* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—¡Leonardo! —vuelvo a escuchar la voz de mi amigo.—¿Qué? ¿Qué sucede? —le pregunto al no entender por qué había levantado su voz—. ¿Qué pasa? —le pregunto confundido al tornar mi mirada hacia él y, cuando lo hago, puedo observar cómo aquel me mira de una manera extraña (como si estuviese escrutando en mi mirada para poder adivinar qué es lo que me pasaba.—Leo —me mira con cierto ápice de preocupación también— ¿Qué pasa? —interroga serio—. De pronto, de la nada, dejaste de tomarme atención —señala confuso—, es como si te hubieses olvidado de que alguien más existiese señala—. ¿Qué sucede, Leo? ¿Por qué estás así? —inquiere verdaderamente interesado.—Tranquilo, Max, no es nada —respondo, finalmente, al decidir no contarle lo que había sucedido entre la mujer que acababa de conocer y yo.—Leonardo, nos conocemos desde niños —me recuerdo al mirarme fijamente— Algo te pasa —afirma—. Pensé que estabas así porque ya querías regresar a Roma con la decisi
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Entonces, ¿qué has decidido? —me Pregunta Max, después de haber controlado su risa completamente—. ¿Te quedarás o… —alarga al tiempo en que me mira directamente— ya estás decidido a regresar a Roma sí o sí? —interroga con interés y curiosidad.—Creo que, por ahora… —me quedo pensativo unos segundos—, me quedaré hasta que Norka se vaya de viaje…—Así que no has descartado la idea de regresar a Roma…—Creo que debo pensarlo un poco más —sentencio firme— Yo… tomé la decisión de manera un tanto precipitada, así que —exhalo con cierto cansancio— lo más sensato sería poder pensar un poco más en aquella decisión.—Bueno, como tú desees —precisa mi amigo al tiempo en que lleva la botella de champaña hasta su boca para beber de ella—. Leo —me nombra de pronto.—Dime —le contesto al mirarlo nuevamente.—Ahora que no hay Norka que nos vigile —precisa un tanto divertido (lo cual me hace sonreír)— ¿Tú crees que podamos salir a cenar afuera? —cuestiona animado—
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Dime que estoy demente, pero… —exhalo con frustración— no sé qué es lo que me pasa, lo lamento —expreso apenada al tiempo en que regreso a mi cama y me siento en ella para después, echarme completamente.—Lorey —me nombra mi amiga con suma tranquilidad al dirigirse hasta mí y tomar asiento a mi lado.—¿Qué? —susurro al dejar salir una suave respiración.—Tranquila; es normal…—¿Normal? —inquiero inmediatamente a la vez que decido sentarme sobre mi colchón nuevamente para, así, mirar a mi amiga—. ¿En serio crees que es esto normal, Chiara? —añado un tanto fastidiada conmigo.—Lorey…—Apenas lo conocí ayer y… ¿en serio crees que es normal que me sienta así?—Yo creo que sí —responde ella, con mucha seguridad.—Chiara, no mientas —le demando al mirarla fijamente— ¿Cómo algo como lo que estoy sintiendo puede ser normal? —refuto con una pregunta—. Conocí a Leonardo hace un día —le recalco—. Es cierto, la pasamos súper bien en el bar, recuerdo que nos
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Ay, tocan el timbre —susurro a la vez que me separo de Chiara y procedo a limpiarme mis lágrimas con delicadeza.—Sí, debe ser Francis —menciona ella al sonreírme mientras me ayuda a desaparecer todo rastro que diera evidencia de mi momento de sensibilidad y desahogo.—Ve a abrirle por favor —le pide serena—. Yo creo que… —me alejo lentamente de mi amiga para ir hasta la cómoda en la cual estaba mi maquillaje y la que tenía un hermoso espejo para observarme mientras me arreglaba y me peinaba—. Diablos —susurro al ver mis ojos—. Creo que… retocaré un pcoo mis ojos o… —me observo atentamente— solo los limpio y voy así; no quiero retrasarlos.—Podemos esperar hasta que termines de arreglarte, Lorey; no hay problema —precisa mi amiga, muy comprensiva.—No, no, no se preocupen —le pido—. Ve a abrirle la puerta a Francis; yo ya salgo —le aviso—. Solo limpiaré un poco esta zona y salgo.—Dije que podríamos esperarte…—Y yo dije que no quiero retrasarlos
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—¿Y? ¿Encontraste algo? —le pregunto a mi amigo mientras estamos en el auto.—Pues… —alarga a la vez que termina de hacer algunas cosas en su celular— tengo algo muy bueno para esta noche —señala con una gran sonrisa en su rostro.—¿A qué restaurante iremos? —le pregunto; y este termina de guardar su celular para después mirarme—. No es un restaurante precisamente —señala él.—¿A qué te refieres? —cuestiono curioso mientras enciendo el auto para salir de mi cochera.—A que recibí un mensaje del alcalde —me informa contento.—¿Qué te dijo que preces muy feliz? —interrogo divertido.—Pues me comentaba algo acerca de un proyecto en la isla —me comenta.—¿Proyecto? —cuestiono interesado.—Sí, proyecto en Ibiza que podría llegar a hacer nuestra constructora —señala—. Obviamente, tendremos que pasar nuestra propuesta por todo el proceso de selección —señala—. Pero nos ha invitado a participar —puntualiza feliz—.
