***************LOREY****************—¿Más tranquilo? —le pregunto a Fabrizio; y él asiente en mi dirección—. Bueno, en ese caso, yo ya me retiro —preciso al tiempo en que le sonrío, para después empezar a colocarme de pie.—Lorey, no puedo dejar que...—No te preocupes; puedo pedir un taxi.—De ninguna manera. Santiago te llevará —señala firme; y yo sonrío—. Santiago es mi chofer —añade; y eso ya lo sabía, pero imagino que lo estaba diciendo para que Fabrizio no sospechara nada, después de todo, era consciente de que ninguno de sus hijos sabía de mi existencia en la vida de su padre.—No se preocupe, Leonardo, yo puedo...—Leo —me corrige—. Dime "Leo", por favor —precisa; y yo le sonrío.—Bueno..., Leo, yo me retiro para que usted y su hijo puedan descansar, después del susto de hoy. Porque eso fue: un gran susto —señalo—. Sin embargo, estoy completamente segura de que ambos lo superarán —preciso firme al mirar a Fabrizio (quien, otra vez, me observaba atentamente).Ante ello, decido
***************LOREY****************Termino de alistarme y salgo de mi departamento rumbo a la playa (lugar en el que había quedado en encontrarme con el hombre que me traía con las emociones a mil de solo pensar en él y... en verlo). Parecía una especie de encuentro clandestino, puesto que él aún no les había contado nada a sus hijos sobre mí y, de algún modo, fue también por mi decisión, ya que primero quería asegurarme, un poquito más, qué tan lejos podría llegar nuestra relación.—¿Lorey? —escucho la voz de mi amiga, cuando salgo del ascensor.—Buenos días, Chiara —la saludo sonriente.—¿Saliendo tan temprano?—Iré a ver a Leonardo.—Sí, ya me lo imaginaba —señala al sonreír divertida—. Por cierto, ¿cómo están él y su hijo?—Los dos están más tranquilos.—Bueno, iré a ver a Francis, me está esperando en la piscina.—¿No crees que es muy temprano para ello?—¿No crees que es muy temprano para que tú salgas a verlo? —me contesta del mismo modo; y yo sonrío.—Bueno, nos estamos vien
***************LOREY****************El sol sale y Leo y yo nos quedamos viendo el espectáculo como dos niños. Disfrutamos de cada instante de aquel bello amanecer; el primero que disfrutábamos juntos y que, desde ahora, quería disfrutar siempre. Sin embargo, ello no solo dependía de mí, sino de él también y, de algún modo u otro, siempre había cierto temor de por medio, el cual indicase que Leonardo no quería lo mismo que yo.«Aunque debo dejar esos temores de lado», me demando inconscientemente; y sonrío al tiempo en que me giro a ver a Leonardo.«Él me ama», agrego mientras admiro su belleza y la suma serenidad que mostraba su rostro.—¿Qué te pareció? —pregunta al tornar su atención a mí y, así, encontrarme con sus hermosos ojos.—El amanecer más bello que haya tenido —expreso totalmente sincera, puesto que nunca antes había disfrutado de uno, de la misma manera en la que lo había hecho ahora.—Para mí también... —, musita suave; y se acerca a darme un beso cálido y tierno—. Quisi
***************LOREY****************Llego a mi departamento y lo primero que hago es llamar a Chiara para que me ayudara. Ante ello, mi amiga logra hacerse presente en mi pequeña morada, en menos de quince minutos, después de haber atendido mi llamada.—¿Se puede saber por qué me activaste nuestro código de emergencia? —cuestiona preocupada, ni bien abro la puerta.—Pues porque estoy en aprietos. La verdad es que lo que tengo que hacer califica como una emergencia...—No estoy entendiendo...—Bueno, pasa y sígueme —le pido mientras comienzo a caminar hasta mi habitación para tomar todo lo que me faltaba, así como dos sombreros.—¿Qué pasa, Lorey? —interroga mi amiga, un tanto desconcertada.—Toma, este sombrero te quedará muy bien...—¿Por qué? No estoy entendiendo nada... —manifiesta verdaderamente sincera.—Chiara, necesito que me acompañes de compras y que me des tu opinión y todas las sugerencias posibles...