Diana y Alexander subieron en el ascensor mientras que Roger escapó de ellos y comenzó a subir corriendo las escaleras.«Qué hombre más extraño», pensó, pero no le dio demasiadas vueltas.—¿Por qué tan contenta? —le preguntó su esposo apenas entraron en el elevador.Quería decirle que para ella significaba mucho que él le diera su lugar como esposa, que se enfadara porque no lo invitara cuando salía con los niños, que quisiera pasar tiempo con ella y que la valorara.Nunca se había planteado que él quisiera que lo incluyera en sus planes porque su exesposo jamás se lo pidió.Lo único que recibió de Izan fue todo lo contrario, para Diana aquello era nuevo, pero en lugar de decirlo todo se lo resumió.—Porque tú me haces feliz, gracias por ser así conmigo.Alexander la miró de esa forma que tanto le gustaba y la acercó a él, estaba por besarla cuando las puertas se abrieron.—Hasta el ascensor se pone en mi contra —murmuró y le dio un rápido beso en los labios.Salieron felices, agarrad
Diana pudo notar la expresión de desacuerdo de su padre, aunque la intentó disimular ella lo conocía muy bien.Alexander parecía otro hombre, se había trasformado.A simple vista nada quedaba en él del padre amoroso y del hombre bromista y comprensivo que mostraba en muchas ocasiones.Tampoco era ese hombre malhumorado al que ella solía llamar «el ogro del cuento», no, su esposo en ese momento era un hombre de negocios.Un depredador dispuesto a despedazar a su padre si hacía cualquier movimiento en falso.Tenía esa expresión de superioridad que tantas veces había visto en Izan o en su progenitor. Todo en él emanaba superioridad y su mirada decía sin palabras: «dame un motivo para destruirte y lo haré».Sin embargo, de Alexander esa actitud no le dio miedo porque había comenzado a conocer el hombre que existía en su interior.Por más que a simple vista parecieran dos tiburones dispuestos a atacarse hasta que uno pereciera, su marido era un buen hombre.Su esposo se sentó en la silla d
Diana no supo en qué momento había acabado sentada en el regazo de Alexander, aferrada a su cuello y sin poder hablar porque sentía su garganta cerrada por el llanto.Su esposo no intentó consolarla con palabras, solo se quedó allí, con los brazos alrededor de su cuerpo y con su rostro pegado al suyo.Él no necesitaba decir nada, que no la abandonara y quedara a su lado era suficiente para permitirse mostrarse como lo que se sentía en ese instante, una niña indefensa.En su mente escuchaba a sus padres discutir una y otra vez: «¡No sirves ni para engendrar! ¡Un varón era la único que te pedí y mira lo que me has dado!».Intentó una y mil veces ser lo que él quería, siempre esforzándose más, siempre dando más y nada fue suficiente.No importaba todas las felicitaciones de sus profesores, las matrículas de honor, los premios que conseguía, su padre los miraba como si fueran basura.—Lo siento… Yo no quise avergonzarte —logró decir—. Me iré a casa, te prometo que no volveré a molestarte
Diana no había podido quedarse en la oficina a la que la llevó Alexander.Estaba muy nerviosa, su padre siempre había querido que regresara con su exmarido y parecía que estaba allí para conseguirlo.Le había costado mucho tiempo entender que lo hacía porque no soportaba que nada saliera de su control y para su padre ella era de su propiedad.Podía imaginar el enfado que tenía al saberla casada con Alexander.Ojalá hubiera prestado más atención cuando tuvo la posibilidad, así sabría los motivos de tanta inquina hacia su esposo.Tenía solo algunos recuerdos sueltos de haber escuchado algunas conversaciones cuando pensaban que ella no estaba pendiente.No prestó demasiada atención porque en ese instante Alexander no era nadie para ella, pero recordaba a su madre enfurecerse con su padre cuando este mencionaba con insistencia las ganas que tenía de dejarlo en bancarrota.—Está bien, ¿necesita que le traiga algo? —le dijo el asistente de su esposo en cuanto la vio aparecer por el pasillo.
