—Está despertando —anunció el doctor luego de explicarle detalladamente la grave situación de su madre—. Acérquese si quiere hablar con ella, no puede hacer mucho esfuerzo la señora Fendi. Quédese solo unos cinco minutos, por favor, ya que ella necesita un reposo estricto, que nada la altere y menos la mortifique. Tenga cuidado con lo que le dice. Dejó a Alejandro solo con su madre, y él se acercó a ella, tomando su arrugada mano. Se agachó para besarla, y en su frente se dibujaron varias líneas, preocupado por ella. —No te esfuerces en hablar. ¿Por qué nadie me dijo nada? ¿Desde cuándo estás así? ¿Ya no se me cuentan las cosas de la familia? —Se dice que… desde que… —la señora hacía una pausa cada poco, como si supusiera un gran esfuerzo para ella hablar con su hijo—. Tienes otra familia… te olvidaste… de nosotras. —Tosió con desesperación, alterando la preocupación de Alejandro—. Tu padre siempre, siempre… deseó que fuéramos unidos, al igual que yo. Por eso… Alessia vive cerca, A
—¡Ayúdame! —no quería parecer desesperada, pero luego de lo que habían hecho contra Ariel, fue cuando Marco hizo entrar en razón a su esposa, haciéndola ver que… habían perdido. Que desde el momento en el que agredieron a Ariel, eliminaron todas las posibilidades de que Alejandro regresara a casa y, peor aún, le habían declarado abiertamente la guerra a su esposa, por lo que era casi imposible que, a pesar de la fingida condición de su madre, Alejandro regresara a casa. Alessia temía que las cosas estuvieran arruinadas de forma irrevocable. Alejandro nunca se había comportado de aquella manera con ellas dos, y su madre les exigía que llegaran a una tregua con su hermano o… cosas malas podrían suceder si Ariel tomaba el control total de Alejandro. Marco las culpaba porque ya el plan estaba destinado al fracaso. El impulso de ellas dos había arruinado casi todo, desatando la ira de Alejandro Fendi. —¿No lo entiendes, Alessia? ¡No estoy de tu lado! —¡Para ti no tiene que haber un lad
Tocó a su puerta y mientras ella se decidía en salir, Alejandro caminaba de un lado a otro, esperando por Ariel.Las palabras de su amigo lo habían dejado pensando mucho si Ariel se negaba, ¿qué haría él? Decía que no la obligaría a nada, pero ¿hasta qué punto era eso cierto? ¿Hasta qué punto él iría al ritmo que marcara ella? No era una tarea fácil y necesitaba de toda su paciencia para no ser el mismo ogro de antes y hasta el momento había logrado controlarse, aún cuando ella huyó con otro hombre en medio de su cumpleaños, o cuando no quiso regresar a casa.Intentó comprenderla, ponerse en su lugar.Dentro, Ariel buscaba sus pantuflas, pues ya estaba en la cama.Cuando abrió la puerta, lo observó ir de un lado a otro.—Vamos al salón, hay que hablar sobre algo.— Él se condujo allí, siguiéndolo Ariel en silencio. —¿Cómo te sientes?— Ella estaba sentada en el sofá y Alejandro en la butaca, la acercó a ella, para estar más cerca durante la charla.—Estaba por dormir. ¿Qué ocurre?—Como
Condujo de regreso a casa media hora antes de lo acordado, ya que también tenía que hacer su maleta.Se había sentido un poco acorralado cuando Ariel se negó en más de una ocasión a irse con él a casa de su madre.Por una parte la entendía, pero también rechazaba su actitud ante algo que él le estaba pidiendo.Se preguntaba, ¿será siempre así? ¿Tendría que ceder él o someterla a ella?Sin duda alguna, había sido difícil para él, porque le había estado demostrando a Ariel que estaba cambiando, pero aquella noche no fue eso lo que le demostró.Tuvo que…obligarla.Quería estar con su madre el tiempo que ella estuviera delicada de salud y dejar a Ariel en casa no era una opción.¿No podía ella entender que él la necesitaba cerca?¿No podía él expresar que él la necesitaba cerca?Aparcó y sacó la llave de casa de su bolsillo, encontrando la puerta sin seguro.—Estoy en casa.— Anunció nada más entrar. Habían pasado los días desde que Ariel se sentía mejor, luego de lo ocurrido en el hospita
