* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Señor, sus maletas ya están listas —me informa mi ama de llaves.—Muchas gracias, Mariana —respondo gentil al girarme a verla.—¿Desea algo más, señor? —me pregunta gentil—. ¿Desea que llame a la casa en Roma para anunciar su llegada?—No, no —me apresuro en responder—. No, Marian, muchas gracias —contesto amable—. Quiero que sea una sorpresa para mis hijos —le digo—. Estoy seguro de que, si anuncias mi llegada, le avisarán a Binca y ella avisará a mis hijos…—Entiendo, señor —me sonríe tierna—. Entonces no diré nada.—Gracias, Mariana.—Bueno… —suspira la mujer—, fue un gusto haberlo visto nuevamente, señor Leonardo —menciona de pronto—. Espero que tenga un buen viaje y, si no es mucho pedir, me gustaría que pueda enviarles mis saludos a los niños —me pide algo penada y, ante ello, solo me queda sonreír.—Claro que les daré a mis hijos tu saludo, Mariana —puntualizo firme—. Es más, creo que pronto podrás verlos —le anuncio y, ante la noticia, la m
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Pero… ¿qué haces tú aquí? —le cuestiono extrañado, al hombre que está parado en la entrada de mi sala.—Lamento venir a molestarte en tus vacaciones, pero… —camina hacia mí con un sobre en sus manos— lo que tanto habíamos estado esperando, llegó —me anuncia al tiempo en que, de manera sorpresiva, aquel comienza a sonreír de forma amplia y libre.—¿A qué te refieres? —cuestiono expectante al mirarlo.—¿Cómo que a qué me refiero, Leo? —parece reclamarme, pero sin perder su felicidad—. ¿Qué es lo que hemos estado esperando desde hace mucho? —inquiere sonriente y, cuando me pregunta ello, caigo en cuenta de lo que se refería.—¿Acaso?—¡Sí! —exclama feliz—. ¡Sí es eso! —reafirma al tiempo en que, sin esperarlo, se acerca a mí y me abraza efusivamente.—No, no lo puedo creer —expreso sorprendido mientras sonrío al corresponder el abrazo de mi mejor amigo.—¡Sí, Leo! ¡Se logró! ¡Lo lograste! —exclama contento al separarse de mí.—No, no, no, Max —articul
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Tú debes estar bromeando —articula divertido al sonreír mientras niega con la cabeza para después, beber un poco más del espumante, pero, esta vez, directo de la botella.—No, Max —le respondo firme—. Regreso a Roma —reafirmo y, en el momento en que le digo aquello, este deja de beber y se gira inmediatamente hacia mí para observarme con su ceño fruncido (el cual era un gesto bastante común, en mi amigo, cada vez que este se encontraba o se sentía confundido.—Pero… ¿Por qué? –interroga verdaderamente interesado sin dejar de observarme.Ante su pregunta, no sabía cómo responder, ya que era bastante difícil.¿Qué le iba a decir?... ¿Qué le fui infiel a mi esposa con una mujer a la que apenas conocí en un día?...«Dios, ¡vamos, Leo!», me reclamo en silencio.«No puedes decirle eso», determino en mi mente.—¿Leo? —me habla mi amigo— ¿Qué pasa? ¿Por qué quieres regresar tan pronto? —inquiere confuso—. Yo creí, realmente, que querías tomarte este tiempo
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—¡Leonardo! —vuelvo a escuchar la voz de mi amigo.—¿Qué? ¿Qué sucede? —le pregunto al no entender por qué había levantado su voz—. ¿Qué pasa? —le pregunto confundido al tornar mi mirada hacia él y, cuando lo hago, puedo observar cómo aquel me mira de una manera extraña (como si estuviese escrutando en mi mirada para poder adivinar qué es lo que me pasaba.—Leo —me mira con cierto ápice de preocupación también— ¿Qué pasa? —interroga serio—. De pronto, de la nada, dejaste de tomarme atención —señala confuso—, es como si te hubieses olvidado de que alguien más existiese señala—. ¿Qué sucede, Leo? ¿Por qué estás así? —inquiere verdaderamente interesado.—Tranquilo, Max, no es nada —respondo, finalmente, al decidir no contarle lo que había sucedido entre la mujer que acababa de conocer y yo.—Leonardo, nos conocemos desde niños —me recuerdo al mirarme fijamente— Algo te pasa —afirma—. Pensé que estabas así porque ya querías regresar a Roma con la decisi
