SebastianAlemania, Febrero de 2012Cinco años antesSalgo de la sala de conferencias, donde mantuve una reunión con los empleados de Decker Enterprise Inc., y camino hacia mi oficina. Louisa –mi secretaria– me sigue detrás haciendo un sonido perturbador con sus tacones con cada paso que da contra el piso de mármol. Tal vez no me molestara tanto si no tuviera un dolor de cabeza de mierda.Me detengo, logrando que su menudo cuerpo choque con mi espalda y me giro para enfrentarla. —Lo siento, señor —expresa apenada.—Necesito un par de aspirinas y agua. ¿Puedes conseguir eso?—Sí, enseguida —contesta asintiendo antes de dar la vuelta y seguir martillando el suelo con sus jodidos zapatos. No sé qué le pasa a Louisa esta mañana, se ve ansiosa y nerviosa. Por lo general, es muy centrada e inmutable. Tendré que considerar su puesto de seguir así. No puedo lidiar con sus conflictos cuando en casa tengo mis propias preocupaciones. Es eso lo que me tiene tenso e irritable, mis problemas con
SebastianAlemania, Febrero de 2012Cinco años antesEnciendo el auto y conduzco a lo máximo que puedo a casa. Le he estado hablando a Serena para intentar calmarla, pero está muy asustada. Aprieto con fuerza el volante sintiéndome impotente. ¡Esto es una maldita pesadilla! Llego a casa, justo en el momento que una ambulancia se detiene en la entrada. Serena abre la puerta y corre a mis brazos hecha un mar de lágrimas. La cargo y suavizo su espalda con mis manos diciéndole que todo estará bien aunque no esté seguro de que sea verdad, es lo que necesita escuchar. —Espérame en la sala, mi amor. Ya regreso. —Le doy un beso en el topo de la cabeza y corro hacia la salida de la casa viendo con horror el pequeño cuerpecito de mi bebé flotando en el agua.—¡Savanah! ¡Oh, mi Dios! —Sin pensarlo dos veces, me lanzo a la piscina y la alcanzo sintiendo mi corazón haciéndose pedazos. ¡Es demasiado tarde! Ella… ella está muerta.La saco de la piscina y los paramédicos intentan reanimarla, pero n
SebastianPresente Keira me mira a través de sus lágrimas. Ha llorado desde que comencé a narrar lo que pasó hace más de cuatro años y no sé si quiera escuchar el resto. No sé si pueda seguir hablando tampoco. El dolor corroe mi corazón y las imágenes se arremolinan en mi cabeza como una película de terror. Cerrar los ojos o salirse del cine no son opciones. Esto no es ficción, es real, malditamente real. —¿Y tu esposa? —pregunta con la voz rota, nadie más que ella puede entender el dolor de perder a un hijo. —Sigue internada en el ala psiquiátrica de un hospital en Hamburgo. La llevé a casa por un tiempo, pero no funcionó. Serena estaba retrayéndose y temí que cayera en depresión junto con ella. No podía perder a mi hija también —respondo como franqueza, le diré todo lo que quiera saber sin guardarme nada. —¡Oh, Sebastian! Lo siento tanto. Tanto —pronuncia viniendo hacia mí y sentándose en mi regazo. —Cuando vi a Ángel, todos mis miedos explotaron en mi corazón. Temía que termi
Sebastian—No creo que funcione, no sé si pueda tener una relación contigo sabiendo que tienes esposa. ¿En qué me convertiría si lo acepto? Siempre seré tu amante y Claudia tu esposa —dice Keira moviéndose de un lado al otro, inquieta. —Sé que te pido mucho, pero te amo, Keira, y no quiero estar sin ti.—¿Y qué si acepto? ¿Volarás aquí cuando puedas, tendremos sexo y luego volverás a tu vida? —me pregunta enfrentándome, parece enojada, y tiene todo el derecho a estarlo. Pero espero que pueda convencerla, la necesito en mi vida. —No, quiero que te mudes conmigo a Hamburgo —respondo sin tener que pensarlo, ya lo había decidido. No quiero estar más lejos de ella. —¿Qué? No puedo mudarme a Hamburgo contigo —dice enseguida, sin tomarse un momento para decidirlo. —¿Por qué no? —Porque aquí está mi familia. —Vendrás cuando quieras. —Planeaba estudiar actuación de nuevo. —Puedes estudiar actuación en Hamburgo. —¡No hablo alemán!—No necesitas hacerlo. —¿Tienes una respu