Había una fina capa de sudor en su frente, luego de caminar unos minutos hacia la playa, cuando el taxi la dejó en el hotel y ella dejó sus cosas.Miró el agua y solo le dieron ganas de entrar.Las olas lamían la arena, dejando húmedo todo a su paso.En su mano izquierda tenía el celular que recién se había comprado, ya tenía tres números grabados en él.El de Berenice, Julia…y Dante.Primero llamó a Julia.Con sus pies descalzos se aproximó a la orilla.—Soy Ariel.—¡Ariel! ¿Estás bien?— preguntó con preocupación. —Hace nada Alejandro me llamó para saber si yo sabía dónde estabas. Dice que huiste de casa.—No huí, solo me marché. Cree que soy un objeto y me llevará a donde sea que le de la gana. ¿Soy un objeto? ¿Es lo que cree que soy? No le importa lo que yo quiera y está muy claro que tampoco vela por mi bien. Quería obligarme a regresar a casa de su madre, con las víboras de sus hermanas, quienes solo hace unos días me golpearon. ¿Cómo cree que voy a regresar allí?—¿Qué tan difíc
—¿Por qué solicitas que nos veamos a través de amenazas?— Preguntó, conteniendo el enojo, la ira y…ciertas cosas hacia Annie, quien no dejaba de molestar, solo eso, molestar. —¿No te bastó con arruinar mi perfecto plan? ¿Ahora también quieres arruinar mi matrimonio?— Tomó asiento despacio.—¿Qué dices? Solo quiero tu bienestar, Marco. Y recordarte algunas cosas, que puede que ya hayas olvidad, no sé ni porqué. Llegaste a esta familia, enamorado de mí, luego Alejandro se interpuso y al final regresaste por Alessia. ¿Crees que no veo lo que haces?—Según tú, ¿qué es lo que hago?— cruzó sus manos sobre la mesa.—Pudiste convencerme por el odio que le tenías a Alejandro al habernos separado, pero solo tenías que esperar un poco más de tiempo y luego hubiéramos podido estar juntos, en cambio, solo fingiste interés por mi hermana, le brindaste un poco de tu atención y algo de la carne que tienes entre tus piernas, con eso bastó, tampoco es que tengas mucho más. Me uní a ti, a pesar de que e
—¡¿Cómo puede brillar?!— Exclamó al ver el secreto que escondía el vampiro. —¡Ariel! Es absurdo, tiene que ser como Owen.—¿Como Owen? ¡¿Quién es Owen?! ¡Este es Edward! ¿Qué tiene de malo que brille?—Ariel, los vampiros tienen que quemarse en el sol, así ha sido siempre. Pueden tener otras cosas, como controlar a las lobas, tener un hechizo de sangre que lo hace uno de los seres más poderosos, incluso poseer el control al tomar la sangre de otras criaturas, pero ¡¿brillar?!—¡¡Sssh!! ¡Déjame seguir viendo!— Lo empujó hacia el sofá y luego recostó su cabeza en su pecho, tomó un puñado de palomitas y lo metió en la boca de él, para que guardara silencio, ya que llevaba toda la película soltando críticas, diciendo lo absurdo que era.Cuando terminó, Alejandro lo agradeció, mientras Ariel quedó encantada.—Admito que los libros son con más detalles, pero verlo en la pantalla también es maravilloso.—¡¿No me digas que esto tiene libros?!—Y ya me los leí todos.—Espero no haber sido quien
Miró las hermosas flores que acababan de llegar para ella y las olió, sintiendo un agradable cosquilleo en el estómago.¿Qué era esa emoción que la visitaba? ¿Qué era esa repentina alegría por unas flores que acababan de llegar?—Hay una nota.— Observó Berenice. —¡Léela!— Le gustaba la expresión que tenía Ariel desde que llegaron las flores, era una combinación de asombro y alegría.—¿Quieres ir…esta noche…al cine…conmigo?— Leyó ella. —¿Es…una…cita? ¡Me está invitando a una cita, Berenice! ¡¿Esto cuenta como cita?!—Creo que sí, claro, ¿por qué no? Claramente es una invitación, eso lo convierte en una cita. Tu celular está sonando, contesta, puede ser él.Ariel tomó su móvil de la repisa, aún no estaba acostumbrada al sonido o a hablar por él.—¿Hola?—¿Te llegaron las flores?—Casi no caben en mis manos, son hermosas, huelen agradables y me encantan. Muchas gracias. No sabía que unas flores podían hacerme sonreír tanto.—Ariel, como me alegro que te hayan gustado, me hubiera gustado