************LEONARDO************—¿Y qué haces por aquí, Geronimo? —interroga Max.—¿Qué? ¿Ahora no puedo venir a visitar a mi amigo? —responde divertido al mirarme.Después del raro incidente de hace un rato, en el que mi ama de llaves se mostraba muy seria (como nunca antes la había visto), Geronimo, Max y yo nos dirigimos a la pequeña terraza que estaba adjunta a mi sala.Estar en ese lugar era demasiado relajante para mí; sin embargo, desde lo que sucedió con Lorey, hace un par de horas, de algún modo, afectó a que este, por el momento, ya no sea mi lugar para calmarme, puesto que, en este instante, solo me recordaba lo tonto que me comporté con la mujer que... me hizo volver a sentir deseado y, a decir verdad, a la que yo también deseaba.No iba a mentirme... yo sí deseaba otra noche más a su lado. Sin embargo, con lo que había hecho, lo más probable era que, ahora, más allá de otra noche de pasión, lo único que ella querría es abofetearme.«Tengo que arreglar lo que hice», piens
************LEONARDO************—Eres un gran amigo, Leonardo —expresa Geronimo al mirarme y sonreír.—Y tú también eres un gran amigo, Geronimo —correspondo a sus palabras.—Bien, pues, en honor a la amistad —interviene Max—, ¿qué les parece si hacemos un brindis?—Me parece una gran idea —secundo la propuesta de mi amigo.—Bueno, propongo que sea con el delicioso jugo de frambuesas que ha traído Geronimo —añade Max, un tanto divertido, al tiempo en que comienza a servir el jugo en nuestros vasos.—Me parece un poco extraño —comento de forma repentina, con lo cual me gano la atención de mis dos mejores amigos.—¿Qué cosa te parece extraña? —interroga Max.—Que este jugo es de la juguería a la que siempre vamos, cada vez que estamos en Ibiza —les recuerdo; y ellos asienten.—Sí, ahí compré los jugos —menciona Geronimo.—Sí, lo sé —sonrío.—¿Entonces? ¿Qué es lo extraño? —cuestiona mi amigo.—Lo extraño es que a ti no te gustan mucho las frambuesas, Geronimo —le recuerdo—. ¿Por qué tr
************LEONARDO************«Lorey, se llama Lorey», repaso las palabras de mi amigo, en silencio, al tiempo en que me pongo a pensar en la única mujer que conocía con ese nombre.«¿Cuántas "Lorey" han de haber, en este preciso instante, en Ibiza?», me cuestiono de forma inconsciente.«¿Y qué probabilidad habría de que la Lorey de Geronimo sea la misma Lorey que yo conocía?»«Lorey Honney», repaso el nombre de la mujer con la que pasé una noche sin igual.—¡Hey! ¡Leo! —vuelvo a escuchar la voz de Geronimo, ante lo cual yo reacciono de inmediato y, sin esperar más, dirijo mi tención a él—. Pero qué te pasó —pregunta curioso y divertido al mirarme fijamente a los ojos—. Te quedaste estático —precisa del mismo modo y, en ese momento, mi mirada recae sobre Max por unos segundos y, cuando sucede ello, puedo notar que mi amigo sonríe... un tanto divertido o burlón.Ya tenía idea de a qué se debía esa risa; era sencillo saberlo. Cuando Geronimo había dicho el nombre de la mujer que cono
************LEONARDO************—Pareces muy confiado en que la mujer te hará caso, Geronimo —opina Max.—Eso es porque sé lo que vi, Max —le contesta el aludido—. Por cierto, dejando de lado ese tema un momento, ¿de qué estaban hablando ustedes dos antes de que yo llegara? —cuestiona con mucha curiosidad al tiempo en que se gira a verme—. Pude notar que estabas sonriendo de una manera distinta, Leonardo —puntualiza algo divertido—. ¿A qué se debía?—NO... a nada, Max y yo solo conversábamos de cosas sin sentido —preciso como todo un mentiros.Si bien me había dedico a contarle a Max, aún no me sentía preparado y confiado para contárselo a otra persona más.—Bueno, si no me quieren contar, está bien, pero sí debo decir algo y es que... era obvio del por qué sonreías —menciona de forma repentina; y sus palabras logran captar todo mi interés.—¿Cuál crees tú que es el por qué?—Norka —menciona relajado al colocar una de sus piernas sobre la otra—, la amas tanto que no me sorprendería q
************LEONARDO************—Leo...