CAPÍTULO 74La historia que me contó Sebastian fue tan devastadora como increíble. Perder a su hija y a su esposa el mismo día debió ser un duro golpe para él. Todavía le duele. Lo vi en sus ojos, lo escuché cuando su voz se quebraba. Y lo comprendo, sé cuánto duele perder a un hijo; la ausencia te desgarra el alma y te hace querer morir a su lado. Es una pena que nadie debería experimentar. Su confesión hizo que todo encajara. Entendí su comportamiento frío y distante, su negatividad a hablar de su pasado, sus ausencias y la razón por la que me dejó aquella noche. Todo engranó en su lugar. Quería abrazarlo de la misma forma que deseaba gritarle por haber callado tanto tiempo. Pudo decirme todo y evitar que pensara lo peor de él. Sin embargo, comprendo porqué lo hizo. El miedo te paraliza y te hace hacer cosas de las que luego te arrepientes. Y, algunas veces, no hay forma de remediarlas. Además ¿quién soy yo para juzgarlo? Como él, yo también he fallado, y más de una vez. Y, aunque
CAPÍTULO 75Keira—No sé cómo haré para controlarme en esa habitación —musita con un jadeo ronco. —¡Umm…! Pide dos entonces. —¡Mierda, no! Esta noche duermo contigo —asegura con una expresión graciosa.Sonrío totalmente cautivada. Me gusta que se sienta de esa forma, que desee estar conmigo tanto como yo lo anhelo. Colmados de felicidad, y aferrados a nuestras manos, entramos al lobby del hotel y transitamos un pequeño tramo hasta la recepción, donde Sebastian es atendido sin demora. ¿Será un cliente recurrente?, me pregunto curiosa. No te pongas paranoica, Keira. El hombre destila dinero –incluso usando jeans y camiseta– y es obvio que lo atiendan como a un rey. Mientras tanto, escucho con atención la forma sensual y ronca que sale la voz de Sebastian al hablar en alemán. ¿Había dicho que me encanta su acento? Pues sí. ¡Me derrite! Voy a tener que hacerle saber eso cuando esté disponible de nuevo. Quiero que me diga muchas frases en alemán mientras me hace el amor. Cuando obt
KeiraAl final, la hora se transformó en dos, pero él me esperó pacientemente mientras hacía algunas llamadas sentado en un sillón del recibidor de la habitación. Elegí un atuendo similar al suyo: jeans, una blusa blanca ajustada sin tirantes y botines marrones. Me recogí el cabello en una cola alta y me maquillé de forma sutil, nada extravagante. Sebastian apreció mi elección con un beso extendido y un apretón de nalgas que me dejó excitada. Hasta tuve que volver a maquillar mis labios a causa de su desenfrenada pasión. —¿Lista? —pregunta con una expresión divertida. —Lo estaba hace cinco minutos, pero lo arruinaste —contesto poniendo los ojos en blanco.—Y no me arrepiento de haberlo hecho —asegura con un sexy guiño y toma mi mano para guiarme a la salida. Caminamos juntos por el pasillo hasta el ascensor e ingresamos en él cuando las puertas se abren. En el interior, hay al menos cinco personas más y viajan con nosotros hasta la planta baja. Salimos del hotel y nos reunimos con D
Keira El hombre ni se inmuta cuando Sebastian me presenta. ¿A caso le había hablado de mi? —Es un gusto conocerla, singorina Keira. —Me estrecha la mano con un fuerte apretón y sonríe con aparente simpatía. —Lo mismo digo, señor Flavio —pronuncio sonriéndole. Me parece un hombre muy dulce y amistoso. —Solo Flavio, estamos en confianza, singorina —enuncia con voz cantarina y con un marcado acento italiano. El señor es muy amable y atento y nos cede el paso al interior de una amplia y pulcra cocina. Me parece extraño que se encuentre tan solitaria, pero guardo mi inquietud para mí. Sospecho que pronto sabré a qué se debe todo esto—. Te dejo en tu casa, Bastian —anuncia Flavio no mucho después de dejarnos entrar a su cocina. Se quita el mandil y se lo entrega al alemán. Después, se despide de mí con un beso en mi mejilla y sale por la misma puerta por la que ingresamos. —¿Por qué se va? —No los necesitamos, vamos a cocinar nuestra propia comida. —¿Qué? —me rio—. ¿Quieres morir de