Diana que no esperaba ese impulso de Alexander no pudo evitar dejarse llevar, cerrar los ojos y abrazarlo con fuerzas.Apenas sintió sus labios se olvidó de que acababa de compararla con un espectro y de que no era buena idea que cayera en sus brazos porque solo estaba dándole una caricia a su corazón antes del impacto.Sintió el aliento de su esposo en la pie cuando abandonó sus labios e intentó recorrerle el cuello.—Horrible camisón —lo escuchó gruñir cuando se encontró con la barrera asfixiante de la tela que llevaba abrochada al completo.Su corazón latía con fuerzas cuando él regresó a tomar sus labios.Lo abrazó con más fuerza, pero para ella no fue suficiente, no quería que dejara de besarla, ni que volviera a mencionar una sola queja más sobre lo que llevaba puesto.Ese insufrible hombre era un idiota sin remedio, pero en ese momento era «su idiota» y ella no era tan fuerte como para desaprovechar la oportunidad.En esa ocasión fue ella la que enredó su mano en su cabello par
Diana no sabía qué contestar a esa pregunta.Quería entender que él quisiera respuestas, pero la idea de que Alexander se viera de nuevo con Rebeca solo la hacía creer que revivirían los sentimientos del pasado.—Tal vez cuando la vuelvas a ver…Alexander le cubrió los labios con su dedo índice, la calló y negó con la cabeza.—¿Tú sentiste algo cuando volviste a ver a Izan? —Diana lo miró, le agarró la muñeca y apartó su mano para que la dejara hablar.—No es lo mismo, yo no he estado diciendo todo el tiempo que era el amor de mi vida, que solo lo iba a amar a él, que él era la perfección. Me has creado demasiadas inseguridades y no sé si estoy dispuesta a esperar para que después llegues feliz del brazo de Rebeca —soltó todo casi sin respirar, llevaba con eso mucho tiempo atorado en su pecho.Esperó por la queja de Alexander, por su enfado, por cualquier reacción de macho ofendido como ya era su costumbre, pero él solo la miró avergonzado.—Yo sé que decirte que soy un idiota no va a
Cuando Diana y su marido escucharon las palabras de su madre ambos se miraron con sorpresa.—¿Qué le puedo regalar a tu madre? Comienza a caerme muy bien, quiero ser un buen yerno. —Diana miró a su madre con preocupación, si continuaba hablando así temía que a Izan no le importara golpearla en público.Su expresión era de tanta rabia que daba miedo.Le parecía mentira que hubiera estado casada con él y se hubiese mantenido ciega todo un año.Ese hombre era un cínico, un mentiroso y además un manipulador.—Voy a detener a mi madre, no quiero que ese hombre le haga algo. —Antes de que pudiera salir de entre los bancos, Alexander la agarró.—Tú no irás a ninguna parte sola, se te olvida que yo estoy aquí y no voy a permitir que nadie le toque un solo cabello a tu madre o a ti.Diana sintió que el cuerpo se le quedaba sin fuerzas y que sus hombros que momentos antes habían estado rígidos sucumbían a su propio peso.—¿De verdad? —preguntó, incrédula—. Yo… No sé qué decir.Era tan extraño t
Alexander había decidido invitar a su suegra a su casa después de lo ocurrido en el funeral.La mujer comenzaba a agradarle y él sabía lo que era pasar por una pérdida, aunque todo indicara que había sido una farsa y que Rebeca estaba muy viva.—No sabes cómo te agradezco lo que estás haciendo por mí y por mi madre. Me partía el alma dejarla sola en aquella casa. —Su esposa lo miraba como si fuera su héroe y si para que lo viera así había que llevarse a la suegra a la casa, él lo hacía.—No hace falta darlas, esta casa es de los dos y no vamos a dejarla sola en un momento como este.Diana lo miraba y le sonreía de una forma tan sincera que sentía la necesidad de darse palmaditas a sí mismo en la espalda y felicitarse.En ese instante llegó su suegra y se le colgó del brazo.—Alexander, no quiero abusar de tu hospitalidad, pero no tendrás por ahí algo para beber, estoy sedienta.—Claro, mamá, ven, vamos a la cocina yo te muestro donde está todo —intentó intervenir Diana, pero Allison n
