************LEONARDO************—Ya llegué al hotel —le informo a mi amigo al tiempo en que empiezo a caminar en busca del restaurante principal de la locación—. ¿Dónde estás?—Saliendo de mi habitación —contesta muy relajado—. ¿Y tú? ¿En qué parte estás?—Estaba en el lobby principal, pero ahora me dirijo hasta donde me dijeron que se encontraba el restaurante —preciso—. ¿En cuánto tiempo llegarás hasta el restaurante?—No mucho, solo llamaré a Clarisse y luego, salgo para el restaurante.—Me dijsite que ya estabas saliendo de tu habitación —le recuerdo.—Bueno, ahora demoraré un poco —señala relajado—. Debo llamar a mi esposa; tú me comprendes.—Como siempre lo he dicho —exhalo serenamente— Puedes ganar cualquier caso, pero, si en algún momento, te tocase arremeter contra Clarisse, nunca ganarías —indico divertido; y escucho a mi amigo reír.—Es la mujer que amo, la madre de mi hija y... mi amiga, así que no... nunca me atrevería a arremeter contra ella en un juicio —manifiesta taj
************LEONARDO************—El hotel es muy bonito —le comento; y ella me sonríe.—Pues... yo ni siquiera sabía que nos íbamos a quedar aquí cuando llegamos a Ibiza —me informa—. Chiara y Francis se ocuparon de todo junto a mis padres.—¿Sus padres? —cuestiono curioso; y ella sonríe a la vez que se dedica a suspirar con mucha serenidad.—Sí, mis padres, de alguna manera, insistieron en que yo debía de hacer este viaje —me señala; y aquel dato me pareció curioso.—Cuando yo le comenté de mi viaje a mis padres, también pensaron de manera similar a sus padres —le cuento.—¿Por qué dice eso?—Porque se alegraron y me dijeron que estaba tomando una buena decisión para relajarme.—¿Su trabajo es extenuante? —me pregunta de manera repentina y curiosa.—Sí, algo...—¿Algo?—Bueno, no —sonrío—, Bastante —aclaro divertido; y ella ríe un poco de manera ligera.—Pero lo gusta —precisa ella; de forma sorpresiva, y debía decir que lo que había dicho era demasiado cierto.—Sí, es verdad —conte
************LOREY************—¿Estás seguro que no tienes prisa por ir a ver a tu amigo? —le pregunto al mirarlo fijamente.Después de que Chiara le pidiera a Leonardo que se quedara a acompañarme a desayunar y que este aceptara sin objeción alguna, ambos habíamos hecho nuestro pedido (el cual llegó en tiempo récord) y luego de ello, nos pusimos a disfrutar de cada manjar que había sobre nuestra mesa a la vez que conversábamos sobre cosas sencillas; sin embargo, después de casi una hora en el restaurante, tenía que admitir que me sentía un poco apenada con que él estuviese aquí y no con su amigo (quien imagino ha de estar esperándolo).—No, descuida —me sonríe gentil—. Max... está hablando con su esposa, así que, incluso hasta ahora, yo seguiría esperando en su departamento —señala divertido y, ante su comentario, yo solo atino a sonreír.—Ustedes son mejores amigos, ¿ciertos?—Sí, desde pequeños —articula sonriente.—Se nota que son como amigos de toda la vida...—Mx es más como un
*********************************************LOREY************—Solo estacionaré mi auto —me avisa Leonardo, en el preciso instante en el que presiona el botón de su auto que hace que las puertas de su enorme casa se abrieran.—Vaya... tu casa sí que es muy grande —comento al ver esta con mayor atención—. Cuando me fui de aquí, no me había percatado mucho de su tamaño.—Sí, es grande —contesta sereno mientras conduce a través de una especie de enorme jardín.—¿La compraste porque pasas mucho tiempo en Ibiza?—En parte —contesta sereno—. El motivo principal fue porque me gustó mucho y; además, la vista que hay desde el balcón de la habitación principal y de la pequeña terraza que está adjunta a la sala, me cautivó —sentencia sonriente al tiempo en que gira su auto para estacionarlo al lado de muchos otros autos más.—¿Eres amante de los autos?—Sí —sonríe—. De los autos y los relojes.—A mí también me gusta coleccionar relojes —preciso sonriente—. Tengo bastantes —señalo—. Desde el pr
************LOREY************—¿Lorey?