Sebastian—No creo que funcione, no sé si pueda tener una relación contigo sabiendo que tienes esposa. ¿En qué me convertiría si lo acepto? Siempre seré tu amante y Claudia tu esposa —dice Keira moviéndose de un lado al otro, inquieta. —Sé que te pido mucho, pero te amo, Keira, y no quiero estar sin ti.—¿Y qué si acepto? ¿Volarás aquí cuando puedas, tendremos sexo y luego volverás a tu vida? —me pregunta enfrentándome, parece enojada, y tiene todo el derecho a estarlo. Pero espero que pueda convencerla, la necesito en mi vida. —No, quiero que te mudes conmigo a Hamburgo —respondo sin tener que pensarlo, ya lo había decidido. No quiero estar más lejos de ella. —¿Qué? No puedo mudarme a Hamburgo contigo —dice enseguida, sin tomarse un momento para decidirlo. —¿Por qué no? —Porque aquí está mi familia. —Vendrás cuando quieras. —Planeaba estudiar actuación de nuevo. —Puedes estudiar actuación en Hamburgo. —¡No hablo alemán!—No necesitas hacerlo. —¿Tienes una respu
CAPÍTULO 74La historia que me contó Sebastian fue tan devastadora como increíble. Perder a su hija y a su esposa el mismo día debió ser un duro golpe para él. Todavía le duele. Lo vi en sus ojos, lo escuché cuando su voz se quebraba. Y lo comprendo, sé cuánto duele perder a un hijo; la ausencia te desgarra el alma y te hace querer morir a su lado. Es una pena que nadie debería experimentar. Su confesión hizo que todo encajara. Entendí su comportamiento frío y distante, su negatividad a hablar de su pasado, sus ausencias y la razón por la que me dejó aquella noche. Todo engranó en su lugar. Quería abrazarlo de la misma forma que deseaba gritarle por haber callado tanto tiempo. Pudo decirme todo y evitar que pensara lo peor de él. Sin embargo, comprendo porqué lo hizo. El miedo te paraliza y te hace hacer cosas de las que luego te arrepientes. Y, algunas veces, no hay forma de remediarlas. Además ¿quién soy yo para juzgarlo? Como él, yo también he fallado, y más de una vez. Y, aunque
CAPÍTULO 75Keira—No sé cómo haré para controlarme en esa habitación —musita con un jadeo ronco. —¡Umm…! Pide dos entonces. —¡Mierda, no! Esta noche duermo contigo —asegura con una expresión graciosa.Sonrío totalmente cautivada. Me gusta que se sienta de esa forma, que desee estar conmigo tanto como yo lo anhelo. Colmados de felicidad, y aferrados a nuestras manos, entramos al lobby del hotel y transitamos un pequeño tramo hasta la recepción, donde Sebastian es atendido sin demora. ¿Será un cliente recurrente?, me pregunto curiosa. No te pongas paranoica, Keira. El hombre destila dinero –incluso usando jeans y camiseta– y es obvio que lo atiendan como a un rey. Mientras tanto, escucho con atención la forma sensual y ronca que sale la voz de Sebastian al hablar en alemán. ¿Había dicho que me encanta su acento? Pues sí. ¡Me derrite! Voy a tener que hacerle saber eso cuando esté disponible de nuevo. Quiero que me diga muchas frases en alemán mientras me hace el amor. Cuando obt
KeiraAl final, la hora se transformó en dos, pero él me esperó pacientemente mientras hacía algunas llamadas sentado en un sillón del recibidor de la habitación. Elegí un atuendo similar al suyo: jeans, una blusa blanca ajustada sin tirantes y botines marrones. Me recogí el cabello en una cola alta y me maquillé de forma sutil, nada extravagante. Sebastian apreció mi elección con un beso extendido y un apretón de nalgas que me dejó excitada. Hasta tuve que volver a maquillar mis labios a causa de su desenfrenada pasión. —¿Lista? —pregunta con una expresión divertida. —Lo estaba hace cinco minutos, pero lo arruinaste —contesto poniendo los ojos en blanco.—Y no me arrepiento de haberlo hecho —asegura con un sexy guiño y toma mi mano para guiarme a la salida. Caminamos juntos por el pasillo hasta el ascensor e ingresamos en él cuando las puertas se abren. En el interior, hay al menos cinco personas más y viajan con nosotros hasta la planta baja. Salimos del hotel y nos reunimos con D
