serio—. De verdad l
************LEONARDO************—¿Y qué haces por aquí, Geronimo? —interroga Max.—¿Qué? ¿Ahora no puedo venir a visitar a mi amigo? —responde divertido al mirarme.Después del raro incidente de hace un rato, en el que mi ama de llaves se mostraba muy seria (como nunca antes la había visto), Geronimo, Max y yo nos dirigimos a la pequeña terraza que estaba adjunta a mi sala.Estar en ese lugar era demasiado relajante para mí; sin embargo, desde lo que sucedió con Lorey, hace un par de horas, de algún modo, afectó a que este, por el momento, ya no sea mi lugar para calmarme, puesto que, en este instante, solo me recordaba lo tonto que me comporté con la mujer que... me hizo volver a sentir deseado y, a decir verdad, a la que yo también deseaba.No iba a mentirme... yo sí deseaba otra noche más a su lado. Sin embargo, con lo que había hecho, lo más probable era que, ahora, más allá de otra noche de pasión, lo único que ella querría es abofetearme.«Tengo que arreglar lo que hice», piens
************LEONARDO************—Eres un gran amigo, Leonardo —expresa Geronimo al mirarme y sonreír.—Y tú también eres un gran amigo, Geronimo —correspondo a sus palabras.—Bien, pues, en honor a la amistad —interviene Max—, ¿qué les parece si hacemos un brindis?—Me parece una gran idea —secundo la propuesta de mi amigo.—Bueno, propongo que sea con el delicioso jugo de frambuesas que ha traído Geronimo —añade Max, un tanto divertido, al tiempo en que comienza a servir el jugo en nuestros vasos.—Me parece un poco extraño —comento de forma repentina, con lo cual me gano la atención de mis dos mejores amigos.—¿Qué cosa te parece extraña? —interroga Max.—Que este jugo es de la juguería a la que siempre vamos, cada vez que estamos en Ibiza —les recuerdo; y ellos asienten.—Sí, ahí compré los jugos —menciona Geronimo.—Sí, lo sé —sonrío.—¿Entonces? ¿Qué es lo extraño? —cuestiona mi amigo.—Lo extraño es que a ti no te gustan mucho las frambuesas, Geronimo —le recuerdo—. ¿Por qué tr
************LEONARDO************«Lorey, se llama Lorey», repaso las palabras de mi amigo, en silencio, al tiempo en que me pongo a pensar en la única mujer que conocía con ese nombre.«¿Cuántas "Lorey" han de haber, en este preciso instante, en Ibiza?», me cuestiono de forma inconsciente.«¿Y qué probabilidad habría de que la Lorey de Geronimo sea la misma Lorey que yo conocía?»«Lorey Honney», repaso el nombre de la mujer con la que pasé una noche sin igual.—¡Hey! ¡Leo! —vuelvo a escuchar la voz de Geronimo, ante lo cual yo reacciono de inmediato y, sin esperar más, dirijo mi tención a él—. Pero qué te pasó —pregunta curioso y divertido al mirarme fijamente a los ojos—. Te quedaste estático —precisa del mismo modo y, en ese momento, mi mirada recae sobre Max por unos segundos y, cuando sucede ello, puedo notar que mi amigo sonríe... un tanto divertido o burlón.Ya tenía idea de a qué se debía esa risa; era sencillo saberlo. Cuando Geronimo había dicho el nombre de la mujer que cono
************LEONARDO************—Pareces muy confiado en que la mujer te hará caso, Geronimo —opina Max.—Eso es porque sé lo que vi, Max —le contesta el aludido—. Por cierto, dejando de lado ese tema un momento, ¿de qué estaban hablando ustedes dos antes de que yo llegara? —cuestiona con mucha curiosidad al tiempo en que se gira a verme—. Pude notar que estabas sonriendo de una manera distinta, Leonardo —puntualiza algo divertido—. ¿A qué se debía?—NO... a nada, Max y yo solo conversábamos de cosas sin sentido —preciso como todo un mentiros.Si bien me había dedico a contarle a Max, aún no me sentía preparado y confiado para contárselo a otra persona más.—Bueno, si no me quieren contar, está bien, pero sí debo decir algo y es que... era obvio del por qué sonreías —menciona de forma repentina; y sus palabras logran captar todo mi interés.—¿Cuál crees tú que es el por qué?—Norka —menciona relajado al colocar una de sus piernas sobre la otra—, la amas tanto que no me sorprendería q
************LEONARDO************—Leo...—Dime, Max...—Deja de pensar en lo que acaba de decir Geronimo...—Es que me es casi imposible, Max—¿Por qué, Leo? —parece reclamar.—Por lo que te dije, Max —preciso algo serio—. De verdad, no puedo creer que Norka le haya dicho todo eso a Jane. Me parece... —sonrío— algo ilusorio —completo al seguir sonriendo—. Pero... también debo confesar que me gusta —concreto y, al hacer ello, Max solo se limita a exhalar de manera pesada.—e verdad, Leonardo, que no entiendo cómo es que si quiera puedes seguir enamorado de Norka, después de todo lo que ha pasado entre ustedes —expresa algo decepcionado—. Creí que tu nueva amiga...—¿Te refieres a Lorey?—Sí, me refiero a ella —especifica firme—. Por un momento, llegué a creer que ella... no sé... —se encoge de hombros— creí que ella sería la mujer que te hiciese olvidar, de una vez, de todo el amor que dices sentir por Norka.—Lorey es una gran mujer —expreso serio—; sin embargo, a Norka siempre le voy