Capítulo cuatroSebastianAlemania, Enero de 2004Doce años antesDesde que hablé con Claudia al mediodía, no he pensado en otra cosa más que en llegar a casa y meterme entre sus piernas. He estado viajando fuera de Alemania varios días y estoy desesperado por verla. No soporto estar lejos de mi mujer por mucho tiempo, pero son sacrificios que tengo que hacer para sacar a adelante mi creciente empresa. Al entrar a nuestra casa, cruzo el vestíbulo, subo las escaleras y entro a nuestra habitación. Sé que está esperándome, Claudia nunca me decepciona. Desanudo mi corbata, me la quito, luego el saco, y dejo ambos sobre el respaldo de uno de los sillones de la esquina. Cuando comienzo a desabotonarme la camisa, su voz sensual ordena que me detenga. Sonrío.¡Hoy habrá sexo ardiente!La habitación está casi oscura. Solo una luz tenue de una lámpara, al costado de la cama, alumbra la penumbra. Huele a vainilla y a lavanda, una mezcla inusual, pero muy característica de mi esposa. Es su esenci
KeiraPresente—Cielo, odio verte así. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor? —me pregunta Robert una vez que estamos solos en mi habitación. Él permanece de pie delante de mí en la cama mientras yo estoy sentada en el colchón, desabrochando las correas de mis sandalias.—Fóllame —respondo sin pensar, actuando por impulso, guiada por la rabia y la frustración.—¿Qué te folle? ¿Desde cuándo…? —Lo callo con un beso duro y fiero en la boca, tironeando de su labio inferior con mordidas salvajes y desquiciadas. No estoy de humor para su parloteo, solo quiero sexo ardiente y sin sentimientos. El amor solo causa dolor y devastación. Sin dejar de besarlo, tomo en dos puños su camisa y la rasgo con un tirón fuerte, haciendo saltar los botones en el suelo. Una vez desnudo del torso para arriba, beso su cuello, pecho, abdomen, y desciendo rápidamente hacia su hombría en alza. Desabrocho su correa, el botón, bajo la cremallera de sus pantalones y deslizo la tela por sus muslos, junto con su
SebastianAlemania, diciembre de 2009Siete años antesRecostado en el marco de la puerta, observo la sonrisa de mi esposa mientras pone la mesa para la cena de Navidad. Su belleza y dulzura pudiera sanar a un moribundo solo con mirarla. Y tengo la dicha de que, cuando cae la noche, puedo cobijarla entre mis brazos y saber que me pertenece. —Deja de mirarme así. Vas a lograr que me ruborice —me pide intentando ocultar una sonrisa.—¿Sí? No pensé que tuviera ese poder sobre ti todavía —bromeo.—¡Oh! Lo tienes… y no soy la única. Todas las mujeres suspiran por ti, Sebastian. Eres difícil de ignorar.—Mientras tú lo hagas, el resto me importa poco.—Ese es mi hombre. —¡Papi! —grita mi hija Serena al entrar al comedor. Extiendo los brazos y la recibo en ellos para abrazarla contra mi pecho.—Hola, mi amor. Te ves hermosa esta noche.—¿Te gusta mi vestido? —pregunta con una sonrisita tierna. Mi niña es idéntica a Claudia, tiene sus mismos ojos esmeralda y hermosa melena dorada.—Mucho, p
Keira PresenteSacudo la cabeza de un lado al otro mientras él corre rápido hacia mí. Mi estómago cosquillea por el aleteo constante de eso que llaman mariposas en el estómago, pero en mi caso deberían ser murciélagos. Sí, no puede haber alas de colores involucradas en nada que tenga que ver con el oscuro y sin corazón de Sebastian Decker.Cuando está cerca de alcanzarme, comienzo a correr alejándome de él a toda prisa. No le daré la oportunidad de hablarme. No permitiré que sus ojos me consuman ni le daré el placer de verme lastimada de nuevo.—¡Keira, espera! ¡Necesito que me escuches! —grita sin dejar de seguirme. Ya ha pasado demasiado tiempo, debió buscarme antes, no esperar tanto tiempo. Además, si en verdad quería hablar conmigo, sabía dónde encontrarme
