Había pasado una semana desde que Dante y Ariel regresaron al país. Durante esos días, Ariel no había tenido contacto alguno con Alejandro, y aunque intentaba convencerse de que eso no le importaba, cada noche sentía el peso de su ausencia. No volvió a la casa que compartía con su esposo. En cambio, permaneció en un pequeño hotel con Dante, quien, en silencio, había estado preparándose para regresar a Italia.Esa mañana, la despedida llegó demasiado pronto.—Cuídate, Ariel —dijo Dante con seriedad, sus ojos claros cargados de preocupación mientras se ajustaba la chaqueta. Su tono era firme, pero no pudo evitar un matiz de tristeza en su voz—. No te fíes de nadie, y menos dejes que tu corazón se corrompa. No intentes igualarte a ellos, Ariel. No lo merecen.Ariel lo miraba en silencio, intentando grabar cada palabra en su memoria. Dante continuó, tomándola suavemente de los hombros:—Y, más que nada, no empieces una lucha contra todos ellos. Por favor. Sabes que en Italia siempre tendr
La hizo sonar, una y otra vez, dejando que la melodía impregnara el ambiente y, poco a poco, también su mente. Era como si el suave compás de aquella bailarina pudiera calmar las tormentas que llevaba dentro. Fuera de la habitación, Alejandro parecía más que complacido. Ariel estaba en casa. Había aceptado el regalo, y para él, aquello era una pequeña victoria en medio de toda la incertidumbre que sentía desde su regreso. Con una idea clara en mente, se dirigió a la cocina. Quería recibirla con algo especial, algo que le hiciera sentir que estaba de nuevo en un lugar seguro. Sacó una botella de champán de la nevera, sirvió una copa para sí mismo y dejó otra lista para cuando Ariel saliera. Luego se colocó el mandil y comenzó a preparar una pasta con vegetales, una de las favoritas de Ariel. Mientras picaba los ingredientes, un aroma delicioso comenzó a llenar la cocina, extendiéndose por toda la casa. Ariel, desde su habitación, captó aquel olor que le trajo recuerdos de momentos m
—Está despertando —anunció el doctor luego de explicarle detalladamente la grave situación de su madre—. Acérquese si quiere hablar con ella, no puede hacer mucho esfuerzo la señora Fendi. Quédese solo unos cinco minutos, por favor, ya que ella necesita un reposo estricto, que nada la altere y menos la mortifique. Tenga cuidado con lo que le dice. Dejó a Alejandro solo con su madre, y él se acercó a ella, tomando su arrugada mano. Se agachó para besarla, y en su frente se dibujaron varias líneas, preocupado por ella. —No te esfuerces en hablar. ¿Por qué nadie me dijo nada? ¿Desde cuándo estás así? ¿Ya no se me cuentan las cosas de la familia? —Se dice que… desde que… —la señora hacía una pausa cada poco, como si supusiera un gran esfuerzo para ella hablar con su hijo—. Tienes otra familia… te olvidaste… de nosotras. —Tosió con desesperación, alterando la preocupación de Alejandro—. Tu padre siempre, siempre… deseó que fuéramos unidos, al igual que yo. Por eso… Alessia vive cerca, A
—¡Ayúdame! —no quería parecer desesperada, pero luego de lo que habían hecho contra Ariel, fue cuando Marco hizo entrar en razón a su esposa, haciéndola ver que… habían perdido. Que desde el momento en el que agredieron a Ariel, eliminaron todas las posibilidades de que Alejandro regresara a casa y, peor aún, le habían declarado abiertamente la guerra a su esposa, por lo que era casi imposible que, a pesar de la fingida condición de su madre, Alejandro regresara a casa. Alessia temía que las cosas estuvieran arruinadas de forma irrevocable. Alejandro nunca se había comportado de aquella manera con ellas dos, y su madre les exigía que llegaran a una tregua con su hermano o… cosas malas podrían suceder si Ariel tomaba el control total de Alejandro. Marco las culpaba porque ya el plan estaba destinado al fracaso. El impulso de ellas dos había arruinado casi todo, desatando la ira de Alejandro Fendi. —¿No lo entiendes, Alessia? ¡No estoy de tu lado! —¡Para ti no tiene que haber un lad