—Dime, Max...—Deja de pensar en lo que acaba de decir Geronimo...—Es que me es casi imposible, Max—¿Por qué, Leo? —parece reclamar.—Por lo que te dije, Max —preciso algo serio—. De verdad, no puedo creer que Norka le haya dicho todo eso a Jane. Me parece... —sonrío— algo ilusorio —completo al seguir sonriendo—. Pero... también debo confesar que me gusta —concreto y, al hacer ello, Max solo se limita a exhalar de manera pesada.—e verdad, Leonardo, que no entiendo cómo es que si quiera puedes seguir enamorado de Norka, después de todo lo que ha pasado entre ustedes —expresa algo decepcionado—. Creí que tu nueva amiga...—¿Te refieres a Lorey?—Sí, me refiero a ella —especifica firme—. Por un momento, llegué a creer que ella... no sé... —se encoge de hombros— creí que ella sería la mujer que te hiciese olvidar, de una vez, de todo el amor que dices sentir por Norka.—Lorey es una gran mujer —expreso serio—; sin embargo, a Norka siempre le voy
************LEONARDO************—Sí, debo disculparme —concluyo firme mientras continúo caminado por la orilla del mar.Después de que mis dos mejores amigos se fuese a dormir, decidí salir a caminar un poco para poder pensar en todo lo que me estaba pasando.Max tenía mucha razón en estar molesto. Yo estaba complicando las cosas más de lo que debía y... no tenía por qué ser así. Se supone que soy un hombre de cuarenta y ocho años y la única manera en la que me estaba comportando era peor que la de un joven de veinte.—Eso sí que es decepcionante —susurro al tiempo en que decido quitarme las sandalias para empezar a caminar descalzo y poder sentir la arena y el agua.—Bien... —suspiro con serenidad—, entonces..., debo disculparme con Lorey —concluyo— y.... contarle la verdad sobre mi estado civil —añado.Y había llegado a esa conclusión porque, como Max dijo, no podía dejar que Lorey pensara que había confundido las cosas cuando, realmente, no había sido de tal manera. Ella debía sab
************LEONARDO************—Leonardo...—Te escucho —le respondo suavemente al girarme a verla para así encontrarme con aquellos ojos, no debía mentir, aún me tenían enamorado.—Tal vez, me tome más de tres meses en mi viaje...—¿Más de tres meses?—Sí, mas de tres meses. ¿Tienes algún problema con eso?—No, Norka —contesto sereno—. No propiamente, al menos...—Sé claro conmigo, Leonardo. Sabes que ¡detesto! los rodeos...—¿Cuánto tiempo más te quedarás en Nueva York?—Aún no lo sé...—Estarás mucho tiempo separada de los niños, Norka —Luciano tiene dieciocho años y Franco..., pues... Franco ya tiene quince, así que un mes más fuera no creo que le ocasiones trauma alguno —concluye.—¿Qué hay de Fabrizio? —cuestiono con cierta molestia, ya que no soportaba que, cuando se refiriese a nuestros hijos, siempre dejara de lado a nuestro hijo menor.—Tiene a su súper... papá. ¿Para qué necesitaría de la bruja de su madre? —escupe con molestia.—Porque es un niño de siete años, Norka. P
************LEONARDO************—Esto no está funcionando —es lo único que le respondo al mirarla a los ojos—. Me hubiera gustado que nuestro matrimonio tuviese una segunda oportunidad; de verdad lo quería —expreso con toda sinceridad bajo su atenta mirada—, pero ya todo se ha salido de control y tanto tú como yo... ya no estamos preparados para continuar.—Querrás decir tú...—Los dos, Norka...—No, Leo —refuta firme—. Tú —me señala con su índice derecho—. Tú eres el que ya no está preparado... —sus ojos se vuelven a tornar vidriosos—, de hecho, creo que esta siempre ha sido tu intención, ¿no es así? —me mira fijamente con molestia—. Esta ha sido, ¿cierto? Lo del viaje era una excusa...—¿De qué estás hablando, Norka?—¿De qué estoy hablando? ¿De qué estoy hablando? —menciona frustrada al colocar sus manos sobre mi pecho y golpearme suavemente (aquella estaba conteniendo su ira)—. Estoy hablando de que el viaje solo fue una excusa; una especie de cortina para quedar bien...—Norka,