KeiraPresenteSiento que mi corazón se subió a mi garganta y que quiere salirse por mi boca a medida que mis pasos me acercan a mi inesperado destino. Ni una sola vez se me cruzó por la cabeza que el inversionista de Robert fuese Sebastian. Se supone que su empresa es de transportes marítimos. ¿Qué mierda le importa a Decker el proyecto de casas ecológicas? ¡Su empresa transporta petróleo! Es ilógico y absurdo.Al acercarnos, noto que Sebastian está conversando con un hombre que desconozco, o puede que no lo recuerde. Me presentó a tanta gente en los eventos que no me daba tiempo de guardar sus rostros en mi memoria. Y, mientras tanto, intento controlar mi conmoción muy dentro de mí. Lo menos que necesito es que Robert descubra quién es –o fue– su nuevo socio en mi vida.—Decker —pronuncia Robert llamando su atención.Atendiendo al saludo, el alemán se gira hacia nosotros manteniendo ese gesto estoico y serio que lo caracteriza, aunque en sus labios había una pequeña sonrisa que desa
Keira Presente Sebastian me mira de arriba abajo con deseo y camina hacia mí con determinación. Por instinto, retrocedo hasta chocar con la pared. —¿Qué diablos haces con él? —me reprocha en tono exigente. ¿Pero con qué derecho me habla así? —¡Qué descaro el tuyo! ¿De cuando acá tengo que darte explicaciones de con quien salgo? —contesto sin amilanarme, no voy a dejar que me humille nunca más. —¿Sales? ¿no es un cliente? —formula frunciendo el ceño. —No, Robert no es un cliente, es mi pareja y el padre de mi hijo —le hago saber, sintiendo una opresión en el pecho. Sigue doliendo como el primer día. Sebastian traga saliva y da un paso más. —Mantén la distancia —le advierto apuntándolo con un dedo. Él se detiene y me mira perplejo por lo que parece una eternidad. —Lamento mucho tu perdida —expresa aparentando que está conmovido, pero no me engaña. —Ahórrate el discurso que no me compro tu papel y déjame salir, tengo que regresar con Robert —le exijo con mi cara en alto, aunque
KeiraPresente Sebastian sacude la cabeza a los lados, con los dedos hundidos en sus cabellos, baja sus manos a su rostro y lo estruja con frustración. —Te tuve y te perdí. Y te quiero de vuelta, Keira. Te quiero mía y de nadie más. Saber que sus manos te han tocado, que sus ojos han disfrutado de tu hermosa desnudez, que ha estado dentro de ti…, me lanzó al mismo infierno. —Su expresión se fractura en la última frase y su semblante se desmorona estrepitosamente, como si las llamas del abismo en verdad lo estuvieran consumiendo. Sebastian me está mostrando un ser distinto al que conocí. Noto sufrimiento sincero en su postura derrotada, en su mirada y en el tono de su voz. Estoy descubriendo que, entre estas cuatro paredes, hay dos corazones latiendo al ritmo del dolor. Sin embargo, es el mío el que debe importarme. Ningún otro. —Tú me destrozaste, Sebastian. Te fuiste con la promesa de no regresar. ¡Te marchaste después de tus duras palabras! ¿Y ahora regresas suplicando redención?