Keira El hombre ni se inmuta cuando Sebastian me presenta. ¿A caso le había hablado de mi? —Es un gusto conocerla, singorina Keira. —Me estrecha la mano con un fuerte apretón y sonríe con aparente simpatía. —Lo mismo digo, señor Flavio —pronuncio sonriéndole. Me parece un hombre muy dulce y amistoso. —Solo Flavio, estamos en confianza, singorina —enuncia con voz cantarina y con un marcado acento italiano. El señor es muy amable y atento y nos cede el paso al interior de una amplia y pulcra cocina. Me parece extraño que se encuentre tan solitaria, pero guardo mi inquietud para mí. Sospecho que pronto sabré a qué se debe todo esto—. Te dejo en tu casa, Bastian —anuncia Flavio no mucho después de dejarnos entrar a su cocina. Se quita el mandil y se lo entrega al alemán. Después, se despide de mí con un beso en mi mejilla y sale por la misma puerta por la que ingresamos. —¿Por qué se va? —No los necesitamos, vamos a cocinar nuestra propia comida. —¿Qué? —me rio—. ¿Quieres morir de
KeiraAparto la mirada sintiéndome avergonzada. Pensé que sería algo que le gustaría, pero quizá me pasé de atrevida.—Mírame, Keira —me pide tomando mi mentón entre sus dedos con suavidad, esperando que lo mire por voluntad propia. Lo miro—. Quiero esto, pero no sería justo para ti.—No espero que me correspondas.—Pero quiero hacerlo y voy a esperar por ti. ¿Qué son dos días? Me he perdido mucho más que eso a través del último año. —Acaricia mi mejilla y me da un beso casto en los labios.—No dejo de sorprenderme con lo atento que eres, cada día te quiero más, Sebastian —declaro con una profunda emoción, deseando que lo nuestro sea para siempre.—Sí, soy un gran partido —fanfarronea con una sonrisa juguetona.—Tonto —digo riendo. —Sí que lo fui. Tengo mucho que compensarte por cómo te traté —enuncia con gesto serio. —No, no tienes nada porque compensarme, ya te he perdonado. Lo que si te pido es que no haya más secretos entre nosotros, que seas honesto conmigo siempre, sin impor
SebastianCapítulo 79SebastianLlevo toda la mañana pensando en Keira, cuanto quisiera estar con ella que estar escuchando a Shaine –el encargado de las rutas comerciales de la empresa– explicando con detalle a cuáles puertos del mundo llegarán los nuevos buques de Enterprise Inc. a partir del próximo mes. Me valdría un carajo si no tuviera clientes importantes involucrados –y posibles demandas multimillonarias si algo saliera mal–, así que tengo que poner mi mente en esto. Intento concentrarme en lo que dice Shaine, pero no puedo dejar de sentirme culpable por dejar a Keira sola y se me ocurre una idea que espero no lamentar. Tomo un pequeño receso y llamo a la única persona que puede ayudarme en este momento. —Hola. ¿Quieres hablar con Simon? —me pregunta luego de contestar. —No, quiero hablar contigo —respondo sin saludarla, no tengo mucho tiempo—. Escucha, necesito que me ayudes con Keira. Tuve que dejarla sola en el hotel para venir a la empresa y tengo algunas cosas por r
SebastianDoy un paso atrás, conmocionado. Jamás pensé que mi madre me culpara por esto. Duelen, sus palabras me hieren y sacuden las bases de mi deteriorada confianza. Me tomó horas de terapia y cientos de conversaciones con mi psicólogo dejar de culparme y atreverme a vivir, y solo necesité que mi madre me señalara con su dedo acusador para que lo perdiera todo. —¡Oh, cariño! Lo siento, no debí decir eso. —Intenta tomar mis manos. La rechazo apartándome—. Sebastian… —Tienes razón, Savannah está muerta porque no me di cuenta de la depresión de Claudia. Fui un mal esposo y un mal padre. Es mi culpa y he pasado noches en vela pensando en lo que pude hacer para evitarlo. ¡Maldita sea, mamá! Hubiera preferido morir antes que perder a mi hija, pero no puedo hacer una mierda. Es demasiado tarde. —Hijo, no quise…—He terminado de hablar contigo —sentencio y salgo de mi despacho sin mirar atrás. Prefiero alejarme antes de decir cosas de las que no me pueda retractar. Mi madre me sigue y