Inicio / Romántica / Una princesa en Apuros / Capitulo 3: Una vez mas
Capitulo 3: Una vez mas

Narrador omnisciente: 

Todo estaba en apariencia tranquilo, ambos seguían pensándose, pero ninguno de los dos había intercambiado su número telefónico, John podía incluso pedir que investigaran su vida sin embargo luego de una extraña petición por parte de su madre desistió de la idea. 

John jamás espero que su madre lo manipulara de tal forma que con el pasar de los días se anunciara el compromiso entre Marie y el, la cuestión no era solo esa, renunciar a sus sentimientos por Mérida iba más allá de esa absurda petición, su madre amenazo con destruir su vida e incluso arruinar cualquier propuesta laboral que pudiese conseguir en el futuro pero sin importar todo eso John estaba dispuesto a acceder a las peticiones de su madre siempre y cuando Mérida estuviese tranquila y sobre todo viviendo una vida plena y feliz.

—¿Por qué no has terminado de empacar? — pregunto la mejor amiga de Mérida al verla apoyada al balcón de su habitación, parecía estar disfrutando la hermosa vista frente a ella sin embargo no estaba viendo nada en particular en su cabeza había una sonrisa y un rostro peculiar que las últimas noches no la dejaban conciliar el sueño. —joder, estoy hablando contigo— chasqueo sus dedos frente al rostro de su amiga para de esta manera sacarla de su ensoñación. 

—¿Qué sucede? — pregunto Mérida apenada... un rubor se anudo en sus mejillas y entonces su amiga lo supo.

—¿estas así por ese chico que conociste en el bar? — pregunto llamando su atención, Mérida había estado evadiendo ese tema durante los últimos tres días sin embargo al verse y sentirse de forma tan extraña creyó que era bueno hablar un poco con su mejor amiga, pensando que seguramente si se desahogaba desaparecía esa sensación en la boca de su estómago.

— ¿me creerías si te digo que me enamore? — eugenia se carcajeo frente a ella, pero al ver su ceño fruncido y cierta seriedad en el descubrió que estaba hablando en serio de igual forma Mérida no era del tipo de mujer que jugara con ese tipo de cosas.

—¿tan bueno coge? — pregunto provocando que su mejor amiga se ruborizara de nuevo. 

—no es solo lo bueno que coge, aunque sí... debo admitir que pareciera que fue creado por los putos dioses del olimpo... pero va más allá de eso y no sé cómo explicarlo sin tener que parecer loca— respondió soltando un resoplido... para Mérida todo esto que había pasado era lo más extraño que le había pasado, jamás había sentido una conexión tan grande con alguien y aunque tenía miedo de darle un nombre a lo que estaba sintiendo dentro de sí misma sentía que quizá podía confundir ese extraño sentimiento con amor. 

—no sé qué decirte... no recuerdo haber visto ese brillo en tus ojos antes— respondió su amiga al verla de cierta forma un poco acongojada. —solo sé que perderemos el vuelo si no terminas de empacar cuanto antes— agrego viéndola con un poco de lastima. Pensando en que Mérida realmente no tenía suerte en el amor, siempre terminaba de alguna forma lastimada y ni hablar de que su rostro se apagaba, aunque debía admitir que no la había visto así otras veces.  Eugenia pensó que ella era la culpable de que Mérida estuviese pasando unos días grises ya que fue ella misma quien insistió de ir al bar y más al insistirle en coger sin compromisos con alguien, el sexo causal era cotidiano en su vida diaria pero no en la vida de Mérida y por ello se culpaba.

Eugenia comenzó a levantar los ánimos de su mejor amiga, activaron el reproductor y pusieron música a todo volumen para animarse mientras ayudaba a Mérida a empacar.

Aún estaban a tiempo para no perder su vuelo, comieron algunas frutas, tomaron un par de copas de vino y se tomaron una selfie en el balcón mostrando detrás de ellas una hermosa vista de Mónaco que quedara guardado en sus recuerdos. 