Keira Es verdad. Estoy esperando que sea él quien dé el paso correcto y no lo hará porque me ama. La de las dudas soy yo. La que miente soy yo. —No puedo seguir con esto, Rob. No puedo fingir más —musito desalentada. Llegó la hora de ser honesta. —¿Fingir qué? —Se levanta del sofá con rudeza. —N-no te amo. Lo he intentado, pero no puedo hacerlo —confieso al fin, sintiendo como el nudo que apresaba mi pecho se desata. Es liberador. —¡Maldita sea! —grita, pateando la mesa de centro. Tiemblo—. He estado aquí, Keira. He puesto todo mi jodido corazón en esto. ¿Y ahora me dices que no me amas? —Lo siento. —Es una palabra insignificante, pero es la única que puedo pronunciar. Robert me mira fijamente, sin parpadear, disgregado en sus pensamientos, en su desdicha…, hasta que dice: —Luché duro por ignorarlo, me dije que era por el duelo, me dije que el perdón estaba llegando… ¡Soy un idiota! —Tira de sus cabellos y luego agacha su cabeza, entrelazando sus dedos detrás de su nuca. Cami
Keira Presente Las últimas dos semanas, he mantenido una rutina de salir a trotar, jugar con Paris, leer algunos libros y caminar por la orilla de la playa cada atardecer. Robert me llamó dos días después de nuestra ruptura y hablamos por casi una hora. Me pidió disculpas por su comportamiento y yo hice lo propio en cuanto a mis errores. Del trato con Decker, no mencionó nada. No sé si el alemán seguirá adelante con el proyecto después de saber quién era Robert, pero no le quise preguntar. Antes de despedirse, dejó una puerta abierta para retomar nuestra relación, pero no estaba dispuesta a volver atrás. Los meses anteriores fueron suficientes para comprender que entre él y yo no podría haber más nada que una amistad, a menos de mi parte. Sus palabras finales se escucharon tristes y melancólicas, provocando que mi corazón doliera por la culpa; un sentimiento que tarde o temprano se diluirá, abriéndole paso a la aceptación. Sé muy bien que más adelante me lo agradecerá. Cuando mire a
Keira PresenteQue se apareciera en pantalones cortos, sin camiseta y descalzo, me parece muy extraño. ¿Sería un plan para obnubilarme con su perfecta anatomía? Si es así, lo consiguió por varios minutos, pero ni que crea que eso será suficiente. Necesito mucho más que su piel descubierta para ablandarme. Si quiere ganarse mi perdón, debe desnudarme su corazón. —No te tocaré… a menos que quieras —sonríe con descaro. —¡Eres exasperante! —Sacudo la cabeza y me levanto de la silla. He estado aquí más de lo que debería y no quiero preocupar a Landa con mi ausencia. Aunque… —. ¿Quién te dijo dónde estaba? —Me apego a la Quinta Enmienda —contesta serio. —Primero, no eres ciudadano estadounidense. Segundo, ya no tienes que decirlo. Sé muy bien quién lo hizo e iré ahora mismo a reclamarle por ser partícipe de esta artimaña. —Te extrañaba tanto —sonríe, logrando que su rostro se ilumine de una forma entrañable. De ese gesto también obtuve muy poco. En definitiva, el hombre que está fre
KeiraSebastian deposita un beso suave sobre mi cabeza mientras me sostiene contra su firme cuerpo, acariciando mi espalda por encima de la tela de algodón de mi vestido. La necesidad de fundirme sobre él, piel con piel, late en cada poro de mí, en consonancia con los fuertes pálpitos de mi corazón, pero debo recordar dónde estamos y la inminente verdad que podría cambiarlo todo. Al separarme de él, me doy cuenta de que estamos solos. Tanto Hedrick como Landa se fueron para darnos privacidad. Debo agradecerles por eso, aunque sigo molesta con mi hermana por tomar decisiones por encima de mí. Entiendo sus intenciones, pero pudo preguntarme al menos. ¿Hubieras dejado que él viniera?, acusa una voz que siempre aparece, creándome conflictos. Sé que no. Había decidido dejar atrás a Sebastian y seguir con mi vida. Lo pensé mucho, más de lo necesario, y concluí que era lo mejor para mí. Incluso, consideré a Robert. Él siendo socio de Decker complica las cosas. No quiero quitarle más de lo
Keira—¿Podemos retrasar el viaje un día? —le pregunto cuando mi respiración se ha normalizado.—Si es lo que quieres —responde fríamente. Se desliza fuera de mí y se recuesta contra el colchón. Alcanzo mi vestido, me limpio y luego a él, notando que mantiene una leve erección que podría avivarse si lo intentara, pero no es lo que busco en este momento. Me recuesto sobre su pecho y envuelvo su cadera con mi pierna. Mi cabeza reposa en su corazón y mi mano en su hombro izquierdo. —Quiero una cita normal, sin limusinas ni trajes formales. Solo tú y yo. Tal vez un paseo en lancha o bordear la costa en un deportivo descapotable que alborote mi cabello. Quiero un recuerdo de nosotros antes de enfrentarme a lo que sea que espera en Alemania. —Sus músculos se relajan y deja escapar un profundo suspiro. Había asumido que estaba cambiando de idea. —Lo lamento. —Acaricia mi pierna desnuda—. Me siento dividido entre dos vertientes. Por una parte, quiero que lo sepas todo. Y por otra, estoy ate