—¿Si?—¿Sucede algo? —me pregunta a la vez que observo cómo se coloca a mi lado.—No... todo está bien —susurro mientras sigo observando la vista que me ofrecía su pequeña terraza adjunta a su sala—. Todo está bien —repito suavemente sin perderme de cada detalle del hermoso paisaje que había frente a mí.—¿Te gusta?—Mucho —expreso con total sinceridad al tiempo en que, por fin, decido girarme a verlo y... sonreírle—. Ahora entiendo por qué te gusta tanto Ibiza —señalo firme; y él sonríe un poco divertido—. La vista que tienes desde aquí es... simplemente hermosa —puntualizo al regresar mi mirada al mar—. En serio, eres muy afortunado de vivir aquí.—Sí, fui muy afortunado de poder haber comprado esta casa —lo escucho responderme—. Cuando la vi, no dudé un solo segundo en adquirirla; sin embargo, casi no llego a comprarla —me comenta.—¿Por qué? —cuestiono al regresar mi mirada a él.—Porque, antes que yo, una pareja rusa la había visto y llamó a
************LOREY************—¿Qué? —susurro un tanto confusa, nerviosa y... apenada al tiempo en que sostengo la mirada hacia él.—Lorey... yo... —se muestra incómodo; y ya sabía a qué se debía ello; era la única explicación que podía haber: mi proposición no fue... la adecuada por así decirlo.«Carajo, Lorey, lo arruinaste», me digo en silencio, un tanto molesta conmigo.«Bien, tu intento de no temer a tener una relación furtiva o casual se terminó aquí», señalo un poco decepcionada por mi fallido intento.—Leonardo, yo...—Lorey, no puedo, lo siento —menciona firme, después de haberme interrumpido—. Discúlpame si... todo lo que he estado haciendo se... —se queda callado unos instantes (como debatiéndose en si decir o no algo).—Leonardo...—Lo del bar estuvo bien, Lorey —puntualiza tajante al tiempo en que decide mirarme fijamente—. Yo... me divertí mucho y... sobre la noche que pasamos... yo —exhala pesadamente mientras lleva una de sus manos hasta su nuca como muestra de nervios
************LOREY************—Lorey..., yo... podría decirle a Santiago que te lleve a tu hotel si no quieres que yo lo haga.—No es necesario, no te preocupes —contesto tratando de sonar lo más natural posible; sin embargo, creo que no estaba resultando.—En serio, lamen...—Ya te dije que no tienes nada de qué disculparte, Leonardo —preciso firme al decidir mirarlo fijamente—. Yo... confundí las cosas; eso es todo y, siendo muy honesta, debes estar tranquilo porque no es que me haya proyectado contigo o algo por el estilo —aclaro rápidamente—. Solo quería una noche más, pero si tú no lo deseas... está bien —concluyo lo más serena posible—. Lo único por lo que estoy así es porque... me siento un poco avergonzada...—Tú no tienes por qué sentirte avergonzada, Lorey...—Y eres muy amable al decir eso, pero es algo que no puedo evitar y ahoraaaa... si me permites, me gustaría retirarme —manifiesto tajante al sostener su mirada (ya no iba a seguir haciendo el ridículo frente a él).—Lor
************LOREY************—Espero que no le moleste que le invite una tajada del mejor pastel que preparan aquí, en Ibiza —señala el apuesto hombre al tiempo en que se quita los lentes de sol que traía puesto—. Geronimo Caruso, mucho gusto —se presenta de inmediato a la vez que estira una de sus manos en mi dirección y la cual yo estrecho solo por educación y cordialidad, aunque, para ser sincera, lo hago con cierta duda.—Lorey —me presento algo insegura—. Lorey Wells —miento, ya que el hombre era un completo extraño y, por algún motivo, me generaba mucha desconfianza, aunque no hayamos cruzado más palabras que las de ahora.—Lorey... —susurra al sonreírme— lindo nombre —concreta firme—. ¿Puedo sentarme contigo? —inquiere de pronto; ante lo cual, no sabía cómo responder.—Sí... claro —contesto no muy convencida al decidir sonreír por gentileza.Al dar mi respuesta, el hombre vuelve a sonreírme para después, de forma rápida, tomar el asiento frente a mí. Las mesas eran circulares