* * * * * * * * Leo * * * * * * * * *—No sé lo que sea esto, pero está delicioso —comenta mi amigo al haber probado lo primero que se había servido.—Creo que primero deberías comer todo lo que está en tu boca, antes de tratar de hablar —preciso divertido; y él ríe un poco.—Leonardo Bianchi —escucho de repente, y aquella voz, por muy extraño que parezca, ya podía reconocer.Yo sonrío de manera casi inmediara; sin embargo, me torno serio cuando observo a Max viendo detrás de mí. Su mirada era muy curiosa; y ello… ya empezaba a preocuparme.—¿Leonardo? —vuelvo a escuchar; y me doy media vuelta para así encontrarme con la figura de la mujer con la que había pasado una de las mejores noches de mi vida.«Si es que no es la mejor», pienso en silencio al observarla atentamente.Aquella llevaba puesto un vestido ligero de color blanco con un abrigo negro pequeño y, tal como la había visto de lejos, no traía mucho maquillaje, pero, a pesar de ello, tenía que admitir que se veía mucho más her
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * *Salimos de la clínica en la que estábamos veo a mis dos choferes (Santiago y Andres) parados al lado de cada auto que habían traído a la clínica-—Muchas gracias, Leonardo —escucho a Lorey; y me giro a verla para verla sonriendo—No ha sido nada —contesto tranquilo al sonreírle yo también.—Bueno, entonces, ¿nos vamos?—Cuando ustedes gusten —preciso gentil; y ella sonríe.—Aunque… ¿nos despedimos aquí, cierto? —cuestiona al colocarse frente a mí.—Sí, nos despedimos aquí —Entonces… —ella suspira suavemente—, que tengas una linda noche, que duermas muy bien y… te deseo un gran viaje —expresa sincera al mirarme.—Gracias…—Espero que, en alguna otra oportunidad, podamos… encontrarnos otra vez.—Yo también espero lo mismo —señalo firme al observarla; y ella sonríe.—Bueno, entonces, adiós —precisa al tiempo en que se acerca a mí, toma mis manos y me da un beso en cada mejilla—. Cuídate —susurra cerca de mi oído.—Cuídate tú también —señalo al hacer
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * *—¿Qué? —articulo un tanto nervioso por su pregunta para después, aclararme la garganta de manera discreta.—Tranquilo, Leo —me pide mi amigo—. No estoy diciendo de que se hayan acostado o algo por ese estilo —menciona de pronto, lo cual me provoca mayor nerviosismo e incomodidad—, sino que digo que… —me observa fijamente— por el cómo ella te miraba y…, aunque tú lo querías disimular, la manera en la que tú la mirabas a ella —señala—, me puedo dar cuenta de que… al menos algo ha pasado entre ustedes —precisa de manera sorpresiva—. No sé… ¿un beso? —propone y, ante ello, no sabía cómo le iba a responder—. Sí, fue un beso, ¿cierto? —articula al seguir mirándome fijamente—. Porque no creo que hayas llegado más allá de eso…—¿Por qué no? —inquiero curioso, de manera repentina (con lo cual me gano la atención de mi amigo).—Porque, aunque no lo quiera, sé que amas a Norka y que serías capaz de serle infiel con otra mujer… haciendo algo más —puntualiza c
************LEONARDO************—Un momento —precisa mi amigo al observarme con una mirada ligeramente acusatoria—. Te gustó el beso, ¿cierto? —cuestiona un tanto divertido y al seguir asumiendo que solo fue un beso.—Lo recuerdo un poco...—¿Y te gustó?—Max, es un poco incómodo hablar de eso...—Solo es una pregunta sencilla, Leo —articula divertido—. La respuesta es sí o no.—Le fui infiel a Norma —le recuerdo, y aquel solo reacciona exhalando de manera un tanto cansada.