Mientras ella daba una última vista a la habitación, checando que no dejase nada John en el palacio estaba pidiendo un favor gigante a su jefe de seguridad, su madre no se encontraba en el palacio y podía aprovechar de salir tan solo un poco. Su jefe de seguridad le informo que justamente la chica se marcharía de Mónaco en pocas horas y cuando eso llegó a sus oídos no pudo resistir las ganas de querer verla por última vez.

En otras circunstancias la dejaría ir y entendería que no estaban destinados, pero ¿Cómo hacia con lo que sentía por dentro? Pensó que quizá no podía dejar que ella se marcharía sin verse una vez más.

También pensó en que quizá ella estaría molesta ya que en los últimos días el no busco forma de contactarla y mucho menos buscarla por ello sabía que quizá las cosas no fueran tan agradables si la buscaba, pero no podía dejar de intentarlo.

—tienes tan solo dos horas para ir y venir sin ser visto, sin llamar la atención y por amor a dios John no te metas en problemas— señalo su jefe de seguridad. 

La reina había ordenado que todas las fotografías del príncipe John y la chica desconocida fuese borrada de todos los dispositivos, no había evidencia de lo que sucedió esa noche, aunque John conservo la portada de una revista local que había impreso la fotografía un día antes de que la reina ordenara desaparecer dicha fotografía.

John salió por el mismo pasadizo, casi sin ser visto... tomo uno de los autos y por orden de su jefe de seguridad lo dejaron salir de palacio... si todo saldría bien la reina no tendría por qué saber lo que habían hecho y nadie tendría problemas sobre lo sucedido.

Mérida estaba llegando al aeropuerto con su mejor amiga, aun tenían tiempo de sobra antes de abordar su avión y entonces se quedaron en la sala de espera mientras su hora de abordar llegaba.

Cada una estaba sumida en sus propios pensamientos, Eugenia se encontraba tecleando en su móvil subiendo estados a su W******p sobre sus días en Mónaco y a la deliciosa experiencia... por su parte Mérida se encontraba leyendo una revista, aunque por momentos poco se concentraba en lo que esta informaba sus pensamientos estaban más en esa habitación de hotel en donde había tenido la mejor noche de su vida.

En los asientos de tras de ella sintió cuando alguien se sentó. Bufaba alto por eso pudo escucharlo parecía que había corrido una maratón porque estaba acelerado.

—creí que no llegaría— suspiro luego de hablar, sus manos estaban frías, pero la había visto sentada con ese rostro tan angelical que quiso sorprenderla.

Mérida no podía creerlo, al escuchar su tono de voz volteo de inmediato igual que su mejor amiga... ambas se miraron por unos pocos segundos y luego ambas fijaron su vista en el imponente hombre detrás de ellas.

—¿tienes tiempo para que me acompañes a un lugar? — pregunto esperando una respuesta afirmativa... mientras eugenia negaba con su cabeza recordándole a Mérida que no era buena idea, ella quería hacerlo.

—tenemos un poco de tiempo— enfatizo mientras su amiga la miraba amenazante... no podía creer que Mérida haya aceptado irse con él. Hace tan solo un par de horas estaba triste y apenas sus ojos lo vieron comenzaron a brillar como par de estrellas que no se extinguen.

Eugenia se quedó con el equipaje en la sala de espera mientras Mérida y John se aventuraban a una nueva experiencia.

John abrió la puerta del copiloto para su amada y Mérida ingreso un tanto ansiosa. ¿realmente esto estaba pasando?

Obvio que si se respondió a sí misma mientras veía a John rodear el auto. Estaba sorprendida de que el auto tuviese los vidrios polarizados, podía ver cualquier cosa hacia afuera desde adentro, pero desde afuera no podía verse nada.

—creí que no llegaría a tiempo— expreso mientras se sentaba a su lado. Ambos se quedaron viendo durante largos segundos, como si fuese necesario dedicarse esas miradas anheladas.

