SebastianAlemania, diciembre de 2009Siete años antesRecostado en el marco de la puerta, observo la sonrisa de mi esposa mientras pone la mesa para la cena de Navidad. Su belleza y dulzura pudiera sanar a un moribundo solo con mirarla. Y tengo la dicha de que, cuando cae la noche, puedo cobijarla entre mis brazos y saber que me pertenece. —Deja de mirarme así. Vas a lograr que me ruborice —me pide intentando ocultar una sonrisa.—¿Sí? No pensé que tuviera ese poder sobre ti todavía —bromeo.—¡Oh! Lo tienes… y no soy la única. Todas las mujeres suspiran por ti, Sebastian. Eres difícil de ignorar.—Mientras tú lo hagas, el resto me importa poco.—Ese es mi hombre. —¡Papi! —grita mi hija Serena al entrar al comedor. Extiendo los brazos y la recibo en ellos para abrazarla contra mi pecho.—Hola, mi amor. Te ves hermosa esta noche.—¿Te gusta mi vestido? —pregunta con una sonrisita tierna. Mi niña es idéntica a Claudia, tiene sus mismos ojos esmeralda y hermosa melena dorada.—Mucho, p
Keira PresenteSacudo la cabeza de un lado al otro mientras él corre rápido hacia mí. Mi estómago cosquillea por el aleteo constante de eso que llaman mariposas en el estómago, pero en mi caso deberían ser murciélagos. Sí, no puede haber alas de colores involucradas en nada que tenga que ver con el oscuro y sin corazón de Sebastian Decker.Cuando está cerca de alcanzarme, comienzo a correr alejándome de él a toda prisa. No le daré la oportunidad de hablarme. No permitiré que sus ojos me consuman ni le daré el placer de verme lastimada de nuevo.—¡Keira, espera! ¡Necesito que me escuches! —grita sin dejar de seguirme. Ya ha pasado demasiado tiempo, debió buscarme antes, no esperar tanto tiempo. Además, si en verdad quería hablar conmigo, sabía dónde encontrarme
Keira Presente¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde! Me grita una vocecita molesta cuando no soy capaz de hacer lo correcto. No amo a Robert y nunca lo haré, pero de manera egoísta lo retengo conmigo porque si él se va ¿qué me queda?—No sé por qué estás tan molesta conmigo, ¿he hecho algo malo? —inquiere en tono conciliador, haciéndome sentir más culpable aún. Si se enojara y me gritara sería más fácil dejarlo, pero no, tiene que ser dulce y comprensivo.—No, no has hecho nada malo —contesto cambiando de tono, él no tiene culpa de mi malhumor—. Lo siento. Solo… estoy tan cansada, Robert —murmuro dejando escapar el aire con un suspiro. No le digo de qué estoy cansada, no quiero herirlo con la verdad.—Lo sé, amor. Pero no estás sola, estamos juntos en esto —pronuncia acercándose—. Te amo y planeo hacerlo el resto de mi vida.Quisiera amarte, Robert, pero mi necio corazón insiste en amar al alemán. Lo abrazo sin decir nada porque no quiero mentirle y él me estrecha a su cuerpo y besa el cos
KeiraPresenteSiento que mi corazón se subió a mi garganta y que quiere salirse por mi boca a medida que mis pasos me acercan a mi inesperado destino. Ni una sola vez se me cruzó por la cabeza que el inversionista de Robert fuese Sebastian. Se supone que su empresa es de transportes marítimos. ¿Qué mierda le importa a Decker el proyecto de casas ecológicas? ¡Su empresa transporta petróleo! Es ilógico y absurdo.Al acercarnos, noto que Sebastian está conversando con un hombre que desconozco, o puede que no lo recuerde. Me presentó a tanta gente en los eventos que no me daba tiempo de guardar sus rostros en mi memoria. Y, mientras tanto, intento controlar mi conmoción muy dentro de mí. Lo menos que necesito es que Robert descubra quién es –o fue– su nuevo socio en mi vida.—Decker —pronuncia Robert llamando su atención.Atendiendo al saludo, el alemán se gira hacia nosotros manteniendo ese gesto estoico y serio que lo caracteriza, aunque en sus labios había una pequeña sonrisa que desa
