************LEONARDO************Después de que Max haya dicho que tenía que dejar las cosas claras a Lorey, me quedé completamente en silencio y muy serio por dos cosas. La primera era que, para Lorey, las cosas ya estaban claras; según ella, yo era un hombre divorciado. Por otro lado, la otra razón que me dejó pensativo fue que... ni siquiera debería estar considerando ello. Yo ya tengo una familia; tengo a mi esposa, tengo a mis hijos y, a pesar de la atracción bastante extraña que pudiese sentir por aquella mujer, a la que apenas conozco, tenía que pensar como el hombre de cuarenta y ocho años que era, como el hombre casado y, sobre todo, como el padre de tres hermosos niños.«Bueno, dos niños y un joven», aclaro en silencio, ya que, aunque no lo quisiera aceptar, Luciano ya estaba por comenzar a independizarse.Luego de ingresar a la universidad, estaba casi seguro de que ya no seguiría siendo mío.—¿Leo, me estás escuchando? —vuelvo a oír la voz de mi amigo.—Sí, Max —contesto f
************LEONARDO************Cuando Max salió de mi casa, me quedé completamente solo y con la cabeza llena de dudas y complicaciones que, tenía que admitir, yo solo las provocaba.—Carajo —susurro con cierta molestia hacia mí, al repasar cada una de las palabras que Max me había dicho—. Por qué tiene que ser esto tan difícil —añado un tanto frustrado al tiempo en que me recuesto sobre mi sofá y cierro mis ojos para así, ponerme a meditar un poco en todo lo que mi amigo había tenido la valentía de decirme.—¿Señor? —escucho de pronto, una voz; una voz bastante familiar y la cual conocía a la perfección.—Marianita —susurro extrañado al ver a mi ama de llaves, frente a mí, y con una bandeja en sus manos—. ¿El señor Max? —interroga un tanto preocupada.—Marianita, Max decidió pasar la noche en un hotel —le informo; y, con aquella información, logro que la mujer se sorprenda—. Tranquila, Marianita —le pido a la mujer al mirarla—. Mañana hablaré con él y le pediré que se quede aquí.—
************LOREY************—Lorey —me habla Chiara cuando llegamos a la cocina de su departamento.Ni bien llegamos al hotel, Santiago (el chofer y amigo de Leonardo), nos acompañó hasta el departamento de Chiara. Luego, me acompañó a mi piso y, ahí, esperó a que yo terminara de sacar algo de ropa para, así, terminar de acompañarme de regreso hasta el departamento de mi amiga nuevamente.El hombre fue demasiado gentil y atento, ya que, además de ello, nos sorprendió cuando se ofreció a prepararnos un té para calmar nuestros nervios.—Dime, Chiara —respondo serena a la vez que me dirijo a la alacena y comienzo a sacar de ella todo lo que necesitaría para prepararnos algo de comer.—Deberías descansar; yo puedo ocuparme de prepararte algo de comer.—Yo estoy bien, Chiara —preciso con tranquilidad—. Solo es un dolor leve, es muy manejable para mí.—Aun así, deberías descansar —señala seria al acercarse a mí y tomar otro par de cosas de su alacena— Incluso, podría pedir comida del hote
************LOREY************—Dejarme llevar por mis más bajos instintos —susurro mientras estoy echada sobre la cama del cuarto de huéspedes del departamento que Francis y Chiara habían rentado—. Dejarme llevar ´por mis más bajos instintos —vuelvo a repetir al seguir con mi mirada fija en el techo de la habitación al tiempo en que decido cerrar mis ojos para, de manera voluntaria, repasar las pocas imágenes que recordaba de aquella noche que pasé en la habitación de Leonardo Bianchi.Cuando lo hago, cuando me pongo a recordar, lo primero que siento es ese intenso estremecimiento que empieza a recorrer mi cuerpo por completo. Siento cómo aquella especie de electricidad recorre desde la punta de los dedos de mis pies hasta concentrarse en la zona baja de mi vientre, logrando así, que yo contraiga esta parte de mi cuerpo, de manera involuntaria, al tiempo en que comienzo a visualizar mi imagen echada sobre esa enorme cama King, cubierta de sábanas blancas, mientras que aquel atractivo
************LEONARDO************—Ya llegué al hotel —le informo a mi amigo al tiempo en que empiezo a caminar en busca del restaurante principal de la locación—. ¿Dónde estás?