* * * * * * * * Leo * * * * * * * *—Entonces, ¿qué has decidido? —me Pregunta Max, después de haber controlado su risa completamente—. ¿Te quedarás o… —alarga al tiempo en que me mira directamente— ya estás decidido a regresar a Roma sí o sí? —interroga con interés y curiosidad.—Creo que, por ahora… —me quedo pensativo unos segundos—, me quedaré hasta que Norka se vaya de viaje…—Así que no has descartado la idea de regresar a Roma…—Creo que debo pensarlo un poco más —sentencio firme— Yo… tomé la decisión de manera un tanto precipitada, así que —exhalo con cierto cansancio— lo más sensato sería poder pensar un poco más en aquella decisión.—Bueno, como tú desees —precisa mi amigo al tiempo en que lleva la botella de champaña hasta su boca para beber de ella—. Leo —me nombra de pronto.—Dime —le contesto al mirarlo nuevamente.—Ahora que no hay Norka que nos vigile —precisa un tanto divertido (lo cual me hace sonreír)— ¿Tú crees que podamos salir a cenar afuera? —cuestiona animado—
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Dime que estoy demente, pero… —exhalo con frustración— no sé qué es lo que me pasa, lo lamento —expreso apenada al tiempo en que regreso a mi cama y me siento en ella para después, echarme completamente.—Lorey —me nombra mi amiga con suma tranquilidad al dirigirse hasta mí y tomar asiento a mi lado.—¿Qué? —susurro al dejar salir una suave respiración.—Tranquila; es normal…—¿Normal? —inquiero inmediatamente a la vez que decido sentarme sobre mi colchón nuevamente para, así, mirar a mi amiga—. ¿En serio crees que es esto normal, Chiara? —añado un tanto fastidiada conmigo.—Lorey…—Apenas lo conocí ayer y… ¿en serio crees que es normal que me sienta así?—Yo creo que sí —responde ella, con mucha seguridad.—Chiara, no mientas —le demando al mirarla fijamente— ¿Cómo algo como lo que estoy sintiendo puede ser normal? —refuto con una pregunta—. Conocí a Leonardo hace un día —le recalco—. Es cierto, la pasamos súper bien en el bar, recuerdo que nos
* * * * * * * * Lorey * * * * * * * *—Ay, tocan el timbre —susurro a la vez que me separo de Chiara y procedo a limpiarme mis lágrimas con delicadeza.—Sí, debe ser Francis —menciona ella al sonreírme mientras me ayuda a desaparecer todo rastro que diera evidencia de mi momento de sensibilidad y desahogo.—Ve a abrirle por favor —le pide serena—. Yo creo que… —me alejo lentamente de mi amiga para ir hasta la cómoda en la cual estaba mi maquillaje y la que tenía un hermoso espejo para observarme mientras me arreglaba y me peinaba—. Diablos —susurro al ver mis ojos—. Creo que… retocaré un pcoo mis ojos o… —me observo atentamente— solo los limpio y voy así; no quiero retrasarlos.—Podemos esperar hasta que termines de arreglarte, Lorey; no hay problema —precisa mi amiga, muy comprensiva.—No, no, no se preocupen —le pido—. Ve a abrirle la puerta a Francis; yo ya salgo —le aviso—. Solo limpiaré un poco esta zona y salgo.—Dije que podríamos esperarte…—Y yo dije que no quiero retrasarlos
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * ** * * * * * * * Leo * * * * * * * * * *—¿Y? ¿Encontraste algo? —le pregunto a mi amigo mientras estamos en el auto.—Pues… —alarga a la vez que termina de hacer algunas cosas en su celular— tengo algo muy bueno para esta noche —señala con una gran sonrisa en su rostro.—¿A qué restaurante iremos? —le pregunto; y este termina de guardar su celular para después mirarme—. No es un restaurante precisamente —señala él.—¿A qué te refieres? —cuestiono curioso mientras enciendo el auto para salir de mi cochera.—A que recibí un mensaje del alcalde —me informa contento.—¿Qué te dijo que preces muy feliz? —interrogo divertido.—Pues me comentaba algo acerca de un proyecto en la isla —me comenta.—¿Proyecto? —cuestiono interesado.—Sí, proyecto en Ibiza que podría llegar a hacer nuestra constructora —señala—. Obviamente, tendremos que pasar nuestra propuesta por todo el proceso de selección —señala—. Pero nos ha invitado a participar —puntualiza feliz—.