Aquel hombre había salido de su casa muy enojado, luego de que su madre y sus hermanas le reclamaran por no querer casarse con quien era su novia desde hace cinco años, la hermosa Abigail Clinton, de una buena familia, belleza incomparable y un enorme amor hacia él desde que eran adolescente, ya con varios años de relación, solo faltando el único paso.Matrimonio.Pero Alejandro no la amaba, por eso luego de esos años de relación aún no daba el primer paso, no deseaba casarse con ella. No era la mujer que quería para convertirla en su esposa. Su relación con ella nunca podría ir más allá, pese a los años.Él acababa de terminar la relación.En su lujoso coche iba captando las miradas de todos los de la ciudad, muchos sabían que allí dentro iba Alejandro Fendi, dueño de casi la mitad de la ciudad, cada rascacielos había sido construido por su empresa, la mayoría de los centros comerciales eran de él y poseía numerosas empresas en el extranjero, sobre todo en Italia, de donde eran los F
Aquel restaurante, en el centro de la ciudad, fue reservado solo para Alejandro Fendi, con solo una llamada, y su poco usual invitada. Todo estaba vacío, solo para ellos dos. Los empleados del lugar los atendían como que nada estaba fuera de lugar, sin prestar atención al aspecto de Ariel, la joven que lo acompañaba.Ella, sentada frente a él, con su caja de música entre las piernas y la mochila cerca de sus piernas, observaba con asombro el lugar.—¿Te gusta lo que ves?—preguntó, observando la mirada asombrada de su acompañante.—¡Pues claro que sí! Sé que aquí cocinan muy delicioso.— Se inclinó hacia adelante para decirle aquello en voz baja, logrando impresionar a Alejandro.—¿Alguna vez has venido aquí?— Preguntó, incrédulo. Lo único que se le ocurría era que ella hubiera entrado a robar o que, a lo mejor, se paró en la puerta a pedir, pero con su aspecto era muy probable que no le permitieran ni acercarse a la entrada.Aquello era un lugar muy lujoso y solo atendían con reservaci
Alejandro Fendi era un hombre ocupado, por lo que no podía perder el tiempo.Luego de aquel almuerzo él y Ariel se dirigirían hacia la casa que compartía con su madre y su pequeña hermana, Annie, pero Alessia vivía muy cerca de allí, junto con su molestoso esposo, por lo que con la excusa de ver a su madre pasaba mucho tiempo en aquella casa.¿Por qué vivían juntos? ¿Y por qué no? Su madre era muy mayor y de vez en cuando su salud peligraba, sus hijos querían estar cerca, muy cerca de ella y ninguno dejaría que el otro pasara más tiempo con ella, porque realmente era una competencia interna.Ariel, a su lado en el coche, iba muy nerviosa, se iba a casar con aquel hombre en algún momento y por alguna razón no se sentía con derecho a objetar.—Estás decidiendo por mí— Dijo en voz baja, pero Alejandro la escuchó.—Podría decirse que sí—respondió.—¿También podría decirse que me estás obligando?—preguntó.—Solo si quieres hacerte la víctima. Míralo de este modo, te estaré forzando a tener
Después de aquella burla y el llanto de Ariel, Alejando la llevó a su habitación, no sin antes desatar el caos en su familia al decir que con aquella mujer se iba a casar, que Ariel Sánchez sería su esposa.—Lo siento, me esperaba un escándalo, pero no que rompieran tu caja de música.— Había sido mejor de lo esperado para él, la caja de música es lo que menos le importó, era un objeto sin valor, aquel que ella sacó de la basura, sino la reacción de su madre y su hermana, quien no dudó en salir corriendo para contarle a Alessia, la hermana mayor.Aquella no tardaría en llegar junto a su esposo, Marco Albini.—Es una bruja— Dijo entre gimoteos, refiriéndose a Annie.—Te compraré las que quieras, tanto como quieras, las mejores o una idéntica a esta. No llores y ya olvídate de ella. — Pero Ariel se giró hacia él y lo miró con indignación, sus ojos no dejaban de llorar, mordía sus labios tanto como podía pero sabía que las palabras le saldrían de todos modos, no había forma de detenerlas.