—Bueno, técnicamente, es cierto —señala sonriente—, pero es solo un beso, con alguien que apenas conoces, no deberías darle tanta importancia —indica relajado—. A menos que... ese beso te haya gustado y quieras más de esos porque la mujer, aparentemente, te haya flechado —señala con mucha diversión—, lo cual es bastante improbable —concluye—. En todo caso, solo sería atracción y eso se termina rápido..., en algunos casos —aclara—. Y bueno, eso me recuerda volver a mi pregunta —menciona—. Por lo que veo, sí recuerd
************LEONARDO************Después de que Max haya dicho que tenía que dejar las cosas claras a Lorey, me quedé completamente en silencio y muy serio por dos cosas. La primera era que, para Lorey, las cosas ya estaban claras; según ella, yo era un hombre divorciado. Por otro lado, la otra razón que me dejó pensativo fue que... ni siquiera debería estar considerando ello. Yo ya tengo una familia; tengo a mi esposa, tengo a mis hijos y, a pesar de la atracción bastante extraña que pudiese sentir por aquella mujer, a la que apenas conozco, tenía que pensar como el hombre de cuarenta y ocho años que era, como el hombre casado y, sobre todo, como el padre de tres hermosos niños.«Bueno, dos niños y un joven», aclaro en silencio, ya que, aunque no lo quisiera aceptar, Luciano ya estaba por comenzar a independizarse.Luego de ingresar a la universidad, estaba casi seguro de que ya no seguiría siendo mío.—¿Leo, me estás escuchando? —vuelvo a oír la voz de mi amigo.—Sí, Max —contesto f
************LEONARDO************Cuando Max salió de mi casa, me quedé completamente solo y con la cabeza llena de dudas y complicaciones que, tenía que admitir, yo solo las provocaba.—Carajo —susurro con cierta molestia hacia mí, al repasar cada una de las palabras que Max me había dicho—. Por qué tiene que ser esto tan difícil —añado un tanto frustrado al tiempo en que me recuesto sobre mi sofá y cierro mis ojos para así, ponerme a meditar un poco en todo lo que mi amigo había tenido la valentía de decirme.—¿Señor? —escucho de pronto, una voz; una voz bastante familiar y la cual conocía a la perfección.—Marianita —susurro extrañado al ver a mi ama de llaves, frente a mí, y con una bandeja en sus manos—. ¿El señor Max? —interroga un tanto preocupada.—Marianita, Max decidió pasar la noche en un hotel —le informo; y, con aquella información, logro que la mujer se sorprenda—. Tranquila, Marianita —le pido a la mujer al mirarla—. Mañana hablaré con él y le pediré que se quede aquí.—
************LOREY************—Lorey —me habla Chiara cuando llegamos a la cocina de su departamento.Ni bien llegamos al hotel, Santiago (el chofer y amigo de Leonardo), nos acompañó hasta el departamento de Chiara. Luego, me acompañó a mi piso y, ahí, esperó a que yo terminara de sacar algo de ropa para, así, terminar de acompañarme de regreso hasta el departamento de mi amiga nuevamente.El hombre fue demasiado gentil y atento, ya que, además de ello, nos sorprendió cuando se ofreció a prepararnos un té para calmar nuestros nervios.—Dime, Chiara —respondo serena a la vez que me dirijo a la alacena y comienzo a sacar de ella todo lo que necesitaría para prepararnos algo de comer.—Deberías descansar; yo puedo ocuparme de prepararte algo de comer.—Yo estoy bien, Chiara —preciso con tranquilidad—. Solo es un dolor leve, es muy manejable para mí.—Aun así, deberías descansar —señala seria al acercarse a mí y tomar otro par de cosas de su alacena— Incluso, podría pedir comida del hote
************LOREY************—Dejarme llevar por mis más bajos instintos —susurro mientras estoy echada sobre la cama del cuarto de huéspedes del departamento que Francis y Chiara habían rentado—. Dejarme llevar ´por mis más bajos instintos —vuelvo a repetir al seguir con mi mirada fija en el techo de la habitación al tiempo en que decido cerrar mis ojos para, de manera voluntaria, repasar las pocas imágenes que recordaba de aquella noche que pasé en la habitación de Leonardo Bianchi.Cuando lo hago, cuando me pongo a recordar, lo primero que siento es ese intenso estremecimiento que empieza a recorrer mi cuerpo por completo. Siento cómo aquella especie de electricidad recorre desde la punta de los dedos de mis pies hasta concentrarse en la zona baja de mi vientre, logrando así, que yo contraiga esta parte de mi cuerpo, de manera involuntaria, al tiempo en que comienzo a visualizar mi imagen echada sobre esa enorme cama King, cubierta de sábanas blancas, mientras que aquel atractivo