Keira Presente Sebastian me mira de arriba abajo con deseo y camina hacia mí con determinación. Por instinto, retrocedo hasta chocar con la pared. —¿Qué diablos haces con él? —me reprocha en tono exigente. ¿Pero con qué derecho me habla así? —¡Qué descaro el tuyo! ¿De cuando acá tengo que darte explicaciones de con quien salgo? —contesto sin amilanarme, no voy a dejar que me humille nunca más. —¿Sales? ¿no es un cliente? —formula frunciendo el ceño. —No, Robert no es un cliente, es mi pareja y el padre de mi hijo —le hago saber, sintiendo una opresión en el pecho. Sigue doliendo como el primer día. Sebastian traga saliva y da un paso más. —Mantén la distancia —le advierto apuntándolo con un dedo. Él se detiene y me mira perplejo por lo que parece una eternidad. —Lamento mucho tu perdida —expresa aparentando que está conmovido, pero no me engaña. —Ahórrate el discurso que no me compro tu papel y déjame salir, tengo que regresar con Robert —le exijo con mi cara en alto, aunque
KeiraPresente Sebastian sacude la cabeza a los lados, con los dedos hundidos en sus cabellos, baja sus manos a su rostro y lo estruja con frustración. —Te tuve y te perdí. Y te quiero de vuelta, Keira. Te quiero mía y de nadie más. Saber que sus manos te han tocado, que sus ojos han disfrutado de tu hermosa desnudez, que ha estado dentro de ti…, me lanzó al mismo infierno. —Su expresión se fractura en la última frase y su semblante se desmorona estrepitosamente, como si las llamas del abismo en verdad lo estuvieran consumiendo. Sebastian me está mostrando un ser distinto al que conocí. Noto sufrimiento sincero en su postura derrotada, en su mirada y en el tono de su voz. Estoy descubriendo que, entre estas cuatro paredes, hay dos corazones latiendo al ritmo del dolor. Sin embargo, es el mío el que debe importarme. Ningún otro. —Tú me destrozaste, Sebastian. Te fuiste con la promesa de no regresar. ¡Te marchaste después de tus duras palabras! ¿Y ahora regresas suplicando redención?
Keira Es verdad. Estoy esperando que sea él quien dé el paso correcto y no lo hará porque me ama. La de las dudas soy yo. La que miente soy yo. —No puedo seguir con esto, Rob. No puedo fingir más —musito desalentada. Llegó la hora de ser honesta. —¿Fingir qué? —Se levanta del sofá con rudeza. —N-no te amo. Lo he intentado, pero no puedo hacerlo —confieso al fin, sintiendo como el nudo que apresaba mi pecho se desata. Es liberador. —¡Maldita sea! —grita, pateando la mesa de centro. Tiemblo—. He estado aquí, Keira. He puesto todo mi jodido corazón en esto. ¿Y ahora me dices que no me amas? —Lo siento. —Es una palabra insignificante, pero es la única que puedo pronunciar. Robert me mira fijamente, sin parpadear, disgregado en sus pensamientos, en su desdicha…, hasta que dice: —Luché duro por ignorarlo, me dije que era por el duelo, me dije que el perdón estaba llegando… ¡Soy un idiota! —Tira de sus cabellos y luego agacha su cabeza, entrelazando sus dedos detrás de su nuca. Cami
Keira Presente Las últimas dos semanas, he mantenido una rutina de salir a trotar, jugar con Paris, leer algunos libros y caminar por la orilla de la playa cada atardecer. Robert me llamó dos días después de nuestra ruptura y hablamos por casi una hora. Me pidió disculpas por su comportamiento y yo hice lo propio en cuanto a mis errores. Del trato con Decker, no mencionó nada. No sé si el alemán seguirá adelante con el proyecto después de saber quién era Robert, pero no le quise preguntar. Antes de despedirse, dejó una puerta abierta para retomar nuestra relación, pero no estaba dispuesta a volver atrás. Los meses anteriores fueron suficientes para comprender que entre él y yo no podría haber más nada que una amistad, a menos de mi parte. Sus palabras finales se escucharon tristes y melancólicas, provocando que mi corazón doliera por la culpa; un sentimiento que tarde o temprano se diluirá, abriéndole paso a la aceptación. Sé muy bien que más adelante me lo agradecerá. Cuando mire a