A Diana le temblaban las manos de rabia e impotencia cuando entró al despacho de la directora.Por ese motivo la mujer había pedido hablar con su esposo, no la quería recibir a ella.La angustia creció cuando vio que no estarían solas y que allí se encontraban tres madres más y un hombre que debía ser el padre de alguno de los niños.Una de las mujeres era Tiffany.Diana sentía que aquello se iba a convertir en una cacería de brujas en su contra.Para incomodarla más la mirada que el hombre le lanzó cuando la vio pasar por la puerta le provocó arcadas.—Buenos días —dijo y buscó con la mirada alguna silla donde sentarse, pero ya todas estaban ocupadas.—Bienvenida, ya estamos todos —informó la directora—. Señora Turner, mandé a llamar también a los padres de los otros niños involucrados. Yo no estoy aquí para juzgar a nadie, solo quiero que lleguemos a una solución. Lo sucedido es grave.—La solución ya se la hemos dado, no hay otra, pagamos mucho dinero para que nuestros hijos reciba
Diana al verse agarrada en ese instante y no ver quién lo hacía comenzó a revolverse y a patear con todas sus fuerzas.No podía más, sus nervios estaban desatados. Lo de sus hijos y ahora encontrarse a esa mujer frente a ella habían abierto la caja de Pandora.Estaba fuera de sí. El hombre gruñó al recibir el golpe, la levantó entre sus brazos y la apartó de Natalie.—Serás fiera, me has pegado una patada en las espinillas —se quejó su esposo y se frotó la pierna.—¿Alexander? —su marido la soltó y ella se dio la vuelta para encararlo—. ¡¿Qué hace esa mujer aquí?!Cuando la señaló vio a Roger abrazando a Natalie mientras ella lloriqueaba y se quejaba de que la había golpeado.—Señora Turner, parece que quien duerme en el mismo colchón se vuelve de la misma condición. Acaba de golpear a mi novia, ella solo vino a verme —se quejó Roger.Diana miró a Roger, después a Natalie y por último a su esposo.Su expresión debía decir muy claro lo horrorizada.—Pero… Ella… Tal vez ahora no estaba
Izan se encontraba esperando a Jacob Davis, uno de los mayores inversionistas que su empresa tenía en ese momento y del que dependía su salud financiera.Convencer a ese hombre de que se arriesgara e invirtiera con Albert y con él había sido un reto muy complicado.Acabó cediendo porque Albert lo apoyó y le aseguró a Jacob que Izan era de fiar y que era excelente en los negocios.Jacob siempre había tenido muy buena amistad con la familia de su suegra y debido a ella también con los Miller.En ese momento necesitaba más que nunca que ese hombre no le retirara su apoyo.Para que accediera a financiar el proyecto habían firmado un contrato en el que si no se sentía seguro con el negocio, podría recuperar la inversión.Esa idea fue de Albert y él no estuvo de acuerdo, pero su exsuegro tenía tanta seguridad en que aquello saldría bien que decía que era solo para darle tranquilidad a Jacob.En los negocios había que arriesgar y a veces tocaba perder, aunque él no era ningún perdedor y no p
El día anterior a la reunión de Jacob e Izan, Diana se encontraba en la lectura del testamento de su padre.—Buenos días —dijo el abogado cuando su madre y ella entraron al despacho. El hombre se levantó y se dirigió a ellas para estrecharles la mano—. Siento mucho su pérdida, el señor Miller era un buen hombre.Diana carraspeó, estaba ya cansada de escuchar que su padre era un buen hombre, tal vez lo había sido en otra vida, pero no en esa.Y nadie la haría pensar lo contrario.—Sí, sí, por supuesto, ¿podemos comenzar? Mi marido está esperando fuera y es muy impaciente.—Hija, no seas grosera, Alexander no tiene problema en esperar. Te ha dicho que esperará el tiempo que haga falta —la regañó su madre.El abogado se mostró cohibido y ella se arrepintió de ser tan grosera, pero todo aquello le erizaba cada parte de su piel.Aquella herencia le había desgraciado la vida una y otra vez y allí estaba para recibirla.Su esposo había insistido en acompañarla porque tenía el temor de que Iz
