KeiraTodo esto me toma por sorpresa, Sebastian no me previno, pensé que solo debía ganarme el cariño de su hija y resulta que su madre me odia.—Madre, ¿qué le has dicho a mi hija? —le pregunta enfrentándola, se ve muy disgustado, nunca lo vi así de enojado.—Sabes muy bien que no estoy de acuerdo con nada de esto, Sebastian, y mi deber es proteger a Serena —le contesta con voz contundente, aunque sin alzar la voz.—Serena es mi hija, y aunque te agradezco todo lo que has hecho por ella, no tienes ningún derecho a ponerla en mi contra —le reclama muy molesto y la niña comienza a llorar pidiéndole que no discuta con su abuela. —Lo siento, cariño —susurra Sebastian abrazándola.Esto es un completo desastre, no podía salir peor.—Ella es el centro de su vida, siempre lo será, y tú siempre quedarás en el último lugar, detrás de Serena y de Claudia, su esposa —menciona la señora Decker en voz baja, no me di cuenta que se acercó a mí, estaba mirando a Sebastian con su hija. Lo lamento p
KeiraNo sé si sea la decisión correcta, pero de lo que sí estoy muy segura es que lo amo y de que estoy dispuesta a luchar por nuestro amor. Si aguanté tanto con Robert sin quererlo, ¿por qué no intentarlo con Sebastian? —Está bien, me quedaré, pero tenemos mucho de qué hablar —le advierto muy seria. Sigo molesta porque no me advirtió sobre su madre. —Sí, sí, hablaremos de todo lo que quieras, dulzura. Te amo tanto. —Me da un beso y me abraza, sosteniéndome un buen tiempo como si temiera que me esfumara de un momento a otro—. Cometí un error al pedirte que volvieras al hotel, tu lugar es conmigo, nena. —¿Estás seguro? No quiero causarte problemas con tu madre —enuncio haciendo una mueca. —No te preocupes por mi madre, esta es mi casa y no aceptaré que te vuelva a tratar mal ni a despreciarte. Si no le gusta que estés aquí, entonces que se vaya —asegura decidido. —Parece que me odia. —A mí también y soy su hijo. —Mentiroso —replico poniendo los ojos en blanco. —Bueno, no me
Keira Me mojo los labios mirando al monumento alemán delante de mí usando nada más que sus bóxer. Estoy expectante a lo que pasará, pero si de algo estoy segura es que será bueno, ese hombre sabe lo que hace. —Levántate de la cama —ordena sin rudeza. Lo hago sin pensarlo dos veces. Sebastian sonríe derritiéndome por completo. Ver aquel gesto en su rostro es para mí el mejor de los afrodisiacos—. He deseado quitarte este vestido desde que subiste a mi limusina. —Toma el dobladillo de la falda con sus manos y me lo saca por encima de la cabeza. Acto seguido, y con mucha pericia y facilidad, desabrocha mi sostén y lo deja caer a un lado. Por último, se arrodilla en el suelo y arrastra sus dedos por mis caderas, llevándose consigo la última pieza que ocultaba mi desnudez: mis bragas. Levanto un pie y luego el otro, apoyando mis manos en sus hombros mientras él las saca a través de mis tacones.—Eres tan hermosa, süße —enuncia en tono reverente antes de besar mis labios. Mis piernas fla
Keira Observo a Sebastian mientras duerme de costado, con un brazo debajo de su cabeza y la otra extendida sobre el espacio vacío a la derecha. Mi lugar. Un juego de bóxer blanco es lo único que lo cubre, el resto de su cuerpo está expuesto a mi mirada. Se ve precioso, en paz. Han sido pocas las veces que he dormido a su lado, las puedo contar con una sola mano, y me encuentro sonriendo como tonta al sumarle una más a mi cuenta. Camino hacia la cama y, con mucho cuidado, levanto su brazo y me meto a su lado. Pero pese a mi esfuerzo, Sebastian nota mi presencia y me posiciona contra él, rodeando mi cintura con un brazo y haciendo reposar mi cabeza en el otro. El calor que desprende su cuerpo traspasa la fina tela de satén de la bata que me puse, luego de la corta ducha que me di antes, y soy capaz de sentir los golpes constantes de su corazón. Lo amo tanto que la sola idea de que todo acabe me hace doler el corazón. Pero mejor no pienso en eso, lo tengo aquí conmigo y quiero disfruta
