SebastianDoy un paso atrás, conmocionado. Jamás pensé que mi madre me culpara por esto. Duelen, sus palabras me hieren y sacuden las bases de mi deteriorada confianza. Me tomó horas de terapia y cientos de conversaciones con mi psicólogo dejar de culparme y atreverme a vivir, y solo necesité que mi madre me señalara con su dedo acusador para que lo perdiera todo. —¡Oh, cariño! Lo siento, no debí decir eso. —Intenta tomar mis manos. La rechazo apartándome—. Sebastian… —Tienes razón, Savannah está muerta porque no me di cuenta de la depresión de Claudia. Fui un mal esposo y un mal padre. Es mi culpa y he pasado noches en vela pensando en lo que pude hacer para evitarlo. ¡Maldita sea, mamá! Hubiera preferido morir antes que perder a mi hija, pero no puedo hacer una mierda. Es demasiado tarde. —Hijo, no quise…—He terminado de hablar contigo —sentencio y salgo de mi despacho sin mirar atrás. Prefiero alejarme antes de decir cosas de las que no me pueda retractar. Mi madre me sigue y
Keira KeiraVuelvo al hotel a las cuatro de la tarde, después de haber pasado todo el día con América conociendo algunos lugares de Hamburgo. Ella fue agradable y amistosa conmigo, me dijo que estaba muy feliz por nosotros y que nos apoyaba al cien por ciento, que Sebastian vivía amargado y siempre era todo gruñón hasta que me conoció. Eso ya lo sabía, ese era el hombre que me mostraba al inicio y he visto su cambio en primera fila. Mi orgullo se infló, me complació saber que causé un cambio en su vida.Al entrar a la habitación, encuentro un hermoso vestido color coral tendido en la cama, junto con un par de zapatos y joyería a juego. Alcanzo la nota que está sobre el vestido y la leo en voz alta:—Iré a las siete por usted, estoy desesperado por verla. Siempre suyo, Sebastian Decker. CEO de Decker Enterprise Inc. —Sonrío con tanta fuerza que la comisura de mis labios duele.Saco mi móvil del bolso y le escribo un mensaje juguetón.«No dejó ropa interior para mí. ¿Me quiere sin brag
Keira Capítulo 82KeiraMás pronto de lo que esperaba, el chofer detiene la limusina frente a una enorme y preciosa casa de arquitectura moderna, combinando en su fachada paredes de concreto con amplios paneles de vidrio. Imaginé muchas veces cómo sería el lugar donde vivía Sebastian, pero nada en mi mente se comparó con la mansión que estoy viendo delante de mí. Sabía que tenía dinero, un hombre que paga un millón de dólares por una acompañante no es alguien que esté preocupado por la factura del gas, pero esto es… alucinante. Mi estómago se aprieta cuando pongo un pie fuera de la seguridad de la limusina. Mis manos tiemblan, mi corazón golpea fuerte mi tórax y hasta estoy comenzando a sudar. —Tranquila, nena. Te van a amar cuando vean la maravillosa persona que eres. —asegura Sebastian sujetando mi mano entre sus dedos y dándome un suave beso en los nudillos. Asiento en lugar de dar media vuelta y salir corriendo. ¿Cómo me metí en este lío?— Deja eso, Keira. —¿Qué?—Te conozc
KeiraTodo esto me toma por sorpresa, Sebastian no me previno, pensé que solo debía ganarme el cariño de su hija y resulta que su madre me odia.—Madre, ¿qué le has dicho a mi hija? —le pregunta enfrentándola, se ve muy disgustado, nunca lo vi así de enojado.—Sabes muy bien que no estoy de acuerdo con nada de esto, Sebastian, y mi deber es proteger a Serena —le contesta con voz contundente, aunque sin alzar la voz.—Serena es mi hija, y aunque te agradezco todo lo que has hecho por ella, no tienes ningún derecho a ponerla en mi contra —le reclama muy molesto y la niña comienza a llorar pidiéndole que no discuta con su abuela. —Lo siento, cariño —susurra Sebastian abrazándola.Esto es un completo desastre, no podía salir peor.—Ella es el centro de su vida, siempre lo será, y tú siempre quedarás en el último lugar, detrás de Serena y de Claudia, su esposa —menciona la señora Decker en voz baja, no me di cuenta que se acercó a mí, estaba mirando a Sebastian con su hija. Lo lamento p