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—Mejor pongámonos en marcha hasta el evento de una vez —precisa de pronto, con cierto ápice de diversión—, ya que, por tu gesto, puedo deducir que no te he convencido de quedarnos y temo que ahora insistas en ni siquiera ir —señala y, ante lo que acababa de decir, solo decido sonreírle.—Lo lamento, Max, pero, siendo sincero, no tengo mucho ánimo para estar mucho tiempo en una fiesta —confieso sincero—. Pero si tú deseas quedarte…—No, Leonardo —me interrumpe—. No me quedaré solo en esa fiesta —indica con firmeza—. Vamos un rato y luego, regresamos a tu casa —determina—. Me hubiera gustado tomarnos unos tragos, pero, en fin —articula cuando se acomoda bien en su asiento—, si no estás de ánimos, pues no podemos hacer mucho —finaliza.—Lo lamento, Max —expreso apenado.—No, no te preocupes —responde sereno—. Entiendo si no te quieres quedar —añade comprensivo—. Pero bueno —suspira—, ya vámonos que, nos quedemos o no, yo tengo hambre —precisa—. Qui
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * * *—Pues… el lugar sí que se ve muy hermoso —confieso al recorrer, con mi mirada, cada rincón de la zona en la que se estaba llevando a cabo la fiesta.—Sí, la verdad es que sí —interviene Chiara al sonreír, muy alegre, mientras, al igual a como yo lo había hecho, se había puesto a observar todo lo que había en el lugar.En esta área de la playa (lugar de recepción para la festividad) había muchas zonas interesantes por ver. Para empezar, las muy bien decoradas y repletas mesas de comida, aperitivos, postres, frutas, todo lo que uno se pudiese imaginar y, obviamente, querer saborear. Por otro lado, había un enorme escenario en el cual había una agrupación de cuatro artistas (quienes, en este momento, tocaban una canción bastante relajante y la cual, a su vez, nos invitaba a querer bailar un poco).—Lindo cuarteto —comento al observar el escenario.—¿Te das cuenta cómo bailan ellos? —pregunta Chiara al observar a un grupo de bailarines que estaban a
* * * * * * * * Leo * * * * * * * * *«¿Qué debo hacer?», me pregunto en silencio al observar a la mujer que había ocupado gran parte de mis pensamientos en todo el día.«No, no puedo acercarme», preciso en mi mente, muy decidido.«Ya no puedo acercarme a ella»«No puedo hacerlo, sino…»—Sino no podré irme de este lugar —señalo de pronto, en medio de un susurro, al continuar siguiéndola con mi mirada.«Aunque es un poco estúpido no acercarte a saludar», precisa mi subconsciente.—Pero más estúpido es echar por la borda dieciocho años de casados, Leo —articulo serio—. Más estúpido sería eso —agrego tajante al seguir mirando a la mujer con suma atención.Aquella estaba con un plato en su mano y, al parecer, decidiendo qué comida serviría sobre aquel. Me parece curiosa la forma en la que se dedica a observar lo que había sobre la mesa. Aquella parecía estar emocionada de ver mucha comida (tanta… que parecía no decidirse por alguna).—Qué mujer tan graciosa —susurro de pronto—, parece una