Cuando su padre se marchó Diana intentó disimular lo terrible que se sentía sin mucho éxito.—Estoy orgulloso de ti —le dijo su esposo una vez entraron a su oficina para evitar las miradas de los empleados—, pero no tenías que volver para enfrentarlo.Alexander le apartó el cabello del rostro y se lo metió detrás de la oreja, él no la miraba como si estuviera decepcionado.Al contrario, la veía con un profundo orgullo. Como si fuese una mujer muy fuerte, aunque ella se sentía en ese instante como la definición de la debilidad.—Tenía miedo de que te metieras en problemas o de que mi padre nos hiciera daño, no podía quedarme allí a la espera de que vinieras a buscarme y me sacaras también a mí de la empresa y de tu vida —confesó.—¿Por qué? ¿Qué es lo que te da tanto miedo que sepa? —preguntó su esposo y la llevó a sentarse—. ¿Cuál fue el motivo real de tu divorcio?Él se acomodó frente a ella y le sostuvo las manos.Agradeció que intentara mantener el contacto entre ellos en todo momen
Diana no se marchó a su casa apenas salió de la empresa.Todavía los niños estaban en la escuela y sentía que si regresaba allí solo sería para torturarse con lo ocurrido.Decidida e impulsada por el valor del momento decidió dirigirse al hogar en el que había crecido.Esperaba encontrar a su madre sola y enfrentarla.Cinco años sin saber de ella, sin una sola llamada, sin un solo intento de comunicación.Después de esperar más de veinte minutos a que se dignaran a dejarla pasar a la propiedad, la recibió el ama de llaves.—Señorita Miller, qué gusto me da volver a verla —le dijo la mujer y Diana intentó sonreírle, aunque estaba muy nerviosa—. Ya le informaron a su madre de su llegada y está dispuesta a recibirla.—Qué bueno que esté dispuesta a recibir a su hija —murmuró.Las cosas no habían cambiado por allí, el trato continuaba siendo el mismo.Lo que sí no esperó fue la reacción de su madre al verla.—¡Hija! —gritó—. Qué bueno que llegaste, ¿quieres una? —le ofreció de lo que estab
Se encontraba por salir de la casa cuando se vio detenida por su padre.—Sabía que no podrías resistirte a mi invitación —le dijo con una sonrisa socarrona—, pero ¿dónde te marchas tan rápido? Me informaron de que no hace ni media hora que llegaste.—No vine a verte a ti, vine a ver a mi madre, ahora que ya la vi me gustaría marcharme.Diana intentó pasar por su lado, pero su padre la agarró del brazo y tiró de ella de nuevo al interior de la casa.No pudo evitar asustarse ante tanta rudeza.—Ya no eres tan valiente cuando no tienes a tu maridito a tu lado. Qué vergüenza haber tenido una hija como tú, pero qué podría esperar de ti con la madre que tienes.—¡Suéltame! —le exigió, pero eso no le impidió volverla a llevar al interior de la casa—. Ya me has repetido mil veces lo decepcionado que estás de mí, solo déjame continuar mi vida tranquila, papá… Por favor —le suplicó.Su padre le colocó una mano en la espalda y volvió a exigirle, solo con su actitud, que entrara. No iba a dejarla
Diana llegó muy nerviosa a su casa.Lo primero que hizo fue buscar a los niños para ver si habían llegado ya de la escuela.Cuando los encontró solo vio a Victoria y a Gabriel.—Peques, qué ganas tenía de verlos. —Los niños corrieron hacia ella y Diana se arrodilló para recibirlos. Sintió sus bracitos alrededor de su cuerpo y todos los nervios acumulados se fueron calmando—. ¿Y Nathan?—Con la niñera, mami —dijo su hija.A Diana le resultó muy extraño que ese diablillo estuviera separado de sus hermanos.—¿Desde cuándo?—No che —contestó Gabriel encogiéndose de hombros, pero su expresión le decía que sí sabía.—Dime la verdad, peque, ¿qué está haciendo tu hermano?Gabriel no le contestó porque su padre apareció en la sala y ambos niños salieron corriendo a recibirlo.Diana miró a Alexander y recordó lo sucedido en la mañana.Estaba muy cansada de todo, de tener que vivir con miedo todo el tiempo.Cuando creía que podía sincerarse con él y que la entendería regresaba a su mente la inig