Keira Dos minutos antes de las siete de la noche, Sebastian anuncia su llegada mediante un mensaje de texto, dice que será el hombre de traje frente a la limusina. Le sigo el juego y contesto que yo seré la mujer con vestido negro y sexys tacones. Sin esperar su respuesta, dejo el teléfono en la cama y salgo de la habitación para encontrarme con él. Dimitri me espera en el pasillo, como de costumbre. Lo saludo y nos ponemos en marcha, en silencio. Él es muy reservado y serio, apenas cruzamos palabras cada vez que nos vemos, pero espero que con el tiempo eso pueda cambiar. Es demasiado incómodo para mí no interactuar con él como lo haría con cualquier persona. Y bueno, no es que pretenda que seamos grandes amigos y que mantengamos largas charlas, pero me gustaría al menos saber si tiene familia, para ir más allá de las «buenas noches» o «buenos días» que utilizamos mecánicamente como saludo. El ding del ascensor nos indica que nuestro trayecto concluye aquí, en la planta baja. Sa
Keira Diez minutos después, viajamos en el jet privado de Sebastian a un lugar todavía secreto para mí. Me sorprendió mucho abandonar la limusina y darme cuenta de que estábamos en un hangar. No esperaba que nuestro destino final requiriera de un viaje en avión. La curiosidad me está matando. No saber a dónde vamos me está consumiendo en carne viva. Y todo es culpa del misterioso alemán que se niega a decir algo más que su poco informativo «solo tomará una hora». Con eso solo me dijo que el recorrido no sería largo, nada más. Esto explica lo de las bragas. Sebastian no quería que alguien viera algo que no debía cuando abordara el avión. Aunque ese pedazo de triángulo no haría mucho por evitarlo. —¡Ummm! Tú sí que sabes lo que me gusta —digo al devorar la variedad de fiambres y quesos que me fueron servidos en un elegante plato de porcelana por el chef que contrató el alemán para viajar con nosotros. Encontrar una mesa con mantelería fina y velas altas esperando por nosotros fue a
Keira Apenas el avión aterriza, Sebastian me venda los ojos sin querer dame ninguna pista de a dónde me ha traído. Le gusta jugar al misterio y, para qué mentir, me gusta esto de no saber qué esperar. —Confía en mí, no dejaré que tropieces —me dice cuando comenzamos a caminar hacia la salida del avión. —Lo hago, sé que me cuidarás. Con su ayuda, desciendo del avión y me hace subir luego a un auto que nos lleva a nuestro destino. Sigo con los ojos vendados y sin la menor idea de dónde estamos. No fue un viaje muy largo, creo, porque estuve un buen rato distraída y perdí la noción del tiempo. —¿Cuánto falta? —le pregunto impaciente. —Solo un poco más, amor —responde acariciándome la mejilla. Y justo como dijo, solo faltaba un poco. Cuando al fin el auto se detiene, me ayuda a salir y me pide que no me quite la venda hasta que me lo pida. Asiento dos veces y siento que me suelta. —Puedes quitarte la venda ahora —me indica luego de un momento. Nerviosa, me deshago de la venda que
Keira Han pasado dos semanas desde la propuesta de Sebastian y sigo sintiendo un no se qué en el estómago cada vez que hablo con alguien sobre la boda. No quiero tener ese tipo de inseguridades, pero no es fácil estar en mi posición, me la paso pensando en cómo fue la vida de Sebastian con ella, me pregunto de manera constante si aún la quiere, si volvería a su lado si ella regresara… Lucho cada día por apagar ese tipo de pensamientos, pero nada parece funcionar. Solo estoy tranquila cuando lo tengo a mi lado, cuando lo veo junto a mí y lo siento mío. Pero él trabaja mucho y no pasamos tanto tiempo juntos como quisiera. Dormimos juntos todas las noches y se va muy temprano en la mañana antes que su hija se despierte. Cuando se va, me levanto y salgo a trotar; después, desayuno en un café que descubrí cerca del apartamento en el que sirven platos típicos de Estados Unidos. Y el resto del día, si no estoy en el viendo series o películas, salgo por ahí a explorar la ciudad o me siento