—¿Por qué? ¿Tendrás una cita y quieres algo especial? —pregunta; y yo as
***************LOREY****************—Que esté rica, que esté rica, que esté rica —pido, una y otra vez, cuando tengo una rebanada de pizza, que ya había preparado, frente a mí y servida en un plato—. Por favor, que esté rica —susurro otra vez, al tiempo en que la tomo con mis manos y la elevo hasta colocarla a la altura de mi boca—. Vamos, tienes que estar muy rica...—¡Lorey! ¡Ya! —escucho de pronto, la voz de mi madre; y aquello logra exaltarme hasta el punto de soltar mi pizza y que esta cayera en la mesa.Ante ello, mi mejor amiga, quien estaba a mi lado, comienza a reírse como si no hubiese mañana.—De verdad, hija, estoy muy intrigada por saber quién es esa persona a la que le has preparado esa pizza —menciona mi madre—. Está muy nerviosa, Lorey —indica; y yo me muestro algo apenada, sonrojada y, al mismo tiempo, por extraño que parezca, sonrío.—Espero que esa sonrisa le haya dicho algo, señora Mery —le dice Chiara; y yo me sonrojo mucho más.—Ay, Chiara. Si es lo que me imagi
***************LEO****************—Deberías invitarla a cenar, Leonardo —me pide mi madre, al acercarse a Fabrizio para terminar de peinarlo—. A ella y a su amiga —señala firme—. No me imaginaría mi mundo sin uno de mis pastelitos —menciona al hacer alusión a mis hijos.Sí. Ella los llamaba pastelitos.—Es linda —musita Fabrizio; y mi mamá parece sorprenderse por el comentario de mi hijo—. Le gusta Star Trek como a papá —añade con su característica ternura; y yo sonrío.—¿Te agrada? —le pregunta mi madre, con mucha curiosidad; y mi hijo asiente muy tímido.—Hoy... haremos pizza —le dice con sus ojos brillosos de ilusión; y aquello me hace sentir muy feliz—, pero... será de vegetales —aclara como temeroso—. Mamá no... se molestará por eso... ¿o sí... papà? —cuestiona con un extraño tono de voz que denotaba miedo; y eso, para ser muy honesto, e preocupaba demasiado, puesto que me hacía pensar en lo que me había dicho Max sobre Norka y... sus terapias.—Fabrizio —lo nombro al colocarme
***************LOREY****************—Pues... dejaré mi presente por aquí —preciso nerviosa y emocionada al mismo tiempo— porque lo abriré cuando vayamos a comer la pizza, ¿está bien? —le pregunto a los hombres que tenía frente a mí (bueno... a un hombre y... un tierno niño).—El regalo es tuyo; lo puedes abrir cuando desees —precisa Leonardo—. ¿No es así, Fabri? —le pregunta a su hijo; y él asiente de manera dulce.—Gracias... —musito al sonreírles y, luego de ello, suspiro profundamente—. Bueno, entonces... les diría que empecemos de una vez, pero... ¿quisieran algo de tomar antes? ¿Un jugo? ¿Agua? ¿Té?—Yo estoy bien, no te preocupes —me dice Leonardo; y yo le sonrío.—¿Qué hay de ti, Fabrizio? ¿Un jugo? —le pregunto; y él niega con su cabeza—. ¿Un té? —niega otra vez—. Mmmm... —me quedo pensativa unos cortos segundos— tengo... leche chocolatada... ¿te apetece? —interrogo; y él, sorpresivamente, asiente—. ¡Perfecto! Entonces un vaso de leche chocolatada... ¿fría? ¿tibia?—Babbo...
***************LOREY****************—¿Qué... qué pasó? —pregunto preocupada y desconcertada al verlo derramar lágrimas—. Leo... —lo nombro y lo miro al mismo tiempo como para que me dé una idea.—Tranquila, Lorey —me pide sereno, al tiempo en que se gira a ver a su hijo directamente.—Fabrizio... —lo nombro nerviosa, apenada y preocupada.—Lorey... —Leo me mira otra vez—, tranquila —enfatiza otra vez, pero, en esta oportunidad, me sonríe; y no entendía por qué.—Okey..., okey... —musito igual de nerviosa, pero no iba a decir nada más, ya que Leo estaba a punto de hablar con su hijo.—Fabrizio, mírame —le pide él; y el pequeño niño lo hace.Lo mira con sus ojos cargados de lágrimas.—Mi amor, está bien...—Babbo —lo nombro lloroso y luego, se echa en sus brazos.—Fabri... —susurra Leo, al abrazarlo muy fuerte.Yo no estaba entendiendo nada de lo que pasaba, pero sabía que algo no había hecho bien. Eso era demasiado evidente.—Babbo...—Mi amor, todo está bien —le habla suave, pero Fab