KeiraPresente Sebastian sacude la cabeza a los lados, con los dedos hundidos en sus cabellos, baja sus manos a su rostro y lo estruja con frustración. —Te tuve y te perdí. Y te quiero de vuelta, Keira. Te quiero mía y de nadie más. Saber que sus manos te han tocado, que sus ojos han disfrutado de tu hermosa desnudez, que ha estado dentro de ti…, me lanzó al mismo infierno. —Su expresión se fractura en la última frase y su semblante se desmorona estrepitosamente, como si las llamas del abismo en verdad lo estuvieran consumiendo. Sebastian me está mostrando un ser distinto al que conocí. Noto sufrimiento sincero en su postura derrotada, en su mirada y en el tono de su voz. Estoy descubriendo que, entre estas cuatro paredes, hay dos corazones latiendo al ritmo del dolor. Sin embargo, es el mío el que debe importarme. Ningún otro. —Tú me destrozaste, Sebastian. Te fuiste con la promesa de no regresar. ¡Te marchaste después de tus duras palabras! ¿Y ahora regresas suplicando redención?
Keira Es verdad. Estoy esperando que sea él quien dé el paso correcto y no lo hará porque me ama. La de las dudas soy yo. La que miente soy yo. —No puedo seguir con esto, Rob. No puedo fingir más —musito desalentada. Llegó la hora de ser honesta. —¿Fingir qué? —Se levanta del sofá con rudeza. —N-no te amo. Lo he intentado, pero no puedo hacerlo —confieso al fin, sintiendo como el nudo que apresaba mi pecho se desata. Es liberador. —¡Maldita sea! —grita, pateando la mesa de centro. Tiemblo—. He estado aquí, Keira. He puesto todo mi jodido corazón en esto. ¿Y ahora me dices que no me amas? —Lo siento. —Es una palabra insignificante, pero es la única que puedo pronunciar. Robert me mira fijamente, sin parpadear, disgregado en sus pensamientos, en su desdicha…, hasta que dice: —Luché duro por ignorarlo, me dije que era por el duelo, me dije que el perdón estaba llegando… ¡Soy un idiota! —Tira de sus cabellos y luego agacha su cabeza, entrelazando sus dedos detrás de su nuca. Cami
Keira Presente Las últimas dos semanas, he mantenido una rutina de salir a trotar, jugar con Paris, leer algunos libros y caminar por la orilla de la playa cada atardecer. Robert me llamó dos días después de nuestra ruptura y hablamos por casi una hora. Me pidió disculpas por su comportamiento y yo hice lo propio en cuanto a mis errores. Del trato con Decker, no mencionó nada. No sé si el alemán seguirá adelante con el proyecto después de saber quién era Robert, pero no le quise preguntar. Antes de despedirse, dejó una puerta abierta para retomar nuestra relación, pero no estaba dispuesta a volver atrás. Los meses anteriores fueron suficientes para comprender que entre él y yo no podría haber más nada que una amistad, a menos de mi parte. Sus palabras finales se escucharon tristes y melancólicas, provocando que mi corazón doliera por la culpa; un sentimiento que tarde o temprano se diluirá, abriéndole paso a la aceptación. Sé muy bien que más adelante me lo agradecerá. Cuando mire a
Keira PresenteQue se apareciera en pantalones cortos, sin camiseta y descalzo, me parece muy extraño. ¿Sería un plan para obnubilarme con su perfecta anatomía? Si es así, lo consiguió por varios minutos, pero ni que crea que eso será suficiente. Necesito mucho más que su piel descubierta para ablandarme. Si quiere ganarse mi perdón, debe desnudarme su corazón. —No te tocaré… a menos que quieras —sonríe con descaro. —¡Eres exasperante! —Sacudo la cabeza y me levanto de la silla. He estado aquí más de lo que debería y no quiero preocupar a Landa con mi ausencia. Aunque… —. ¿Quién te dijo dónde estaba? —Me apego a la Quinta Enmienda —contesta serio. —Primero, no eres ciudadano estadounidense. Segundo, ya no tienes que decirlo. Sé muy bien quién lo hizo e iré ahora mismo a reclamarle por ser partícipe de esta artimaña. —Te extrañaba tanto —sonríe, logrando que su rostro se ilumine de una forma entrañable. De ese gesto también obtuve muy poco. En definitiva, el hombre que está fre
KeiraSebastian deposita un beso suave sobre mi cabeza mientras me sostiene contra su firme cuerpo, acariciando mi espalda por encima de la tela de algodón de mi vestido. La necesidad de fundirme sobre él, piel con piel, late en cada poro de mí, en consonancia con los fuertes pálpitos de mi corazón, pero debo recordar dónde estamos y la inminente verdad que podría cambiarlo todo. Al separarme de él, me doy cuenta de que estamos solos. Tanto Hedrick como Landa se fueron para darnos privacidad. Debo agradecerles por eso, aunque sigo molesta con mi hermana por tomar decisiones por encima de mí. Entiendo sus intenciones, pero pudo preguntarme al menos. ¿Hubieras dejado que él viniera?, acusa una voz que siempre aparece, creándome conflictos. Sé que no. Había decidido dejar atrás a Sebastian y seguir con mi vida. Lo pensé mucho, más de lo necesario, y concluí que era lo mejor para mí. Incluso, consideré a Robert. Él siendo socio de Decker complica las cosas. No quiero quitarle más de lo
Keira—¿Podemos retrasar el viaje un día? —le pregunto cuando mi respiración se ha normalizado.—Si es lo que quieres —responde fríamente. Se desliza fuera de mí y se recuesta contra el colchón. Alcanzo mi vestido, me limpio y luego a él, notando que mantiene una leve erección que podría avivarse si lo intentara, pero no es lo que busco en este momento. Me recuesto sobre su pecho y envuelvo su cadera con mi pierna. Mi cabeza reposa en su corazón y mi mano en su hombro izquierdo. —Quiero una cita normal, sin limusinas ni trajes formales. Solo tú y yo. Tal vez un paseo en lancha o bordear la costa en un deportivo descapotable que alborote mi cabello. Quiero un recuerdo de nosotros antes de enfrentarme a lo que sea que espera en Alemania. —Sus músculos se relajan y deja escapar un profundo suspiro. Había asumido que estaba cambiando de idea. —Lo lamento. —Acaricia mi pierna desnuda—. Me siento dividido entre dos vertientes. Por una parte, quiero que lo sepas todo. Y por otra, estoy ate
Keira Sebastian arranca el auto y yo elijo una canción de mi lista de reproducción para que la escuchemos luego de conectar el iPod al auto. —¿La recuerdas? —inquiere dándome un vistazo rápido antes de volver la mirada a la carretera. Está sonando All Out Of Love de Air Supply. —¿Cómo no? Es nuestra canción —contesto sonriendo. —Pensé que la habías odiado —pronuncia en tono casi inaudible. —Me abrumó, pero no la odié. —Entrelazo mis dedos con los suyos y beso sus nudillos, uno a uno—. Te amo, Sebastian. —Y yo a ti, dulzura —corresponde besándome los dedos. Me tiene embobada. Jamás imaginé que podía ser tan romántico. La verdad, he descubierto más de Sebastian en unas horas que en todo el tiempo que pasé con él antes. La canción cambia a Happy de Pharrell Williams creando una mezcla muy extraña. —Divertido —bromea mi tentación alemana con una sonrisa que derretiría un glacial. —No te burles. Es mi música para trotar —le riño de buen humor y Sebastian se tensa. Busco en mi
KeiraSebastian no demora un segundo en unirse a mí, dándome lo que le he pedido sin negarme nada. Me llena tan bien, es un experto en llenarme del más absoluto y embriagadores de los placeres. Jadeo como loca, sin cohibirme, libre de expresar todo lo que él me hace sentir.—Di mi nombre, dulzura.—Se… Se… Sebastian —musito entre susurros, perdida en el éxtasis del placer. Es demasiado lo que me está haciendo sentir. Necesito una tregua y a la vez no la quiero que se detenga. Mi corazón bombea duro contra mi esternón, mis fuerzas se desvanecen… ¡Estoy al borde de la locura! —¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! —gimoteo cuando siento que no puedo más.—Di mi nombre, Keira. Grita mi nombre —demanda acelerando sus movimientos, elevando la intensidad de las sensaciones que me empuja directo al final gritando tan fuerte que estoy segura de que todos a bordo me escucharon.—Eso fue tan dulce, nena. Te amo tanto… —declara satisfecho, tumbándose en la cama de espaldas a mí mientras besa mi homb