—Saliendo de mi habitación —contesta muy relajado—. ¿Y tú? ¿En qué parte estás?—Estaba en el lobby principal, pero ahora me dirijo hasta donde me dijeron que se encontraba el restaurante —preciso—. ¿En cuánto tiempo llegarás hasta el restaurante?—No mucho, solo llamaré a Clarisse y luego, salgo para el restaurante.—Me dijsite que ya estabas saliendo de tu habitación —le recuerdo.—Bueno, ahora demoraré un poco —señala relajado—. Debo llamar a mi esposa; tú me comprendes.—Como siempre lo he dicho —exhalo serenamente— Puedes ganar cualquier caso, pero, si en algún momento, te tocase arremeter contra Clarisse, nunca ganarías —indico divertido; y escucho a mi amigo reír.—Es la mujer que amo, la madre de mi hija y... mi amiga, así que no... nunca me atrevería a arremeter contra ella en un juicio —manifiesta taj
************LEONARDO************—El hotel es muy bonito —le comento; y ella me sonríe.—Pues... yo ni siquiera sabía que nos íbamos a quedar aquí cuando llegamos a Ibiza —me informa—. Chiara y Francis se ocuparon de todo junto a mis padres.—¿Sus padres? —cuestiono curioso; y ella sonríe a la vez que se dedica a suspirar con mucha serenidad.—Sí, mis padres, de alguna manera, insistieron en que yo debía de hacer este viaje —me señala; y aquel dato me pareció curioso.—Cuando yo le comenté de mi viaje a mis padres, también pensaron de manera similar a sus padres —le cuento.—¿Por qué dice eso?—Porque se alegraron y me dijeron que estaba tomando una buena decisión para relajarme.—¿Su trabajo es extenuante? —me pregunta de manera repentina y curiosa.—Sí, algo...—¿Algo?—Bueno, no —sonrío—, Bastante —aclaro divertido; y ella ríe un poco de manera ligera.—Pero lo gusta —precisa ella; de forma sorpresiva, y debía decir que lo que había dicho era demasiado cierto.—Sí, es verdad —conte
************LOREY************—¿Estás seguro que no tienes prisa por ir a ver a tu amigo? —le pregunto al mirarlo fijamente.Después de que Chiara le pidiera a Leonardo que se quedara a acompañarme a desayunar y que este aceptara sin objeción alguna, ambos habíamos hecho nuestro pedido (el cual llegó en tiempo récord) y luego de ello, nos pusimos a disfrutar de cada manjar que había sobre nuestra mesa a la vez que conversábamos sobre cosas sencillas; sin embargo, después de casi una hora en el restaurante, tenía que admitir que me sentía un poco apenada con que él estuviese aquí y no con su amigo (quien imagino ha de estar esperándolo).—No, descuida —me sonríe gentil—. Max... está hablando con su esposa, así que, incluso hasta ahora, yo seguiría esperando en su departamento —señala divertido y, ante su comentario, yo solo atino a sonreír.—Ustedes son mejores amigos, ¿ciertos?—Sí, desde pequeños —articula sonriente.—Se nota que son como amigos de toda la vida...—Mx es más como un
*********************************************LOREY************—Solo estacionaré mi auto —me avisa Leonardo, en el preciso instante en el que presiona el botón de su auto que hace que las puertas de su enorme casa se abrieran.—Vaya... tu casa sí que es muy grande —comento al ver esta con mayor atención—. Cuando me fui de aquí, no me había percatado mucho de su tamaño.—Sí, es grande —contesta sereno mientras conduce a través de una especie de enorme jardín.—¿La compraste porque pasas mucho tiempo en Ibiza?—En parte —contesta sereno—. El motivo principal fue porque me gustó mucho y; además, la vista que hay desde el balcón de la habitación principal y de la pequeña terraza que está adjunta a la sala, me cautivó —sentencia sonriente al tiempo en que gira su auto para estacionarlo al lado de muchos otros autos más.—¿Eres amante de los autos?—Sí —sonríe—. De los autos y los relojes.—A mí también me gusta coleccionar relojes —preciso sonriente—. Tengo bastantes —señalo—. Desde el pr