Diana se sentó junto a Alexander en la cama y comenzó a abrir el sobre.Tal como ella había notado el contenido no solo era una carta, allí había muchos documentos.—Qué raro, ¿para qué me dejaría mi padre todas estas facturas y movimientos? —murmuró y su esposo los quiso ver.—Déjame que yo los mire, tal vez vea algo que tú no. —Al pasarle las hojas, otro sobre más pequeño se deslizó y cayó al suelo—. Vaya, quizá ahí encontramos la explicación.Diana lo agarró y repitió el mismo proceso.En su interior sí se encontraba una carta, estaba escrita a mano y era la letra de su padre.—Diana, si estás leyendo esto es que ya no estoy en este mundo… —Apenas leyó la primera frase de la carta su marido la interrumpió.—Me sorprendo con el intelecto superior de tu padre, deja una carta en su testamento y todavía especifica que si lo estás leyendo es porque no está en este mundo. Tenía muy poca fe en tus facultades mentales.Diana lo empujó con su propio hombro, ese hombre siempre tenía que inte
Izan no pudo evitar borrar la sonrisa fingida frente a Jacob.Aquel hombre se estaba burlando de él y debía callarse.No estaba acostumbrado a encontrarse en posición de inferioridad, pero todo dependía de que ese hombre mantuviera el negocio que tenían juntos.—¿Qué quiere decir con que no lo estoy entendiendo? Esto no es un chiste, señor Davis. En este negocio me juego mucho, nos jugamos mucho —rectificó para que sintiera que él también tenía que perder.Jacob colocó una pierna sobre su rodilla y se echó hacia atrás en el asiento.Su postura indicaba que se encontraba muy cómodo con aquella situación mientras él comenzaba a sentirse cada vez más nervioso.Ese hombre era un bastardo que pretendía hundirlo, lo sabía, pero si tenía que rogar para que se arrepintiera de su decisión lo haría.Lo estaba acorralando y encima disfrutaba de verlo asustado por no saber el momento exacto en cuanto se tiraría sobre él.A Izan no le gustaba sentirse la presa cuando siempre era el cazador.—Hace
Esa noche su marido decidió invitarlos a todos a cenar para celebrar lo bien que había salido el plan contra Izan.Su exesposo no había sido detenido ese día porque la investigación debía llevarse a cabo, pero tenía prohibido abandonar la ciudad.Sacarlo de la empresa de su padre, que estuviera siendo investigado por malversación de fondos y que perdiera todo lo que había robado y lo propio por tener que devolver el dinero a Jacob, a ella le parecía digno de celebración.En esa ocasión toda la familia, incluida su madre, sus hijos y Roger estuvieron invitados.—Niños, hoy harán sentir orgulloso a papi, ¿verdad? —preguntó Alexander cuando por fin estuvieron acomodados en la mesa y solo esperaban a que el asistente de su marido llegara.—Papi, yo creí que siempre estabas orgulloso de mí no solo hoy —dijo Victoria.—No lo decía por ti, hijita, se lo decía a tus hermanos que son un poco imprevisibles.—Alexander —susurró Diana—. Intenta confiar en ellos, no han hecho nada, están tranquilo
Habían pasado casi tres meses desde que su esposa se hiciera cargo de la empresa de su padre.Y en ese tiempo tuvo que ir retrasando el viaje que tenía pendiente a Canadá.No quería dejar a Diana sola mientras Izan continuara libre.Su preocupación aumentó desde que Jacob cumplió su amenaza y exigió su dinero. Cuando Izan no tuvo forma de pagarle, Jacob provocó un embargo sobre todo lo que tenía dejándolo en bancarrota.Agradecía tener a ese hombre en ese momento de aliado y no como enemigo.Alexander podía darse por satisfecho, había hundido tanto a Izan que tal como había predicho, lo único que le faltaba era comer de la basura, aunque lo que esperaba con ansias era que comiera en la cárcel.No había un solo día en el que pudiera estar tranquilo cuando su esposa salía hacia la empresa que su padre le dejó e intentaba sacarla a flote.—Ya regresé —dijo Roger después de llamar a la puerta y abrirla con toda la confianza—. Tu esposa está bien, fui a llevarle la documentación que me di