Keira Presente¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde! Me grita una vocecita molesta cuando no soy capaz de hacer lo correcto. No amo a Robert y nunca lo haré, pero de manera egoísta lo retengo conmigo porque si él se va ¿qué me queda?—No sé por qué estás tan molesta conmigo, ¿he hecho algo malo? —inquiere en tono conciliador, haciéndome sentir más culpable aún. Si se enojara y me gritara sería más fácil dejarlo, pero no, tiene que ser dulce y comprensivo.—No, no has hecho nada malo —contesto cambiando de tono, él no tiene culpa de mi malhumor—. Lo siento. Solo… estoy tan cansada, Robert —murmuro dejando escapar el aire con un suspiro. No le digo de qué estoy cansada, no quiero herirlo con la verdad.—Lo sé, amor. Pero no estás sola, estamos juntos en esto —pronuncia acercándose—. Te amo y planeo hacerlo el resto de mi vida.Quisiera amarte, Robert, pero mi necio corazón insiste en amar al alemán. Lo abrazo sin decir nada porque no quiero mentirle y él me estrecha a su cuerpo y besa el cos
KeiraPresenteSiento que mi corazón se subió a mi garganta y que quiere salirse por mi boca a medida que mis pasos me acercan a mi inesperado destino. Ni una sola vez se me cruzó por la cabeza que el inversionista de Robert fuese Sebastian. Se supone que su empresa es de transportes marítimos. ¿Qué mierda le importa a Decker el proyecto de casas ecológicas? ¡Su empresa transporta petróleo! Es ilógico y absurdo.Al acercarnos, noto que Sebastian está conversando con un hombre que desconozco, o puede que no lo recuerde. Me presentó a tanta gente en los eventos que no me daba tiempo de guardar sus rostros en mi memoria. Y, mientras tanto, intento controlar mi conmoción muy dentro de mí. Lo menos que necesito es que Robert descubra quién es –o fue– su nuevo socio en mi vida.—Decker —pronuncia Robert llamando su atención.Atendiendo al saludo, el alemán se gira hacia nosotros manteniendo ese gesto estoico y serio que lo caracteriza, aunque en sus labios había una pequeña sonrisa que desa
Keira Presente Sebastian me mira de arriba abajo con deseo y camina hacia mí con determinación. Por instinto, retrocedo hasta chocar con la pared. —¿Qué diablos haces con él? —me reprocha en tono exigente. ¿Pero con qué derecho me habla así? —¡Qué descaro el tuyo! ¿De cuando acá tengo que darte explicaciones de con quien salgo? —contesto sin amilanarme, no voy a dejar que me humille nunca más. —¿Sales? ¿no es un cliente? —formula frunciendo el ceño. —No, Robert no es un cliente, es mi pareja y el padre de mi hijo —le hago saber, sintiendo una opresión en el pecho. Sigue doliendo como el primer día. Sebastian traga saliva y da un paso más. —Mantén la distancia —le advierto apuntándolo con un dedo. Él se detiene y me mira perplejo por lo que parece una eternidad. —Lamento mucho tu perdida —expresa aparentando que está conmovido, pero no me engaña. —Ahórrate el discurso que no me compro tu papel y déjame salir, tengo que regresar con Robert —le exijo con mi cara en alto, aunque
KeiraPresente Sebastian sacude la cabeza a los lados, con los dedos hundidos en sus cabellos, baja sus manos a su rostro y lo estruja con frustración. —Te tuve y te perdí. Y te quiero de vuelta, Keira. Te quiero mía y de nadie más. Saber que sus manos te han tocado, que sus ojos han disfrutado de tu hermosa desnudez, que ha estado dentro de ti…, me lanzó al mismo infierno. —Su expresión se fractura en la última frase y su semblante se desmorona estrepitosamente, como si las llamas del abismo en verdad lo estuvieran consumiendo. Sebastian me está mostrando un ser distinto al que conocí. Noto sufrimiento sincero en su postura derrotada, en su mirada y en el tono de su voz. Estoy descubriendo que, entre estas cuatro paredes, hay dos corazones latiendo al ritmo del dolor. Sin embargo, es el mío el que debe importarme. Ningún otro. —Tú me destrozaste, Sebastian. Te fuiste con la promesa de no regresar. ¡Te marchaste después de tus duras palabras! ¿Y ahora regresas suplicando redención?