—¿Dónde crees que vas? —Alexander atrapó a Roger cuando casi salía del edificio.—A buscar mi desayuno, ya te lo dije, pero si quieres acompañarme, adelante.—Veo que has vuelto a tutearme, así que, como amigos que somos, me tomaré el derecho de decirte: ¡¿en qué estabas pensando cuando te metiste con una mujer así?!Roger comenzó a caminar más rápido, como si no quisiera mantener aquella conversación, pero Alexander no estaba dispuesto a permitirle escapar.—Me gusta el café que sirven ahí —murmuró y señaló una cafetería.—Soy tu amigo, si te lo digo es porque me preocupo por ti. Vives enamorado del amor, una mujer te coquetea y ya la quieres hacer tu esposa, pero esa mujer fue capaz de meterse con el marido de su mejor amiga. ¿Qué puedes esperar de ella?—No seas tan exagerado, si eso fuese así a todas las hubiera llevado a conocer a mi familia y no ha sido así. Si Natalie sigue como hasta ahora tal vez la lleve porque yo creo que la gente tiene derecho a cometer errores y a aprende
A Diana le temblaban las manos de rabia e impotencia cuando entró al despacho de la directora.Por ese motivo la mujer había pedido hablar con su esposo, no la quería recibir a ella.La angustia creció cuando vio que no estarían solas y que allí se encontraban tres madres más y un hombre que debía ser el padre de alguno de los niños.Una de las mujeres era Tiffany.Diana sentía que aquello se iba a convertir en una cacería de brujas en su contra.Para incomodarla más la mirada que el hombre le lanzó cuando la vio pasar por la puerta le provocó arcadas.—Buenos días —dijo y buscó con la mirada alguna silla donde sentarse, pero ya todas estaban ocupadas.—Bienvenida, ya estamos todos —informó la directora—. Señora Turner, mandé a llamar también a los padres de los otros niños involucrados. Yo no estoy aquí para juzgar a nadie, solo quiero que lleguemos a una solución. Lo sucedido es grave.—La solución ya se la hemos dado, no hay otra, pagamos mucho dinero para que nuestros hijos reciba
Diana al verse agarrada en ese instante y no ver quién lo hacía comenzó a revolverse y a patear con todas sus fuerzas.No podía más, sus nervios estaban desatados. Lo de sus hijos y ahora encontrarse a esa mujer frente a ella habían abierto la caja de Pandora.Estaba fuera de sí. El hombre gruñó al recibir el golpe, la levantó entre sus brazos y la apartó de Natalie.—Serás fiera, me has pegado una patada en las espinillas —se quejó su esposo y se frotó la pierna.—¿Alexander? —su marido la soltó y ella se dio la vuelta para encararlo—. ¡¿Qué hace esa mujer aquí?!Cuando la señaló vio a Roger abrazando a Natalie mientras ella lloriqueaba y se quejaba de que la había golpeado.—Señora Turner, parece que quien duerme en el mismo colchón se vuelve de la misma condición. Acaba de golpear a mi novia, ella solo vino a verme —se quejó Roger.Diana miró a Roger, después a Natalie y por último a su esposo.Su expresión debía decir muy claro lo horrorizada.—Pero… Ella… Tal vez ahora no estaba
Izan se encontraba esperando a Jacob Davis, uno de los mayores inversionistas que su empresa tenía en ese momento y del que dependía su salud financiera.Convencer a ese hombre de que se arriesgara e invirtiera con Albert y con él había sido un reto muy complicado.Acabó cediendo porque Albert lo apoyó y le aseguró a Jacob que Izan era de fiar y que era excelente en los negocios.Jacob siempre había tenido muy buena amistad con la familia de su suegra y debido a ella también con los Miller.En ese momento necesitaba más que nunca que ese hombre no le retirara su apoyo.Para que accediera a financiar el proyecto habían firmado un contrato en el que si no se sentía seguro con el negocio, podría recuperar la inversión.Esa idea fue de Albert y él no estuvo de acuerdo, pero su exsuegro tenía tanta seguridad en que aquello saldría bien que decía que era solo para darle tranquilidad a Jacob.En los negocios había que arriesgar y a veces tocaba perder, aunque él no era ningún perdedor y no p