—Solo fue una noche de sexo, no esperaba que me buscaras luego de eso— respondió ella tratando de no mostrar su felicidad, en realidad, aunque solo hubiese sido una noche de sexo maravilloso había sido la mejor al menos para ella y aunque dijo que no esperaba que luego de eso el la buscara lo cierto es que se moría tan solo por recibir un mensaje de ese hombre que había logrado descolocarla por completo.

Ambos se quedaron en silencio durante un rato, estaban dentro del auto viéndose el uno al otro hasta que John no pudo resistirse más, sentía que los labios de la chica le hacia una invitación indecente a besarlos con ímpetu y no podía dejar que pasara más tiempo sin sentir esos jugosos labios que tanto lo volvían loco.

Se estuvieron comiendo sus labios unos al otro, saboreando su boca, jugueteando con su lengua que se acoplaban como si estuviesen hechas una para la otra.

Después de varios besos apasionados y un poco de auto control por parte de ambos John encendió el auto y condujo a un lugar especial. El puerto hércules esperaba por ellos para recibirlos, un yate exclusivo para dar un paseo con Mérida aguardaba por ellos. 

Mérida se encontraba ansiosa, pero debía admitir que la felicidad se había anidado en su pecho y no había felicidad más grande que estaba experimentando en ese momento. 

Ella se sentía como una chiquilla a la que consentían con dulces, pero esta vez tenía un bombón sexy solo para ella.

Llegaron al puerto y el capitán esperaba por ellos para navegar... Mérida no podía creer lo que tenía frente a ella, si había una cosa que amaba era el aire libre, el mar, esa paz que sientes cuando te alejas de todo y disfrutas de lo más sencillo de la vida.

—¿te gusta? — pregunto el mientras la tomaba sorpresivamente de la mano... Mérida asintió sin dejar espacios para dudas y ambos se sonrieron con complicidad.

Había pasado mucho tiempo desde que John y Mérida se habían encontrado en el aeropuerto, Eugenia estuvo esperándola por un par de horas y evidentemente había perdido su vuelo... decidido regresar al hotel y hacer una nueva reservación. Pensó en que le haría pagar a Mérida por dejarla sola en el aeropuerto y más con todo el equipaje.

La chica hizo sus propios planes para el resto del día, salír y conocer un poco más, ir a un buen restaurante y saciar el voraz apetito que sentía en ese momento.

Por su parte John y Mérida se encontraban disfrutando de la brisa fresca, comiendo algunos bocaditos y tomando champan. En ese momento no era el príncipe John de Mónaco, en ese momento era tan solo un hombre enamorado de una mujer que lo tenía por completo hechizado.

Ambos se dedicaron a conversar, conocer un poco más de sus gustos, pero cuando llegaba el momento de hablar de la vida personal del príncipe este evadía las preguntas. Aunque él le conto que era hijo único y que su padre había fallecido no menciono un tema importante y es que olvido mencionar que era el príncipe de Mónaco... esa era una información que no podía decirle así nada más. Mérida también le conto que era hija única y que sus padres estaban vivos, cuando la noche cayo ambos ingresaron al como dormitorio que por demás era lujoso.

—parece de reyes— murmuro Mérida como un chiste sin embargo John trago grueso sintiéndose un poco incómodo.

Ese yate era propiedad de la reina. Sus acabados en oro, detalles en diamantes e incrustaciones de piedras preciosas como detalle especial de su decoración dejaba fascinado a quien tuviese el agrado de ingresar a él. 

Solo algunas pocas personas parte de la monarquía tenía acceso a él. La reina era sigilosa con todo aquello que fuese de su propiedad. Podía darse lujos gigantes como propiedades fuera de Mónaco, yates, barcos de pesca ya que algunas veces ella misma deseaba abrirse al mar con el capitán y muchas otras excentricidades que solo la reina y el príncipe podía regodearse.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo