KeiraSebastian no demora un segundo en unirse a mí, dándome lo que le he pedido sin negarme nada. Me llena tan bien, es un experto en llenarme del más absoluto y embriagadores de los placeres. Jadeo como loca, sin cohibirme, libre de expresar todo lo que él me hace sentir.—Di mi nombre, dulzura.—Se… Se… Sebastian —musito entre susurros, perdida en el éxtasis del placer. Es demasiado lo que me está haciendo sentir. Necesito una tregua y a la vez no la quiero que se detenga. Mi corazón bombea duro contra mi esternón, mis fuerzas se desvanecen… ¡Estoy al borde de la locura! —¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! —gimoteo cuando siento que no puedo más.—Di mi nombre, Keira. Grita mi nombre —demanda acelerando sus movimientos, elevando la intensidad de las sensaciones que me empuja directo al final gritando tan fuerte que estoy segura de que todos a bordo me escucharon.—Eso fue tan dulce, nena. Te amo tanto… —declara satisfecho, tumbándose en la cama de espaldas a mí mientras besa mi homb
Keira La espera me está matando. Estoy por decirle al capitán que vaya por él. ¿Por qué me asusta así? Temo que ⁰ malo le haya pasado. ¿Por qué no regresa? Tengo tanto miedo de que no vuelva, no puedo perderlo a él también, no quiero. Mi corazón quedaría por completo devastado si algo malo le pasara. Odio esta incertidumbre, quiero que vuelva ya. —Gracias a Dios —murmuro cuando lo veo venir. Corro hacia la popa y espero ansiosa mientras se sube de regreso a la embarcación. —¿Qué mierda pasa contigo, Sebastian? —le reclamo dándole golpes fuertes contra su pecho y llorando a la vez—. Pensé que te había pasado algo. —Lo siento, nena. Solo me emocioné y… Lo siento —Me abraza. Lo empujo, apartándolo de mí. Estoy muy enojada con él. —Quiero regresar. —Keira… —No hay Keira que valga. —Me giro y camino rápido por la cubierta hasta encontrar la entrada al piso inferior. Me toma un momento hallar el camarote donde están mis pertenencias, pero al final doy con él. —No quería asustarte,
Keira Paso dos días más en Miami antes de volar a Brooklyn. Evelyn no perdió su pierna, pero se encuentra devastada por el fallecimiento de su prometido. Tenían planeado casarse pronto. Sebastian y yo hablamos a diario, casi siempre en las noches para mí y en las madrugadas para él, por eso de su problema para dormir más de cinco horas seguidas. Me preocupa. Se escucha cansado, pero no puedo hacer nada para ayudarlo desde aquí. El lunes, visito a Jess en su apartamento para ponernos al día y me da una noticia que no esperaba: está embarazada. La felicito emocionada y ella me da las gracias sonriendo. Está muy contenta, aunque los síntomas recurrentes del embarazo le han afectado mucho y a eso se suma lo quisquilloso que se ha vuelto Leandro con los cuidados. Ha limitado los encuentros sexuales por temor a lastimar al bebé y eso la tiene disgustada pues ha desarrollado un deseo insaciable de sexo, algo que no debería decirme, pero mi amiga no tiene filtro. —Bueno, ya está bueno de mi
Keira—Maldito imbécil —sisea Sebastian apartándolo de mí y lanzándose en el suelo con furia luego de entrar al apartamento, la puerta seguía abierta, debió escuchar mis gritos desde el pasillo. No tenía idea de que vendría, pero gracias a Dios que lo hizo. —¡Para, Sebastian! ¡Lo vas a matar! —le grito al ver como lo está golpeando. Él se detiene enseguida, pero antes de quitarse de encima de Robert, le da una advertencia. —Tienes suerte de seguir respirando, pedazo de m****a. Pero te juro que si vuelves a ponerle un dedo encima a Keira, te mataré con mis propias manos. —Se levanta del suelo y viene hacia mí ¿Estás bien, dulzura?, ¿te lastimó? —Estoy… estoy bien —contesto con la voz rota mientras temblores involuntarios sacuden mi cuerpo. Sebastian me abraza a su cuerpo y estallo en llanto dejando salir mis emociones. Robert gime dolorido y se pone en pie con un poco de dificultad. Tiene el labio partido y el pómulo hinchado, y pudo quedar peor si no le digo a Sebastian que se dete
Keira No sé si sentirme enojada o decepcionada. ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado con él siempre? Me provoca decirle que se vaya, pero antes que de que pueda abrir la boca, él dice: —Lo pensé mejor y creo que debes enterarte de todo antes de ir conmigo a Alemania —admite con reserva. —¿Lo pensaste mejor? Pero si antes insististe con que debía verlo por mí misma —replico frunciendo el ceño. —Sí, Keira. No es justo que te lleve sin decírtelo, tal vez no quieras verme después de que lo sepas y no quiero que estés a cientos de kilómetros sintiéndote enfadada conmigo —explica sin terminar de decirme lo que quiero saber. —Bueno, entonces cuéntamelo de una vez y deja tanto misterio. Ya viví lo más doloroso de mi vida, no creo que tu verdad sea más dura que eso —enuncio impaciente. —Te lo diré, pero debes prometerme que me dejarás hablar hasta el final —pide manteniendo ese aire misterioso que tanto me exaspera. —Tengo miedo de lo que vas a decirme —confieso nerviosa. Temo que
SebastianAlemania, Febrero de 2012Cinco años antesSalgo de la sala de conferencias, donde mantuve una reunión con los empleados de Decker Enterprise Inc., y camino hacia mi oficina. Louisa –mi secretaria– me sigue detrás haciendo un sonido perturbador con sus tacones con cada paso que da contra el piso de mármol. Tal vez no me molestara tanto si no tuviera un dolor de cabeza de mierda.Me detengo, logrando que su menudo cuerpo choque con mi espalda y me giro para enfrentarla. —Lo siento, señor —expresa apenada.—Necesito un par de aspirinas y agua. ¿Puedes conseguir eso?—Sí, enseguida —contesta asintiendo antes de dar la vuelta y seguir martillando el suelo con sus jodidos zapatos. No sé qué le pasa a Louisa esta mañana, se ve ansiosa y nerviosa. Por lo general, es muy centrada e inmutable. Tendré que considerar su puesto de seguir así. No puedo lidiar con sus conflictos cuando en casa tengo mis propias preocupaciones. Es eso lo que me tiene tenso e irritable, mis problemas con
SebastianAlemania, Febrero de 2012Cinco años antesEnciendo el auto y conduzco a lo máximo que puedo a casa. Le he estado hablando a Serena para intentar calmarla, pero está muy asustada. Aprieto con fuerza el volante sintiéndome impotente. ¡Esto es una maldita pesadilla! Llego a casa, justo en el momento que una ambulancia se detiene en la entrada. Serena abre la puerta y corre a mis brazos hecha un mar de lágrimas. La cargo y suavizo su espalda con mis manos diciéndole que todo estará bien aunque no esté seguro de que sea verdad, es lo que necesita escuchar. —Espérame en la sala, mi amor. Ya regreso. —Le doy un beso en el topo de la cabeza y corro hacia la salida de la casa viendo con horror el pequeño cuerpecito de mi bebé flotando en el agua.—¡Savanah! ¡Oh, mi Dios! —Sin pensarlo dos veces, me lanzo a la piscina y la alcanzo sintiendo mi corazón haciéndose pedazos. ¡Es demasiado tarde! Ella… ella está muerta.La saco de la piscina y los paramédicos intentan reanimarla, pero n
SebastianPresente Keira me mira a través de sus lágrimas. Ha llorado desde que comencé a narrar lo que pasó hace más de cuatro años y no sé si quiera escuchar el resto. No sé si pueda seguir hablando tampoco. El dolor corroe mi corazón y las imágenes se arremolinan en mi cabeza como una película de terror. Cerrar los ojos o salirse del cine no son opciones. Esto no es ficción, es real, malditamente real. —¿Y tu esposa? —pregunta con la voz rota, nadie más que ella puede entender el dolor de perder a un hijo. —Sigue internada en el ala psiquiátrica de un hospital en Hamburgo. La llevé a casa por un tiempo, pero no funcionó. Serena estaba retrayéndose y temí que cayera en depresión junto con ella. No podía perder a mi hija también —respondo como franqueza, le diré todo lo que quiera saber sin guardarme nada. —¡Oh, Sebastian! Lo siento tanto. Tanto —pronuncia viniendo hacia mí y sentándose en mi regazo. —Cuando vi a Ángel, todos mis miedos explotaron en mi corazón. Temía que termi