KeiraNo sé si sea la decisión correcta, pero de lo que sí estoy muy segura es que lo amo y de que estoy dispuesta a luchar por nuestro amor. Si aguanté tanto con Robert sin quererlo, ¿por qué no intentarlo con Sebastian? —Está bien, me quedaré, pero tenemos mucho de qué hablar —le advierto muy seria. Sigo molesta porque no me advirtió sobre su madre. —Sí, sí, hablaremos de todo lo que quieras, dulzura. Te amo tanto. —Me da un beso y me abraza, sosteniéndome un buen tiempo como si temiera que me esfumara de un momento a otro—. Cometí un error al pedirte que volvieras al hotel, tu lugar es conmigo, nena. —¿Estás seguro? No quiero causarte problemas con tu madre —enuncio haciendo una mueca. —No te preocupes por mi madre, esta es mi casa y no aceptaré que te vuelva a tratar mal ni a despreciarte. Si no le gusta que estés aquí, entonces que se vaya —asegura decidido. —Parece que me odia. —A mí también y soy su hijo. —Mentiroso —replico poniendo los ojos en blanco. —Bueno, no me
Keira Me mojo los labios mirando al monumento alemán delante de mí usando nada más que sus bóxer. Estoy expectante a lo que pasará, pero si de algo estoy segura es que será bueno, ese hombre sabe lo que hace. —Levántate de la cama —ordena sin rudeza. Lo hago sin pensarlo dos veces. Sebastian sonríe derritiéndome por completo. Ver aquel gesto en su rostro es para mí el mejor de los afrodisiacos—. He deseado quitarte este vestido desde que subiste a mi limusina. —Toma el dobladillo de la falda con sus manos y me lo saca por encima de la cabeza. Acto seguido, y con mucha pericia y facilidad, desabrocha mi sostén y lo deja caer a un lado. Por último, se arrodilla en el suelo y arrastra sus dedos por mis caderas, llevándose consigo la última pieza que ocultaba mi desnudez: mis bragas. Levanto un pie y luego el otro, apoyando mis manos en sus hombros mientras él las saca a través de mis tacones.—Eres tan hermosa, süße —enuncia en tono reverente antes de besar mis labios. Mis piernas fla
Keira Observo a Sebastian mientras duerme de costado, con un brazo debajo de su cabeza y la otra extendida sobre el espacio vacío a la derecha. Mi lugar. Un juego de bóxer blanco es lo único que lo cubre, el resto de su cuerpo está expuesto a mi mirada. Se ve precioso, en paz. Han sido pocas las veces que he dormido a su lado, las puedo contar con una sola mano, y me encuentro sonriendo como tonta al sumarle una más a mi cuenta. Camino hacia la cama y, con mucho cuidado, levanto su brazo y me meto a su lado. Pero pese a mi esfuerzo, Sebastian nota mi presencia y me posiciona contra él, rodeando mi cintura con un brazo y haciendo reposar mi cabeza en el otro. El calor que desprende su cuerpo traspasa la fina tela de satén de la bata que me puse, luego de la corta ducha que me di antes, y soy capaz de sentir los golpes constantes de su corazón. Lo amo tanto que la sola idea de que todo acabe me hace doler el corazón. Pero mejor no pienso en eso, lo tengo aquí conmigo y quiero disfruta
Keira Dos minutos antes de las siete de la noche, Sebastian anuncia su llegada mediante un mensaje de texto, dice que será el hombre de traje frente a la limusina. Le sigo el juego y contesto que yo seré la mujer con vestido negro y sexys tacones. Sin esperar su respuesta, dejo el teléfono en la cama y salgo de la habitación para encontrarme con él. Dimitri me espera en el pasillo, como de costumbre. Lo saludo y nos ponemos en marcha, en silencio. Él es muy reservado y serio, apenas cruzamos palabras cada vez que nos vemos, pero espero que con el tiempo eso pueda cambiar. Es demasiado incómodo para mí no interactuar con él como lo haría con cualquier persona. Y bueno, no es que pretenda que seamos grandes amigos y que mantengamos largas charlas, pero me gustaría al menos saber si tiene familia, para ir más allá de las «buenas noches» o «buenos días» que utilizamos mecánicamente como saludo. El ding del ascensor nos indica que nuestro trayecto concluye aquí, en la planta baja. Sa